Definitivamente esta casa no vale una furgoneta. Es realmente grande y hermosa, sus paredes crema y los enormes adornos por toda la casa solo muestran que es lujosa, cuadros de pinturas y diversas puertas a habitaciones. Camino lentamente hasta llegar al patio, la puerta se encontraba abierta así que si se metía un ladrón no me sorprendería en lo absoluto.
Se escuchan fuertes risas, el olor a alcohol y cigarrillo hace que mi nariz pique. Nunca me gusto el cigarrillo.
—…que no, solo fue una vez y luego —el señor de larga barba rompe en risa acompañado por todos los oyentes.
La señora F estaba en compañía de aproximadamente 7 personas, en ellas también se encontraban los dos hombres de la vez pasada. Busque con la mirada por todos los presentes pero no había ni rastro de Antonella. Una de las señoras me observo y me llevo hasta el centro donde todos se encontraban.
¿Acaso todos ellos tenían esa costumbre?
—Felipsie, tu hija es muy linda.
—Ella no es mi hija, Rina. Ella es Blair, su mejor amiga —explica la señora mirándome con sorpresa—. Blair, no esperaba tu visita y menos a estas horas ¿Le ha pasado algo a Nella?
—No. Ella quería hablar con usted pero la perdí de vista y ahora ni siquiera la encuentro.
—Ella ¿Esta aquí? —pregunta incrédula y yo asiento.
—Seguro que ahora viene Felipsie. ¿Quieres una cerveza Blair? —el señor que llevaba el porro de la vez pasada, me mostro una botella de cerveza—. ¿Te apetece?
—No gracias, estoy bajando el alcohol en mi sangre —miento, no había bebido mucho ya que el alcohol y yo solo nos veíamos en ocasiones especiales.
—Sera para la próxima —sugiere.
—No crees que estas muy viejo para estar coqueteando, Rark. Ella podría ser tu hija —señala la señora que me había llevado hasta el centro.
—La edad solo es un número.
—Un número muy alto de diferencia —sentencio y todas las personas me quedan mirando.
podría ser mi padre y aunque tiene esa apariencia hipster sus ojos grises resaltan en su rostro, son muy oscuros a comparación de los míos; debe de estar en base de los cuarenta y cinco pero su atractivo debe llamar mucho la atención de todas las señoras. Muerdo mi labio y observo a Elipsie quien al igual que todos no esperaba esa respuesta.
—Al fin te dieron en tu punto débil, viejo mañoso.
—Oh, cállate Jaime que ni Rina voltea a verte, al menos yo lo intento —me guiña uno de sus ojos grises.
—Bien, mejor sigo contando mis chistes —el señor de barba vuelve a tener la atención de todos—. Les diré que…
—¿Segura que ella está aquí?
—Sí, venimos de un club. ¡Auch! —chillo cuando la señora F toca el moretón que tengo—, eso dolió.
—Se pelearon —afirmo.
—Con ella no, con un grupo de desconocidas.
—¿Nella está bien?
—Sí, solo fue un mal entendido, en el que Fabrizio y yo salimos lastimados y Anto sin ningún golpe más que rasguños superficiales.
—Esa es mi niña —habla orgullosa—, espera ¿Fabrizio? ¿Nuestro vecino?
—Eso fue lo que él me conto, creo que vivía por aquí.
—A dos casas, se mudó cuando consiguió trabajo, un gran chico. ¿Dónde se están quedando? —el interrogatorio de toda madre protectora.
Le tuve que hacer una larga conversación de todo lo que habíamos hecho, donde estábamos quedando y que Anto está bien, solo que no la encontraba. Las madres podían sacar tantas preguntas como se las propusieran.
una hora estuvimos buscando a Anto pero ni rastro de ella, la fogata ya había sido apagada así que no pudimos pegar ojo hasta que el mensaje de Anto llegó: Estoy ocupada, luego te cuento. Pudimos respirar tranquilas, al menos estaba a salvo; por el contrario, yo tenía que buscar un taxi a las cinco y media de la madrugada.
—Hola —me saludan unos traviesos ojos volteados de cabeza. Me levanto de golpe— ¡Auch! Parecías más amable ayer.
—¿Jimena?
—Blair.
¿Tú? ¿Qué hora es? —pregunto sobando mi frente. Ahora es posible que tenga un enorme cacho.
—Las once de la mañana, sabias que abrazas mientras duermes —si lo sabía, por eso tengo una almohada extra— ¿Qué piensas?
—¿Qué pienso de qué?
—De tus trenzas —frunzo el ceño y antes de que pueda decir algo me toco el cabello, solo la parte delantera se siente entrelazada, la parte trasera aun esta suelta—. Estabas dormida así que no pude hacer mucho.
—Mmm… ¿Y Lucía?
—Ah ella, está cocinando el almuerzo. Yo decidí darte los buenos días.
—Que amable.
—Lo soy —presume pestañando repetidas veces— ¿Te piensas quedar, aquí?
—No, solo vine por una visita —busco mi teléfono, el cual se encuentra pagado—. ¿Tienes donde cargar mi teléfono?