DARRIEN
—Lo siento, pero no puedo.
Esa mujer me altera por completo, no pensé verla después de tantos años, ¿Qué hace aquí? ¿Qué busca?
—Sé que es difícil, es complicado, pero no puedo dejar pasar por alto que es tu madre, Darrien, tú vas a ser padre y ahora puede que la entiendas un poco mejor, no sé su historia completa porque no me has hablado demasiado de ella, pero sé que si estuviera en tu lugar le daría una sola oportunidad para que hable, luego de eso decides si sigues adelante o la incluyes en tu vida.
Me toma la mano, queriendo apoyarme, pero ni ella puede darme el consuelo que podría necesitar, son años con ese sentimiento de soledad incrustado en mi alma, son décadas sintiendo que solo sirvo para algo hacer que los demás saquen dinero a mis anchas.
—Ella me vendió ¿Sabes lo que eso significa? Tú te quedaste a mi lado por nuestros hijos ¿Cierto? En cambio, ella me vendió por cinco millones, eso valía para mi madre cinco millones.
Tengo el rostro agachado mientras le hablo, no quiero que vea mis ojos y se dé cuenta cuanto me afectan los recuerdos, de las veces que lloraba por ella, de las veces que fui castigado cuando preguntaba a mi padre o mi abuelo por ella y me decían que solo fui una mercancía que solo para eso servía, nadie entendería las pesadillas que tuve muchas veces donde ella era el monstruo que venía a comerme, o cuando la escuchaba decir mi nombre.
—Darrien, pero todo tiene una explicación, tú te lo mereces, mereces cerrar esas heridas, mírame mi amor, debes dejar esa parte de tu vida atrás, si tanto daño te hace, no podemos enseñarles a nuestros hijos a guardar rencor, porque a la larga te hace daño, que hubiera pasado ¿Si yo no te escuchaba? Imagina por un momento, si yo me hubiera negado a escucharte y simplemente me hubiera marchado, nos estaríamos perdiendo esto que vivimos, nuestro amor, nuestra familia, no te digo que la perdones o que corras a sus brazos y le digas mamá, solo escúchala y luego decides qué hacer con eso.
Sus palabras resuenan en mi cabeza, como las manecillas del reloj de una torre que van y vienen, ESCUCHALA COMO TE ESCUCHE A TI, si ella no me hubiera dado la oportunidad de escucharme, no le hubiera confesado cuanto la amo, cuando quería que fuéramos una familia, que no quería ver mi vida sin ella más bien sin ellos, siento una opresión en el pecho, esa duda existencial como le dicen, tal vez hay alguna posibilidad que la oiga, aunque ahora no están mi ni padre o mi abuelo para que me digan que esto está mal, para que me griten que soy un pusilánime por hacerle caso a una mujer, ellos que siempre me dijeron que las mujeres no tienen voz ni voto en la vida de un hombre, ellos que decían que todas las mujeres eran unas cualquiera y convenencieras, siempre pensé que las mujeres solo servían para darnos placer, solo con Marissa entendí su valor, solo con ella comprendí lo equivocado que estaba.
—¿Dónde está ella?
—Le dije a Rosaura que le pidiera su número de teléfono, que luego si se podía nos comunicábamos con ella, es que si la veías hoy tal vez no iba a ser lo mejor, Darrien, tú mereces una explicación de eso estoy segura
—No sé qué hacer — es la verdad, estoy en ese punto en que no sé qué está bien o que está mal, ella se sienta en mis piernas mientras me abraza como solo ella sabe hacerlo.
—No quisiera preguntarte esto, pero es necesario para entenderte, ¿Qué es lo último que recuerdas de ella?
—La verdad, supe que una vez que vino a verme, pero grite desde la puerta que la odiaba y que nunca en mi vida la iba a perdonar, la insulte de mil formas desde ambiciosa por decir el menor de mis insultos hacia esa mujer, no podía o quería verla, además que mi abuelo me decía que seguro se le había acabado el dinero por eso había regresado, eso fue cuando yo tenía dieciocho años, podía tomar mis propias decisiones, pero mi abuelo tenía mucha influencia en mí en esa época además fue uno de los motivos por lo que me fui del pueblo rumbo a otro país a estudiar la universidad, quería estar lo más lejos posible de esa mujer y no quería que tuviera la oportunidad de encontrarme.
Es verdad, aquella tarde me emborrache por primera vez gracias a que mi abuelo me sonsaco y me dijo que tomara para que pase el mal rato. Ese día lloré por ella por última vez, dejé que el alcohol según yo cerrara las heridas, era un chiquillo que no sabía nada de la vida, hasta llegué a pensar que por idiota Susana me había engañado, ella simplemente confirma en esa época el concepto tan machista que tenía de las mujeres.
—Pero no la viste y tal vez fue lo mejor, pero mi amor, ahora eres un hombre adulto, con una familia, a punto de tener en nuestros brazos a nuestros hijos, a nuestros tesoros, tal vez nos falte comprender muchas cosas, pero sabemos que los hijos son sagrados y que nunca haríamos nada que los dañara de la manera deliberada — Acaricia mi rostro, como queriendo que yo dejara de sufrir, no quiero angustiarla con la mochila que significa esa parte de mi vida. Tal vez es hora de oírla y dejar que cada uno siga su vida, debo cerrar esa herida de una vez.