No me odies, Quiéreme

Volver a confiar.

Alonzo llegó confuso al departamento de Alicia, por un lado, no entendía que es lo que pretendía Erika en buscarlo y amenazarlo con llevarse de regreso a Adrián con ella, Adrián se había convertido en lo más importante para él, y no podía imaginar que por alguna de las locuras de Erika lo perdiera.

Por otro lado, en el trabajo había un mundo de pendientes que el anterior administrador había dejado. Sin embargo, de alguna manera lo estaba disfrutando y si no lo hacía el sueldo que recibiría cada quincena lo compensaba enormemente, lo único extraño era su jefe, aunque solo llevaba un día trabajando lo sentía demasiado interesado en su vida, algo que lo desconcertaba, no entendía porque alguien como Ezequiel Calzate, estaría interesado en la vida de cualquiera de sus empleados.

Además, estaba el hecho que de alguna forma tenía que convencer a Alicia de que siguiera cuidando a Adrián, de seguro estaba molesta por lo que había sucedido en el revolcadero, pero si ella no quería seguir cuidando a su hijo estaría en un grave problema, otro más a la lista.

Alonzo tocó el timbre del departamento de Alicia, pero a diferencia de otras ocasiones la respuesta no fue inmediata, pegó su oreja a la puerta para tratar de escuchar algún ruido, no obstante, todo parecía tan solitario, haciendo que se empezara a preocupar, debido a la falta de respuesta iba a tocar de nuevo cuando la puerta se abrió para que pudiera observar a una Alicia con la cara adormilada y marcas en la cara de la cocha, evidentemente se acababa de despertar.

Se ve tan adorable, pensó Alonzo, pero inmediatamente recordó que con Erika de vuelta no podía distraerse, lo único que importaba en su vida era Adrián, y aunque Alicia le despertara demasiado interés, entre ellos no podía haber nada.

―Hola, pasa. ―saludó Alicia con una sonrisa, y haciéndose a un lado para dejarlo entrar.

―¿Y Adrián? ―cuestionó Alonzo cuando entró. Alicia bajó la mirada, ya se imaginaba que después del beso con él, su siguiente encuentro sería frío, pero no imagino que le desconcertara tanto.

―Dormido, en mi recamara. ―señaló dónde se encontraba.

―¿Puedo pasar?

―Supongo ―dijo, mientras se encogía de brazos. Alonzo se dirigió hacía la habitación donde se encontraba Adrián, al entrar pudo ver dormido a su hijo sobre la cama de Alicia, verlo en ese halo de tranquilidad, volvió a sentir esa férrea necesidad de hacer lo que fuera para conservarlo junto a él.

―El día que te conocí supe que eres lo mejor que me ha pasado, y no he cambiado de opinión. Sin importar que diga el mundo entero voy a hacer hasta lo imposible porque seas feliz, pero más porque estés conmigo. ―prometió con la voz ronca y una lágrima corriendo por su mejilla. Alicia que siguió a Alonzo hasta su habitación, volteó en otra dirección a pesar de que Alonzo no sabía que los estaba viendo, se sintió como una intrusa, además la desesperación en la voz de él hizo que se le rompiera el corazón.

La desesperación de Alonzo la sorprendió, no entendía porque estaba tan preocupado cuando ella había cuidado con anterioridad a Adrián y hasta el momento no había tenido esa actitud tan extraña, a pesar de sus cuestionamientos sabía que ese momento era intimo de ellos por eso decidió esperar a Alonzo en la sala, con la esperanza de que al menos le resolviera alguna de sus tantas dudas.

―Gracias. ―dijo Alonzo con la voz ronca y los ojos rojos cuando entró a la sala media hora después.

―¿Por qué? ―cuestionaba confundida. A cada palabra o actitud de él, su cabeza tenía más cuestionamientos.

―Por cuidarlo, por no dejarlo solo, a pesar de que ya no querías cuidarlo.

―No entiendo porque piensas que ya no quiero cuidarlo, pero te puedo asegurar que no es así.

―¡Me mandaste un mensaje para preguntar si ibas a cuidar a Adrián!

―¡¿Eh?!

―¡Leí tu mensaje! ―refunfuñó.

―Sigo sin entender porque piensas que ya no quiero cuidarlo ―aclaró―. Es mucho pedir si te sientas, no quiero terminar con torticolis, y la verdad no es que me quiera parar. ―pidió, Alonzo se sentó inmediatamente.

―Perdón.

―No hay problema, sigo sin entender porque crees que no seguiré cuidando a Adrián. ¿Será qué me puedes explicar?

―Mejor explícame por qué enviaste ese mensaje, la única razón que encuentro es que ya no quieres cuidarlo.

―Yo… creí que te habías molestado porque te besé en la pecera…

―¿Perdón? ―espetó.

―Vas a despertar a Adrián. ―recordó―. En serio, Alonzo eres el ser más desesperante que conozco, no logro seguirte el ritmo. A medio día estabas de un humor tan agradable y en estos momentos parece que ni tú te aguantas. ¿Estás en tus días?

―Muy simpática, Alicia ―agregó irónico―. No me puedes culpar por estar de mal humor, cuando siento que estoy en un mundo alterno, y se supone he vivido situaciones de las que no recuerdo.

―¿Me vas a decir que no sucedió?




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