No me odies #5

Capítulo 12

Creyó que iba a estar preparada para su frialdad. Pero pensarlo era más fácil que demostrarlo en la vida real. 

Intentó que no le afectara su actitud, ya que en el fondo, él no iba a fijarse en ella. Además, no podía olvidarse de un detalle muy importante. Estaba prometida con lord Erikson. Desde que empezó a ayudar a Caruso, no había visto a su prometido.Aunque no lo veía (a saber si estaría en el club o con algún lío de faldas), a quién se encontraba casi siempre en su casa, era la tía de él. No había que olvidarse que se había convertido en una invitada querida por su madre.

 Por otro lado, el tiempo que pasaba en la consulta de East End le agotaba las fuerzas.

Más de una vez, su madre le preguntó si estaba cansada o no había dormido lo suficiente. Una pregunta que evidenciaba de su parte debilidad. Cada vez que le hacía esa pregunta, ella le respondía con un "no" o una evasiva. Las conversaciones en las comidas no le entusiasmaban demasiado, sobre todo, cuando se mente se empeñaba en estar otra parte que no era el estar con su familia comiendo. No, su mente se distraía bastante hasta llegar la ocasión de encontrarse mirando a la nada durante un largo tiempo. Pero esa distracción no era producido por el cansancio,  sino por él...

¿Qué podría hacer para olvidarlo?

¿No ir más a la consulta?

Casi al pensarlo, se le había paralizado el corazón y una angustia palpable se le instaló en el pecho. Esa opción por ahora no era viable para ella. No lo quería considerar ni planteárselo. Posiblemente cuando se acercara la fecha de la boda, pero no antes. 

Al día siguiente, lo iba a ver y trataría que no le afectara su impasible comportamiento hacia ella. Ni siquiera le había dado la llave para cuando ella llegase antes, entrase. Esa acción, era un gesto más que le demostraba que no confiaba en ella y le guardaba rencor. 

Aunque no quería sentir, la tristeza la embargaba.

Menos mal que su madre cuando la veía así de triste, pensaba que sería por Erikson y no por otro hombre. 

***

Al despertar de una nueva mañana, había amanecido Londres encapotado de nubes, provocando que el ánimo decayera para más de una persona. Incluso, animaba a la gente no salir de sus casas. El invierno estaba siendo más duro en ese año y podía ser que hubiera más de un enfermo que iría a la consulta. No se equivocó. 

En ese día, había más personas que otros días. Se notaba que nadie era ajeno al frío. Ni siquiera ella que lo tenía de primera mano, andaba y respiraba. La comparación hizo que de sus labios surgiera una sonrisa, aunque la escondió cuando dicha persona pasó por delante de ella. La rutina volvía a ser la misma. Sin variar ni un pelo. 

A veces, se preguntaba qué haría falta para sacarlo de sus casillas. Solo una vez presenció ese descontrol de emociones cuando la pilló con Owen en esa fiesta de disfraces, hacía siete años. Nunca más lo vio furioso. Mentía. Sí, si se acordaba algo parecido a la furia. Fue unos segundos cuando él bajó de las escaleras de su casa, al día siguiente de la fiesta tras discutir con Bryanne. Sus ojos chispeaban y su rostro contraído por el enfado. 

¿Y la pasión?

Sus mejillas se sonrojaron cuando esa pregunta se coló en su mente.

Seguramente, la habría tenido con mi hermana o con alguna muchacha extranjera durante el tiempo que él estuvo fuera. 

No le gustó mucho esa respuesta que ella misma se dio. Se notaba que el aburrimiento y el cansancio la estaba afectando. Por suerte, esa jornada iba a terminar pronto. Sin darse cuenta, sabiendo que no había pacientes en el vestíbulo, sus ojos se cerraron.

Iba a ser unos minutos...

***

Charles acabó despidiendo al último enfermo del día. Los resfriados eran muy comunes en esa época del año. Sin embargo, había que tener cuidado porque un resfriado mal curado podía causar la muerte o provocar una pulmonía o neumonía. Cuando su último paciente y él salieron, se dieron cuenta de que alguien, más bien una mujercita, se había dormido. El señor que estaba enfermo salió sin hacer mucho ruido, conmovido por el sueño apacible de la rubia.

En cambio, el otro señor no tan mayor se quedó mirándola. Más de la cuenta. 

No podía creerse que la joven se había quedado dormida, pero viendo el movimiento de su pecho elevarse y un mechón de pelo que volaba cada vez que soltaba el aliento de sus labios entreabiertos le indicaban lo dormida que estaba. Hasta las gafas se habían torcido un poco sobre el puente de la nariz.

Nunca se quitaba las gafas. 

¿Cómo sería el color sus ojos?

Esa pregunta le hizo tensarse. Ya que no era la primera vez que se lo preguntaba. Debería darse la vuelta o despertarla. Pero no hizo nada de eso. Se acercó más queriendo ser testigo de su sueño. Se percató de otros detalles, como las pecas doradas que adornaban la piel de su rostro. Era como si un hada le hubiera rociado motitas.




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