Prologo

Prologo

A los 11 años descubrí tres cosas importantes:

Uno, que llorar en un columpio no te hace ver misteriosa solo hinchada;dos, que las lágrimas no mejoran tus notas en gimnasia; y tres, que el mundo sigue girando aunque tú estés segura de que se acaba.

Ese día había arruinado mi práctica frente a un reclutador, me resbalé, caí, hice un sonido tan feo que hasta yo me daría pena si lo volviera a escuchar. Mi madre solo se llevó una mano a la cara, como sí estuviera presenciando una tragedia nacional transmitida en vivo.

"Eres igual que tú padre" murmuró. Y créeme, eso dolió mucho más que la humillante que tuve.

Así que termine aquí, en un parque que olía a césped mojado y paletas derretidas, llorando sobre el columpio como protagonista secundaria de una película barata. Me balance apenas, como si moverme los centímetros hacia adelante fuera suficiente para reorganizar mi vida.

(Spoiler:no lo fue).

El viento me revolvió el cabello, claramente nos compartió, un perro me miró como si yo fuera el drama más interesante que había visto tu vida, todo normal, todo igual.menos yo.

Porque por primera vez pensé que tal vez... Simplemente no era suficiente. Ni para mi madre, ni para la gimnasia, ni para nada.

Y justo cuando estaba convencida de que el universo no me escuchaba, alguien se acercó no dijo nada, No preguntó, no ofreció pañuelos ni frases de "todo va a estar bien"que yo no habría creído.

Solo se quedó ahí.

Callado.presente.real.

Fue extraño sentir compañía sin que nadie tocara mi vida. Y aunque nunca lo admitiré en voz alta, esa presencia silenciosa me salvó más de lo que entendí ese día.

Años después, aún regresaría a ese instante sin previo aviso, sin permiso, como si el recuerdo fueron columpio oxidado que no deja de moverse.

Porque tal vez... Todo empezó allí.

En el parque.

En ese silencio.

En el día que me rompí...y alguien decidió quedarse.