Verla enfrente de él, después de los años que habían pasado, con el veneno de la traición que le había estado royendo por cada extremidad de su cuerpo durante años, ahora no sentía nada. Estaba vacío. No servía de nada castigándola por aquello que no tuvo culpa. La tuvo él por su ceguera. Podría sentir más, pero en su pecho, no hubo esa explosión de emociones cuando a uno le pasaba por estar enamorado fervientemente de esa persona.
Bryanne se dio cuenta de su presencia antes de darse la vuelta. Había venido a petición suya. Estaba paseando de un lado para otro cerca de las escaleras, nerviosa ante la espera de los nuevos acontecimientos. Paró sus pasos y se giró hacia él.
— Caruso — él le respondió con un saludo de la cabeza, pero sin aproximarse a ella —.No hay tiempo para hablar. Mi hermana se encuentra arriba — Charles asintió e hizo el ademán de subir los escalones, sin embargo se detuvo.
Era algo que debía hacer.
— Lady Olsen — podría haber sentido un puñetazo en el estómago al nombrar ese título que había odiado años atrás como un recordatorio de su deslealtad —. Se merece una disculpa de mi parte. La culpé de un engaño que no lo orquestó.
La mujer, que amó hacía un tiempo y en su juventud, podría haberle replicado, pero negó con la cabeza y lo miró con compasión. Se acercó hacia él , no sin antes de mirar a su alrededor para asegurarse de que no venía alguien.
— No tiene que disculparse. El amor que compartimos no era tan fuerte — esbozó una sonrisa que se notaba cierta culpabilidad y nostalgia —. El tiempo o el destino hubiera hecho lo inevitable. Nos quisimos pero eso tenía su final. Lo único que lamento que haya sufrido todo este tiempo.
¿Sufrido? Ella no sabía el infierno que había vivido.
Charles asintió con cierto hiel corriendo en sus venas. Ambos se miraron creándose un ambiente raro, no tenso, sino raro. No eran dos desconocidos. Habían sido una pareja, amantes. Tenían una historia detrás de sus espaldas. No se podía borrar de un plumazo los buenos momentos que habían pasado juntos. Sin embargo, la situación actual y presente teñía esos recuerdos por otros. Por otros sentimientos que no eran los mismos del pasado. Habían cambiado. Los dos lo sabían. No se amaban; no se querían como antaño. La tensión sexual no existía porque en sus corazones no eran dueños de ellos. Sino de otros, que no querían decirlo en voz alta, pero estaban.
Viendo que no iba a decir nada, el hombre fue subiendo las escaleras hasta que llegó a escuchar de Bryanne:
— Caruso, no quiero que haga daño a mi hermana. No lo merece. Ella ha sufrido más que usted y yo.
Extrañado por su pregunta, se dio la vuelta, pero la mujer se había marchado, sin darle la oportunidad de replicar. ¿Qué quería decir con que Clarette había sufrido más si era la principal responsable del engaño? Algo se le escapaba, pero esperaba que pronto pudiera resolver ese enigma porque no entendía ese comentario. ¿Por qué había padecido más?
El traqueteo del carruaje lo despertó, volviéndolo al presente con un dolor en el cuello. El cochero seguía con el camino que le había pedido. No había hecho parada aún, aunque lo haría pronto para que los animales descansaran, ellos también. Todavía quedaba trayecto para llegar a su destino. Suspiró con un nuevo crujido en las cervicales. Se notaba que el carruaje no era lugar cómodo para dormir. Alzó una mano para masajearse en la zona del cuello. Notó que a su costado no estaba libre. Dejó la mano caer en su pierna y la miró. A lo contrario que él, la señorita Rawson parecía que dormía con un angelito apoyada en su brazo, que hacía de almohada.
No pudo remediarlo; la tocó pero suavemente para no despertarla. Solo una caricia superficial por su frente desnuda. Aún llevaba ese maquillaje que no le había gustado ver en ella. No necesitaba ningún potingue para embellecer algo de por sí que era hermosa. Porque para él, lo era.
Debería haber parado, pero siguió acariciándola con el toque de una pluma. Suave y sigiloso. No debería haber seguido. No debería haberla besado unas horas antes de llevársela con él. Pero había sido superior a su voluntad. ¿Cómo negarse aquello que su cuerpo ansiaba? No podía, aunque el odio parecía no ser impedimento de ello. Tragó saliva con dificultad y se puso a un lateral con el cuidado de no sobresaltarla. La pegó a él, la envolvió con sus brazos. Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando se percató de que ella, inconsciente porque aún estaba dormida, se acercó aún más a su cuerpo. Ignoró la respuesta inmediata que tuvo en él, y pensó en aquello que había ocurrido antes de encontrarse a Clare, la conversación breve que había tenido con Bryanne.