No llores, mi Princesa

CAPITULO 27

Afuera de la habitación de Catalina, camino en círculos sin poder hacer nada para entrar. El médico fue muy claro, prohibido las visitas hasta que ella este fuera de peligro. Y no aguanto, no soporto saber que su vida corre peligro.

—Doctor, dígame, ¿cómo está? —pregunto con la preocupación quebrándome la voz.

—Está mejor Alessandro, todos los días tenemos un avance. Pero, muchacho, por favor, debe descansar. Acaba de sufrir una tremenda golpiza y necesita descansar.

—Habrá tiempo para descansar cuando Catalina este recuperada —contesto firme—. Solo necesito verla, déjeme entrar solo unos minutos, lo prometo.

—Que terco, eres. —El médico me mira, en mi suella de ruedas con la pierna y mi brazo enyesado, y mira su tabla donde los datos de Catalina están escritos. Sopla, y me vuelve a ver—. Puede ir, pero realmente cinco minutos, reloj en mano, ni un segundo más.

—Gracias, gracias.

Sin pedir el resto de la explicación, extirpo mi silla de ruedas de la puerta y deslizo las ruedas con una sola mano hasta llegar a la cama. Allí Catalina duerme. Y sin poder reprimir un llanto miro los moretones, y el estado de Catalina. ¡Esa mujer si vuelve a mí, la encerraré de por vida!

—Catalina, me escuchas. Soy yo, Alessandro... —Qué idiota me siento, a lo más seguro ella ni siquiera me puede escuchar. Inspiro hondo, y sigo—. Tienes que volver a mí, ¿me escuchas?

"Alessandro, ¿de verdad eres tú?"

—Sé que te debo tantas disculpas, y tantas explicaciones. Tenemos una lista enorme de temas por conversar. Quiero, hay un sin fin de cosas que me gustaría decirte, explicarte. Estoy... estoy tan... malditamente enojado contigo, porque.... porque yo debería de estar en tu lugar. No debiste Catalina, de verdad no debiste. No era tu lucha, era la mía.

"Sí eres, tú. ¿Entonces si eres tú, ¿a dónde estoy yo? Pensé que me había despertado. ¿Por qué estás llorando? No deberías de llorar. Solo con escuchar su voz puedo sentir su tristeza, su culpa y su enojo penetrar mi mente hasta llegar a mi corazón."

—Eres tan terca, yo era él que debía protegerte. Yo venía por tí, pero tú... Solo tenías que mantenerte quieta. Ahora, Dios. Catalina, solo vuelve a mí. Busca la forma de volver a mí. Prometo que no me enojaré, solo traiga tu culo por acá, y te perdonaré.

"Sí, claro Alessandro. Como si no te conociera. Apenas abriré los ojos y pondré un pie en el piso tendré derecho a una cagada con todas las de la ley. No te preocupes, traeré mi culo por allá. No pienso dejarte solo. Necesito descansar solo un poco más..."

—Toma mi mano, juro que estaré a la par tuya para cuando despiertes. Te esperaré y te haré mi mujer, y la futura madre de mis hijos. Tendremos una casa enorme, con cuatro hijos, y dos perros. Y cada domingo nos escaparemos en moto, solo tú y yo en las colinas.

"Atenta a sus palabras, bebo cada una como si fuesen un segundo aliento. No me cuesta en absoluto, imaginarnos en esa casa, con nuestros hijos y esos dos perros correteando alrededor de los niños en el jardín trasero. Tampoco imaginarme nuestras vueltas nocturnas para admirar las estrellas del cielo.  Pronto amor mío, muy pronto..."




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