—¡Esto es impresionante! ¿Cómo pudiste? Tú… mentiroso —camino de un lado a otro—, tonto, eres un tonto, creí que respetarías mi decisión.
—Pero dijiste que no querías viajar conmigo ‘Solos’ le dije a todos si querían viajar y aceptaron a primera hora llegamos aquí, era una sorpresa para ti —contesta Wyatt calmado—, incluso tenemos pensado saltar en esquí.
—¿Siempre quieres salirte con la tuya?
—Si es contigo, sí —ruedo los ojos y me siento en el sofá—, dijiste que con el tiempo conoces a las personas. Quiero que me conozcas, y no puedes conocerme si no estoy contigo.
—¿Cómo sé que no me mentiras o me engañaras?
—Yo, soy transparente y no te mostrare con palabras, lo que puedo hacer con acciones. Disfruta tu desayuno, gelatinita roja —gruñí al escuchar ese estúpido apelativo.
Estaba tan molesta con mi mejor amiga por prestarse para cosas como estas, cambiar nuestra ruta de viaje no solo cambiaba nuestros planes sino también el presupuesto que teníamos, había ahorrado casi seis meses para tener el presupuesto suficiente como para vacacionar, sin contar cosas como el hospedaje el cual íbamos a hacer en la casa de los amigos de Antonella en las escalas propuestas, no me imagine convivir con extraños en una casa rodante.
Compramos la tarjeta de Innsbruck para viajar a en autobús, cuando llegamos a Bergisel Ski Jump fue cuando el miedo a la altura me atemorizo, movía mis pies inquietamente mientras estábamos en el teleférico. Eran aproximadamente las tres de la tarde y ya había muchas personas que estaban bajando por la pista de esquí, no sería capaz de tirarme, el miedo estaba latente tanto en mi corazón y mi cabeza. Soy una miedosa cobarde, lo admito.
—¿Qué tienes? —me pregunta el castaño acomodando su bufanda, parecer un chico con mucho calor, hoy estaba muy abrigado.
—Nada.
Estábamos esperando a que nos coloquen los implementos para esquiar, mi vista fue a ver el largo tramo que me deparaba como modo de descenso. La única vez que me lance fue en las dunas de Ica y ni siquiera lo hice de pie, sino sentada sobre la tabla.
—Blair ¿Segura que no tienes nada? —asiento, viendo aterrorizada como Anto se coloca el casco—. ¿No quieres esquiar?
—¡Eres vidente!
—Ja, que gracioso —ironiza lamiendo sus labios carmesí—, es hermoso, sentir la adrenalina en tu cuerpo, con miedo y ansiedad pero sobre todo emoción. Esquiar es espectacular, no me agradaría que perdieras esta oportunidad, te invite a que la conocieras.
—¿Lo harás? —cuestiono en un hilo de voz, las alturas son mi punto débil.
—Por supuesto.
—Yo le tengo miedo a las alturas —confieso avergonzada. Muy pocas personas sabían de mis miedos—, no creo ser capaz de esto Wyatt, yo mejor los espero en el mirador.
Me dispongo a caminar ya que Arthur estaba poniéndose las fijaciones y mi turno ya se venía en menos de diez segundos. Huir era la mejor opción. La enguantada mano de Wyatt me toma por sorpresa y antes de que pueda refutar, se quita el bonito gorro de lana color café, su cabello lacio está apuntando a diferentes lugares, lo que hace que ría. El contacto del cálido gorro con mi cabeza no es lo que hace que mis sentidos se vuelvan más sensibles, el acto es muy tierno.
—Pues con este gorro, no va a pasar nada —aprieto los labios, ya que me trata como una niña pequeña—. No me tientes a hacer algo que no puedo, vamos Blair puedes hacerlo, yo estaré para ti y si te caes te ayudare a levantarte, si tienes miedo todo el tiempo no disfrutaras de la vida.
—¿Porque siempre hablas así? ¿Has pensado en estudiar filosofía? Lo haces muy bien, o bien podrías hacerle la competencia a Antonella como psícoloco.
—Lo pensare, ahora es tu turno.
No podía creer que iba a hacer esto, seguiría los consejos de Wyatt y me tiraría por esta pista de esquí. Pase saliva, la señorita me indico que me acercara.
—¿También vas a bajar Wyatt? —el rubio mira a su mejor amigo confundido—. Oh, no. No. He tenido una visión, no, algo malo va a pasar, es muy peligroso bajar por esta pista, no es recomendable. Señorita creo que no debe admitir más personas —el terror expresado en su rostro— algo sumamente terrible va a pasar.
—Ya no voy a bajar.
Me dirigí hacia el mirador donde se podían apreciar a todas las personas descendiendo y sobre todo el panorama de Innsbruck, las montañas eran hermosas y aunque tenían un gris opaco por el invierno, eso no le quitaba ni una pizca de lo maravilloso que era, desde aquí te podías sentir como una ave que observa todo desde las alturas. Opte por dirigirme al restaurant y esperar a todos ahí, no era esa la idea pero aunque suene tonto y estúpido, lo que dijo Arthur me dio miedo.
Pedí una tarta mientras escribía en mi teléfono.
Chico Lindo: Pero ¿Estas tranquila?
Yo: Si J
Chico Lindo: ¿Quieres conversar?
Yo: Mmm, no lo sé ¿Tú quieres?
Chico Lindo: Sabes que siempre que se trate de ti, me tomare un espacio.
Cuando iba a responderle, las agiles manos enguantadas me quitan el teléfono, maldigo al ser tan pequeña a comparación de él. Empinarse es una buena opción, la cual opto, su bufanda pica mi nariz y hace que estornude; Wyatt lee mis conversaciones, muy tranquilo, como si tuviera el permiso de hacerlo. Su rostro baja y estampa sus labios con los míos, fue corto y muy rápido.
Instantáneamente me separe de él sentándome en la mesa donde esperaba mi tarta, mis mejillas quemaban, Wyatt tenía ese efecto en mi cuerpo. Siguió con mi teléfono, como si mi atenta mirada no estuviera en él. No me dieron más ganas de luchar por ese aparato, ya que probablemente mi cuerpo pediría mucho más que un corto beso.
—No fue gracioso —pongo los ojos en blanco.
—Eres fría, ah pero con Fabrizio, no lo eres. Creo que me siento herido por cómo te comportas conmigo.