---Noche Buena (Departamento de Sanemi)---
Aquel hombre de cabellos blancos, al fin esta de vacacione invernales, así que se siente realmente tranquilo, no tiene que ir a ver la cara de sus fastidios alumnos, ni de sus compañeros que apenas y si tolera, de hecho… Es su enorme deseo de estar solo para estas fechas festivas, que las propuestas de salir con su mejor amigo las rechaza, alegándole que solo quiere estar en su departamento y no ver a nadie.
Así pues lo está cumpliendo, se ha quedado en su solitario hogar, haciendo algunas actividades por el día, digamos que le gusta que todo esté limpio y ordenado, aprovechando la luz solar, ya que en la noche, cuando el frio más se siente, se queda sentado en silencio, mirando la nada en si pesando en aquellos recuerdos ruines que no lo abandonan.
Y claro que esta noche no será la excepción.
Todos los hogares cercanos, las calles, las personas, todo está envuelto en un ambiente festivo, alegre y luminoso, pero él no, no lo está, se mantiene en la oscuridad, en su hogar ni siquiera ha encendido las luces, las cortinas cerradas, deseando con todas sus fuerzas que estas fechas acaben ya.
Se siente en extremo enojado, porque de verdad odia esta maldita fiesta, el consumismo sin razón, la hipocresía de las personas, desprecia todo lo que representa la navidad. Claro que esa es su manera de enfrentarlo, restándole importancia a todo, haciéndolo ver como algo realmente inútil.
Por mucho tiempo, se había quedado parado en medio de la oscuridad, mirando hacia la mesa que tiene enfrente, ya no entiende por qué su mente se ha quedado en blanco, solo existe en este momento de la vida, pero es sacado de su miseria con brusquedad cuando escucha el timbre de la entrada.
-¿Eh?- Se sorprende con enfado y fastidio, frunciendo el ceño -¿Quién demonios es?- Se pregunta para sí mismo, negando con la cabeza, pensando en si de verdad debe abrir la puerta o gritarle desde adentro que se largue.
Pero por alguna razón, su enfado no llega en este momento a tanto, y solo suspira desganado, apretando sus puños y dirigiéndose hacia la entrada para abrir la puerta, aunque antes escucha otro tintineo del timbre -¡¡¡YA VOY!!! ¡¡¡NO ESTÉN JODIENDO OTRA VEZ!!!- La paciencia se le acabo.
Y es allí que al abrir la puerta con brusquedad, se topa con alguien ya conocido, lo cual deja a Sanemi bastante impactado como desconcertado al verlo -¿Qué estás haciendo aquí?- Pregunta inquieto.
Aquel hombre corpulento y alto, de cabellos negros, rapado de los laterales bajos, con una cicatriz que atraviesa su frente de forma horizontal, el cual viste un suéter de gatitos y unos pantalones térmicos marrones, como botas gruesas negras. Se encuentra parado en el portal de ese departamento, tranquilo y sereno, pareciendo tan pacifico como aterrador, en ese instante su boca se abre para hablar –Buenas noches, Sanemi-
Frunce el ceño fastidiado -Gyomei, ¿Qué quieres aquí?- Se cruza de brazos, bufando.
Al ver al peliblanco delante suyo, un muy leve sonrojo se le muestra en la cara, pero podría ser por el frio invernal que yace afuera -¿Puedo pasar?- Rápido pregunta.
Usualmente, Sanemi es descortés con vistas no deseadas, los correría con toscas palabras, sin embargo siempre existen algunas excepciones, y sin contar a Iguro, Shinobu o justamente el hombre de su delante, ya le habría cerrado la puerta en la cara, simplemente bufa fastidiado, rascándose la cabeza –Sí, si, como quieras- Se aparta de la puerta para regresar a la sala, dejando el portal abierto.
-Gracias- Solo responde eso, mientras de igual forma entra en el departamento, para cerrar la puerta detrás de él.
Claramente Sanemi, no perderá el tiempo con preguntas casuales, pues no han pasado más de dos días desde que las vacaciones iniciaron, por ende no tienen mucho tiempo de a verse dejado de ver -¿Qué haces por aquí? ¿Qué no vives a las afuera de la ciudad?- Pregunta bastante inquisidor.
Este enorme hombre solo lo mira con aquellos curiosos ojos, al igual que mira al alrededor de ese departamento y logra notar la soledad y tristeza de ese lugar. Muy similar al corazón del peliblanco que siempre se notaba enfadado –Aquí está muy oscuro- Solo dice esto, mientras su rostro se transforma en uno más sentimental y pacífico.
Aquellas palabras no las toma de buena forma, pero igual no dará mayores explicaciones –Así me gusta-
-¿Por qué?- Le interroga con mayor insistencia.
Frunce el ceño en un acto de sorpresa y disgusto -Porque si- Responde más tajantemente, con una sonrisa forzada, ya que este tipo lo está colmando la poca paciencia que posee.
-Eso no es verdad- Gyomei, rápidamente niega la respuesta del peliblanco, de una manera sentenciante.
Pareciera que casi le va a dar un tic nervios en su ojo izquierdo, y las venas de la frente se comienzan a notar palpitantes -¿Qué vas a saber, Gyomei?- Le dice desafiante –¿A qué mierda has venido a mi casa? Sí no tienes nada que decirme, solo lárgate- Ya su paciente se ha agotado y a pesar de no querer ser irrespetuoso con este sujeto, claro que ya no lo está soportando, pues le está haciendo preguntas que no le corresponden.
El grandulón, se queda quieto, siente una mezcla de sentimientos, tristeza, lastima, y compasión, todo dirigido hacia ese hombre que siempre se muestra impulsivo y enfadado, pero el pelinegro puede ver más allá que solo eso, ya que él… Lo entiende.
Medita un segundo más su siguiente movimiento. En realidad el venir aquí también fue un impulso que se ha estado cuestionando, ya que fue en el último segundo que decidió venir, pues sin pensarlo había caminado un rato desde temprano, pero cuando menos lo noto, sus pies lo estaban dirigiendo a esta parte de la ciudad.
-Sanemi… Tengo mucho que decirte, pero… ¿Estás dispuesto a escucharme?- Le dice esto con suma tranquilad, bajando un poco su cabeza, para intentar estar al nivel del peliblanco, a la vez que deja escapar algunas lágrimas.