—Bueno Blair, como nos dijiste que nunca has hecho esto, te mostraremos como se hace para que luego tú también lo hagas ¿De acuerdo? —Elsa me observa atentamente con sus ojos pardos.
—De acuerdo.
—Si no te gusta solo háznoslo saber ¿De acuerdo? —la pelinegra me da una sonrisa.
Parece que ellas están mucho más nerviosas que yo. Tomo la cajita que me han entregado y veo la maravilla de accesorios hecho mano, desde pulsera, artes, collares y adornos.
—¿Me pueden enseñar a hacer esto? —pregunto con un collar en la mano.
—Claro, cariño. Qué clase de amigas seriamos si no te enseñáramos a hacer bisutería —habla Fátima con falsa ofensa—. En vista que no hablas italiano ¿Qué idiomas dominas?
—Ingles, chino mandarín y quechua —respondo orgullosa y ellas se dan una mirada—, los aprendí en la universidad. Antonella me enseñaba italiano pero luego se aburrió, no le gusta enseñar.
—Sabes que aquí los únicos idiomas que se hablan son el italiano, alemán, francés y romanche —me dice la rubia algo preocupada— pero el inglés todo el mundo lo domina, así que veamos que pasa.
Observe como Elsa caminaba ofreciendo los accesorios, tiene buen carisma incluso se pone a conversar con los turistas que vienen de visita. Fátima me da un golpe con su cadera antes de acercarse y ofrecerle a algunas personas, creo que era mi turno.
—Ho–hola ¿Te gustaría comprar uno? —pregunto en inglés.
—Ich spreche kein Englisch, sorry
—Mmm —fue lo único que dije.
Pase como cuarenta y cinco minutos buscando a alguien que hable inglés, Grossmünster es un templo de estilo románico, había investigado sobre esto, está construido junto al río Limmat. Si algo me había dado cuenta en Suiza era que tenía varios lagos y montañas.
tuve mi primera compra me emocione, no sabía si saltar o abrazar a la señora que solo me vio sonriendo, se sentía muy bien vender. No me canse de ofrecer las pulseras hasta que el frío se hizo más pronunciado y la nieve empezó a caer poco a poco. Cinco pulseras, tres collares y un anillo, no estaba nada mal. Al ver un Starbucks se me hizo agua a la boca, había visto muchos pero ahora el frío estaba en mi cuerpo y yo quería solo algo caliente.
—Blair —llama Elsa.
—¿Si?
—Tenemos que irnos —Fátima me toma de la mano para jalarme y subir a la furgoneta.
—Tomemos un café —propongo—, se ve tan caliente y delicioso, que con solo olerlo ya estaría satisfecha.
—Blair —dicen ambas al mismo tiempo.
—No es que no queramos, es que tenemos que ahorrar, no es fácil viajar por todo el mundo sabes. Trabajar es muy importante, tienes que buscar la manera de cuidar el dinero —veo los ojos miel de Fátima—, es difícil, no siempre tienes un montón de dinero pero es divertido. Algún día pienso en contarles mis aventuras a mis nietos.
—Tengo una idea.
Nunca había probado café con chocolate, mamá odia lo dulce y por ende me enseñaba a que eso era malo para mi cuerpo. Elsa preparaba el mejor café con chocolate que había probado y aunque era mi primer café con chocolate, definitivamente se volvería mi bebida favorita. «Tal vez no lo podamos comprar pero lo podemos preparar» era una buena frase, lo que nos íbamos a gastar comprando los cafés solo llegaba a la cuarta parte.
—¿Y el dinero para qué es? Si se puede saber claro.
planeado ir a Grecia y nos falta algo de dinero así que, creemos que podemos sacar algunos francos suizos vendiendo accesorios —responde Elsa sorbiendo de su café.
frío cada día se hacía más intenso, agradecía por traer mucha ropa pero tenía que lavar alguna de mis prendas, no me gustaba llevar nada cochino en mi maleta. El dolor seguía persistiendo en mi vientre así que opte por echarme en la cama y llamar a mi madre que por cierto, ni sus luces, llevaba más de una semana fuera de casa y a ella ni le importaba.
chillido salió de mis labios por ver que no habían dos cosas en el baño: papel y toallas higiénicas. Deje un papel higiénico ayer ¿Cómo era posible que se acabara tan rápido? y… y como me pudo tocar mi menstruación un 10 si a mí me vienen todos los 15, para colmo Anto y Arthur pasaban su momento chicle de la relación y mi teléfono lo había dejado en la cama.
—Anto —dije en un hilo de voz al escuchar pasos—, An, necesito que vengas.
Los pasos se siguen escuchando y al instante sé que no es mi mejor amiga.
—Blair —escucho una falsa voz aguda— ¿Qué necesitas?
—Demonios, Wyatt ¿Puedes llamar a Antonella? Es una emergencia.
—Ni siquiera un por fis —habla con voz dulce—, a veces parece que me mandaras, como si fueras mi madre. Ni siquiera me extrañaste por no haber estado estos días.
—Wyatt, no estoy jugando, en verdad es una emergencia. ¡Ayer deje un papel higiénico! ¡Porque no acaban tan rápido! —no puedo evitar gritar, es que si lo gastan deben poner otro para que uno no vaya pidiendo papel a gritos y menos a extraños— ¡Wyatt! Llama a Antonella.