No Fue Un Accidente

PARTE 33

 

DARRIEN

 

Cuando entramos a la empresa todos nos observan, estamos a punto de ingresar al ascensor de presidencia, cuando una idea ronda por mi cabeza aprovechando que la mayoría está regresando de almuerzo, recién ahí me doy cuenta que el tiempo se me paso volando.

 

—Quiero la atención de todos, por favor

 

—Darrien ¿Qué se supone que haces? Todos nos están viendo — No le digo nada y avanzo unos pasos con ella de mi mano, nunca más la pienso soltar.

 

—Buenas tardes con todos, seré breve, ella es Marissa Moretti de Harper o señora Harper para ustedes, ósea mi esposa, hace tres meses nos casamos y recién me atrevo a presentarles como lo que es en mi vida, la madre mis hijos, también la mujer que amo y dueña de mi corazón, eso para que todos los curiosos e indiscretos dejen de especular sobre mi vida privada, así que les pido el mismo respeto que me deben a mí se lo deban a ella también. Es todo lo que tenía que decir sigan con su trabajo.

 

De alguna manera siento un peso menos, no quiero que nadie si quiera se atreva a hacerla menos, quiero el mismo respeto que conmigo, que cuando la vean que piensen que soy yo, Marissa es la mujer que amo y eso deberían entender todos, además quiero hacerla sentir segura, me ha dicho que me ama, le he dicho que la amo, pero también necesito que no tenga ningún tipo de duda al respecto.

 

—¡Estás loco! Dirán que le estás imponiendo mi presencia, no me gusta el respeto por obligación si no porque me lo he ganado, no vuelvas a hacer algo como eso, no los coacciones para que no me miren feo, no lo vuelvas a hacer — Creo que lo arruine todo, a veces olvido que nuestros puntos de vista son diferentes, ella me suelta la mano y va hasta el ascensor, yo la sigo como perrito detrás de la pelota, algunos se quedan viendo como la llamo.

 

—Bonita, espera, no te molestes conmigo, espérame. —Todos me miran, seguro piensan que estoy haciendo el ridículo rogándole a mi mujer, pero no me importa, corrí hasta ella y le planté un beso, eso si no a solté hasta que me dijeran esas palabras que tanto me gustan —¿Me amas? ¿Me perdonas?

 

—Contigo no se puede, ¿Verdad? — Una enorme sonrisa se dibuja en mi cara, mientras las puertas del ascensor se cierran luego de presionar el piso de mi oficina.

 

—Señora Harper, responda lo que su marido le ha preguntado — Rodea mi cuello y se presiona a mí lo que su hermoso vientre la deja.

 

—Si lo amo, señor Harper, pero eso de perdonar déjeme pensar al respecto.

 

—Más tarde te voy a besar tanto, pero tanto que no te va a quedar de otra que perdonarme, vas a suplicar que me hunda en ti y justo en ese instante te diré ¿Me perdonas o no? Dirás ¡Si Darrien, si! —Se lo digo al oído para que solo ella lo oiga, puedo sentir como los bellos de su piel se erizan y hasta podría jurar que su corazón se ha acelerado ligeramente, ahora soy yo quien avanza y la dejo atrás y camina rápido hacia donde yo estoy.

 

Luego de que me pidiera un vaso con agua, que mi secretaria muy gustosa trajo, no sé por qué ella tiene esa sonrisa en la cara, es como si nadie creyera que pudiera estar enamorado ¿Tan desalmado me consideraban? Qué exagerados.

 

—Eres malo Darrien, mira que decirme eso y no hacerte cargo de tus palabras — Ahora quien traga grueso soy yo, la veo acercase a paso tan suave, lento con la punta de uno de sus dedos recorre mi escritorio hasta llegar a mí, yo giro la silla para poder observarla bien ya tengo la laptop ascendida, de pronto se sienta en mis piernas y yo giro para poder prestar atención a los documentos que tengo que revisar  e enviar, ella juega con mi oreja, acariciándola, es tan difícil concentrarse si tengo sobre mis piernas a la mujer que amo jugando con fuego.

 

—No hagas eso bonita, quiero terminar rápido esto para poder ir a casa y cumplir mi palabra.

 

—¿Entonces me levanto? —¡Demonios! Tengo una bendita erección que mi miembro  podría explotar en este instante si se atreve a solo rosar uno de sus dedos, quien me mando a jugar de esta manera, me están devolviendo el juego y con creces, quiero mandar todo al diablo cuando da un ligero beso sobre la parte trasera de mi oído, no me resisto y la beso de manera intensa, con ganas de hacer la mía aquí mismo, sobe mi escritorio en esa silla donde sea, es como si no tuviera suficiente de ella, la hice mía casi toda la noche, un rato por la mañana y ahora quiero hacerlo nuevamente, ella mete sus manos por dentro de mi camisa, mientras desabotona uno a uno y las mías recorren  sus hermosas piernas, voy subiendo por sus caderas, sentía ese fuego entre los dos, esas inmensas ganas de enterrarme en ella, quiero que diga mi nombre mientras un gemido sale de su boca, muerdo su labio inferior, cuando de pronto suena mi intercomunicador.

 

—Señor, disculpe el Lic. González necesita hablar con usted, dice que es urgente.




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