No llores, mi Princesa

CAPÍTULO 28

Todos los días paso a su habitación, pero Catalina sigue en coma. Los médicos siguen siendo optimistas, o al menos lo aparentan para darme ánimo. Lo cierto es que cada día me siento más y más desconsolado. Catalina sigue inmovil y pálida, si no fuese por los látidos de su corazón reflejados en la máquina no tendría ninguna prueba que estuviera con vida.
Me siento a la par suya, y trago con fuerza. Nunca me he sentido tan impotente y triste. Los días se vuelven eternos, y las noches una tortura. Ya no atiendo la universidad y los profesores ya se dieron por vencidos conmigo; la última vez que entré en la oficina del rector principal de la carrera me echo una diarrea de hipocresía que no logré soportar; a los pocos segundos ordené sus documentos del escritorio para el suelo.
Todos dicen que me entienden, pero no, nadie puede comprender cómo me siento por dentro.
Es mi culpa.
Esa es la verdad.
Catalina, es mí Catalina, y por culpa del Cuervo la estoy perdiendo.
Lo cierto, es mi culpa.
Todo es mi culpa.
Lee me advirtió, y yo me confié.
Pensé ser más inteligente y fuerte que los demás, ahora lo sé: no lo soy. Ya mi corazón no me pertenece, ya no es mío desde el momento en que vi a Catalina esa noche en el puente, con solo una mirada ella me capturó.
Esa noche, Catalina capturó al Cuervo. Me capturó a mí, en mi estado más salvaje y anarquista.
¿Qué haré si no se despierta? ¿Acaso podré sobrevivir sin ella?
Por la pena y del dolor incrustado en mi pecho, sé que no lograré poner un solo tenedor en mi boca, aunque sea una gota de agua. No, la respuesta es un NO, categórico.
Si ella no lo logra, yo tampoco lo lograré.

Sé que esa situación podría compararse al día que perdí a Lucy, pero todo no podría ser más distinto. Al perder a Lucy seguí con mi vida, me rebelé y viví a como Lucy hubiera querido que fuese. Y me gustó, todavía me gusta. Pero, cuando mi camino se cruzó con el de Catalina, fue como una alarma, un llamado para darme cuenta que estaba en la ruta equivocada. Catalina, logró conciliar dos partes de mí que pensaba ser incompatibles.
Y por ello, ella está ahora postrada en esa cama entre la vida y la muerte.
Reteniendo mi emoción, comprimo mis manos sobre mis ojos. No quiero llorar, no lloraré. No vertiré ni una sola gota hasta... No vertiré una gota porque Catalina despertará sé que lo hará.

Los recuerdos de ese día vienen para atormentarme, ¿cómo pudo salir tan mal? Yo la estaba protegiendo, no a la inversa.

―Es que tenías que meterte, ¡verdad!  ¡No te dije que te iba a proteger!  ¡¿Por qué te pusiste en el medio?! Catalina, ¿estás allí? ¿Acaso me puedes escuchar? Sabes, te lo diré de todas formas porque estoy tan enojado contigo que tienes suerte de estar en esa cama. Dios, juro que te daría la nalgada de tu vida, y después te haría el amor hasta que me supliques perdón. Yo... Tú, tú estabas segura detrás de mí. ¿Realmente pensaste que te lo iba a agradecer? Si no lo lográs, Catalina, juro que nunca te lo perdonaré. En qué mundo puedo yo vivir sin ti, ¿dime? ¿Cómo se te ocurrió pensar que podría? ¿No te lo he probado desde que nos conocemos que quiero tu trasero conmigo, a la par mía? De verdad, eres una mocosa. Un dolor en el trasero. Desde el momento que te ví, lo supe. Claro, sabes ese día en la cafetería me importaba una mierda mi camisa. Apenas me di cuenta que erás tú, me enfadé tanto porque no te recordabas de mí. Imgínate cómo quedó mi orgullo contigo. Ni hablar de la vergüenza a frente de todos... Tú, eres tan... tan tú. Catalina... realmente no escuchas mi voz, no sientes el calor de mi mano en la tuya, ni mis besos en tus labios. Tampoco hueles el olor a lavanda en tu habitación. Las traje para ti; me recuerda esa noche en la colina de paseo en mi moto cuando atravesamos los campos de lavanda. Claro, creo que ni te diste cuenta por tener la cabeza metida en las estrellas. Eres increíble sabes, esta noche fue la mejor de mi vida. Estabas tan radiante, feliz y libre que me sentí el hombre más suertudo del mundo porque yo tenía el poder de hacerte sentir de esa forma. Esa noche, me di cuenta que yo era el hombre de tu vida. No podía equivocarme, sabes. Esas cosas se sienten, se viven, no hay explicación alguna. Solo se siente en las tripas, y ahora que nos conocimos, que te tuve en mis brazos, no pienso rendirme, vendré todos los días, todos los meses, si es necesario. Pero cariño, mi Princesa yo no quiero ninguna Bella Durmiente, yo quiero a mi Catalina de vuelta.  Así que Princesa, vuelve porque no quieres verme viejo y arrugado, ¿verdad?

Sin saber si llorar o reírme, me levanto y camino alrededor de la habitación en circulos. Los pitidos de la máqina siguen su ritmo como si yo no existiera... y Catalina no se ha movido de un solo centímetro. Frustrado y desesperado me tomo mi cabello en mis manos y miro el techo en busca de un poco de aire. Aún así espero, alguna señal, un cambio de ritmo, un temblor en el párpado, un dedo que se mueve. Espero unos seguntos o minutos, quizas horas; ya ni lo sé, creo que cada vez que vengo me pierdo en la cuenta.

Hasta que la puerta de la habitación se abre y Lee con Luca aparecen. Lee está por abrir la boca, pero nada más con verme la cierra.

―Aguanta, Alessandro ―me dice Lee, antes de abrazarme―. Catalina es fuerte, lo logrará.

Al igual que los médicos, no sé si Lee realmente lo cree o solo si quiere levantarme el ánimo.

―¿Qué hay de Antón? ―pregunto de inmediato, con el enojo apenas contenido.

―Lo estamos buscando, Alessandro.... Yo no sé qué decirte, ni SIM 3 logra meterle la mano encima. Después que el señor Page se lo llevó no supimos más de él.

―Supongo que él y su padre pagaron el precio más alto por traicionar a Page. De ser así, nunca encontraremos nada. Sin pruebas, no hay delito. ¿Qué hay del señor Page? ―consulto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.