El corazón se le subió a la garganta cuando el hombre que amaba se detenía de repente y se ponía tenso. Estaba tan preocupada de salir airosos de esa situación, temiendo de que alguien los pillasen y detuviesen sus pasos, su felicidad se esfumase delante de sus narices.
Habían salido de la casa por la parte trasera, camuflándose entre el jaleo de los sirvientes que estaban más centrados en atender a sus señores para la boda repentina, que supuestamente se iba a celebrar, ajenos a dos personas que agachaban la cabeza para pasar desapercibidos.
Sin embargo, alguien los estaban esperando cerca de la verja, donde había apostado su caballo, que había tomado prestado de un cochero. Clare no pudo ver a esa persona porque tenía la capucha de la capa tapándole los ojos y la espalda del hombre era tan ancha que no le dejaba ver más.
— Sube — pudo escuchar de los labios de Charles.
Parecía que el ambiente se había puesto tenso y se sintió helada cuando la mano la dejó de sostener.
Iba a decir el por qué iba a subir, cuando él se la repitió con más dureza la orden, y pudo escuchar a esa persona.
— Ella no subirá a ninguna parte. Clarette, ven hacia la casa. ¿No crees que le ha puesto en una situación complicada para venir y manchar totalmente con su reputación? Bastante le ha ayudado en un duelo, que no tenía sentido.
Clare se giró con un nudo en la garganta cuando Owen se enfrentaba a quién fue a su amigo.
— Olsen, esto no tiene que ver contigo — volvió hacia la mujer, que se había parado.
— Por favor, sube — le susurró bajando el tono de voz, dándose cuenta de que había sido bruto.
La mujer lo miró con los ojos, impregnados con el miedo. Él se sintió reflejado por ese miedo. No entendía qué hacía allí Owen. ¿Qué quería? El pensamiento que él pudiera albergar un interés más por ella, le encendió la sangre. Pero se intentó calmar, no quería perder los papeles cuando dependía de él, irse de allí.
— Clare, piénsalo — se acercó Owen para sorpresa de los dos —. Su hermana y yo podemos protegerla de la familia. Si huye será peor y vivirá con el ostracismo de la sociedad. ¿Merece la pena?
— No lo tengo que pensar — dijo en un arrebato e insufló aire en sus pulmones —. Me iré con él. Olsen, no lo haga más difícil.
— ¡No soy yo quién lo hace difícil! — juró y se mesó los cabellos desesperado —. No lo entiende. Será una marginada socialmente.
— No me importa — dijo tajante, aunque por dentro temblaba de los nervios.
— ¡Olsen! — los tres se giraron hacia la figura que apareció delante de ellos, dando pasos firmes y seguros.
Clarette miró a su hermana, y después, a Charles. Pero parecía que no le afectaba la presencia de quién fue su amor. Un nudo creció en su estómago.
— Yo le he pedido que viniera — su marido se quedó con la boca abierta, pero la cerró con los labios apretados—. Es hora de que os marcháis. ¡Vamos!
— No pensaba de que fueras incitar un escándalo aún mayor — le dijo a su esposa, pero esta le importó bien poco su regañina.
Lo miró sin amilanarse.
— No quiero que cometa el error de casarse que yo cometí. Ella no se va a casar, obligada por mis padres.
— ¿Por qué no huiste cuando lo hiciste en nuestro casamiento?
Ajenos a la discusión, que estaban manteniendo. Charles ayudó a la hermana de Bryanne subir a los lomos del caballo. Él hizo una señal con la cabeza de despedida, subió detrás de la mujer. Azotó las riendas, sonando un chasquido en medio del silencio, e impulsó el caballo irse alejándose de ellos.
Apretó la mujer más contra de él, aunque notando sus curvas en su cuerpo tuvo un efecto peligroso, mantuvo la cabeza fría y cabalgaron hasta alejarse del barrio, lejos de Mayfair Park, cuando creyó conveniente, detuvo el caballo.
Caruso bajó antes que ella. Casi bajó con cierto tropiezo, pero Charles evitó que cayera al suelo. Sin poderlo evitar, la abrazó, acunando su cabeza en su pecho.
— ¿Cómo se encuentra?— sentía los temblores del cuerpo femenino ante su contacto, profundizó más el abrazo.
— Tengo miedo — confesó con el corazón latiendo fuertemente —. No quiero que nos pillen.
Olvidándose del odio que lo había instigado durante esos días, meció a la mujer, queriendo transmitirle más fuerza y apoyo. No era ignorante de la situación que le había puesto con su descuido a Rawson. No se había comportado como un caballero. Había sido un imprudente, y lo seguía haciendo sin medir las consecuencias. Estaba a punto de perderse y la oscuridad envolverlo por completo.