No hay leyes para amarte

Golpe bajo (Parte dos)

Elly

Ya casi había alcanzado un taxi que se encontraba sobre el bordillo, cuando Atlas me sujetó por un brazo, para detenerme. Acercándome tanto a él que pude percibir el calor de su cuerpo duro contra el mío.

—¡Elly, por favor! —Sonaba aterrorizado, cuando me deshice de su agarre para continuar hasta el coche que acaba de encender el motor al verme caminar decidida —. ¡Espera por favor! ¡No te vayas! —Me sostuvo con fuerza para detenerme e intentó darme la vuelta a pesar de mi resistencia —. Puede irse —, le dijo sacudiendo la mano en el aire y el taxista asintió, temiendo quedar en del medio del escándalo.

—No tenías derecho —las temidas lágrimas llegaron calientes y ardientes a mis ojos.

El viento helado sopló con fuerza y sentí que mis dientes castañeaban cuando me vi obligada a enfrentarlo.

Salí con tanta prisa para no tener que enfrentarme a Sara que no retiré el abrigo del guardarropa.

—Sé que debí llamarte y explicarte lo que estaba ocurriendo. Es solo que no tenía idea de como decirlo sin que me rechazaras de inmediato.

—¡Déjame! —Aparte su mano con un manotazo furioso —. ¡¿Cómo puedes ser tan sucio?! —Me sentí impotente, traicionada, con deseos de llorar —. Por supuesto que iba a rechazarte, es mi hermana, ¿lo sabías? —Apreté los puños con deseos de abofetearlo.

—No hasta hace unas horas… Cuando la conocí se presentó como Sara Ghetti y nunca imaginé que entre ustedes hubiese algún tipo de parentesco.

—Hace horas que sabes que somos hermanas y apareciste con ella aquí sin siquiera advertirme que era la mujer con la que te reunirías—. Intentó tomarme para acercarme a él y lo empujé con ferocidad. La rabia me llegó como una oleada intensa que me elevó, para luego arrojarme de nuevo contra el suelo. Mi pulso desbocado rugió en mis oídos —Y ella… —No puede continuar, todo aquello era devastador. Quería regresar a casa y meter todas sus cosas en bolsas y arrojarlas a la calle —. Ignacio me dijo que una mujer se presentó en tu oficina diciendo era tu prometida y que estaba embarazada, ¿eso es cierto?

Recordé la charla con Sara, el cuestionario, la forma en la que me dijo que tenía una sorpresa para mí. ¿La sorpresa es que estaba embarazada del hombre que sabía que amaba?

Tragó saliva y me miró por encima del hombro, como si no soportarse verme a los ojos.

Atlas era el hombre al que quería atrapar y por eso me desalentaba en cuanto tenía la oportunidad.

Sentí un nudo en la garganta y una opresión horrible en el pecho.

«Sí que lo era y yo lo ayudé a atraparlo».

No podía creer que se hubiese enredado con él, conociendo mis sentimientos. Era mi única familia y ni siquiera le importó.

Cerré los ojos un segundo y la sonrisa petulante que me dedico apareció frente a mis ojos. ¿Qué era lo que había querido decir?

«Gané». Sí, eso fue lo que me dijo sin palabras y la única razón que encontraba era qué me odiaba. Aunque no tenía idea de cuál era el motivo de su rencor.

¿Por qué me había hecho algo como eso?

Respiré entre jadeos cortos y tensos por el esfuerzo que me costaba controlarme.

—¿Ignacio? ¿Qué es lo que te ha dicho? ¿Llegaste con él a la fiesta? —Tuve un deseo irrefrenable de darle un puñetazo —. Hasta hace un par de días ni siquiera se hablaban y ahora son como uña y carne —. Me reprochó afiladamente.

—¿Y qué más te da? —La rabia me cerró la garganta —. ¿Acaso no llegaste con mi hermana colgando de tu brazo? —Le di un empujón para apartarlo —No respondiste ni un solo mensaje, ni llamado y apareciste como un hombre comprometido. ¡Si fue todo para sacarme del camino, pues no te voy a dar el gusto! —Se quedó un momento callado con los labios apretados y yo percibí que me dolía tanto la garganta que creí que me ahogaría.

—¡Yo no la traje conmigo! —Rugió —. Ella apareció aquí y me hizo una escena en el lobby, hasta que seguridad intervino, ¿qué otra alternativa tenía? —Me estremecí con los ojos ardiendo por las lágrimas, mientras lo veía respirar hondo e intentar serenarse —. Necesito que me escuches un segundo sin que me grites —. Sacudí la cabeza; sin embargo, se apresuró a continuar —. Conocí a Sara en cuanto desembarqué en Capri. Asistí a una fiesta que duraba tres días y allí estaba ella con muchas otras chicas. No recuerdo demasiado de lo ocurrido para ser sincero en esa semana. Luego sé que me buscaba y yo aceptaba porque no tenía nada más que hacer. Eso es todo. Luego nos despedimos y no supe nada de Sara hasta que llegué. Nunca me imaginé que fuese tu hermana, son tan diferentes.

—Yo no soy tan agraciada como ella. Puedes decirlo.

—No estaba pensando en eso exactamente. Tú eres dulce y recatada. Sin embargo, ella es… Bueno, todo lo contrario —. Levantó la cabeza y me observó con ojos desesperados, esperando que lo detuviese. No lo hice —. Desde hace unos días no para de llamarme y enviarme mensajes para que nos veamos. Creí que era para tener algo, pero yo ya no estaba dispuesto. Entonces le dije que nos reuniríamos para hablar y fue cuando me soltó la bomba. Tenía consigo un análisis de Hudson y por la mañana les pedí a los bioquímicos de Fleni que la recibiesen —. Su rostro se volvió borroso a causa de las lágrimas que con tanta desesperación intentaba contener —. También dio positivo y ahora no sé qué hacer… Ha llamado a mi madre para contarle y apareció en el trabajo. Por primera vez en la vida siento que no tengo el control sobre nada. Me ha acorralado y se niega a hacerse un ADN hasta que nazca.

«Así es Sara». Pensé con amargura.

Si él era su objetivo, no iba a parar hasta conseguirlo y pasaría sobre cualquiera que se interpusiese. Incluso si era su hermana.

—¿Qué se supone que haga? ¿Consolarte? —Escupí sin poder ocultar mi dolor y decidí que había escuchado suficiente, dándome la vuelta —. Si no me dejas ir voy a gritar.

Atlas me tomó por la cintura, aferrándose a la tela del vestido y la escuché crujir. Me recorrió un escalofrío cuando se apretó contra mí. Me estrechó contra él, respirando pesadamente contra mi nuca.




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