No me rendiré

3. Jefe nuevo

El ascensor tarda más de lo habitual, o tal vez soy yo quien está impaciente. En el reflejo del acero bruñido, repaso mi imagen una vez más como si tuviese algún arreglo: el cabello castaño, mis ojeras cansadas, mis ojos verdes apagados y mi rodete intentando despejarme el semblante. El abrigo oscuro cubre mi creciente vientre, pero ya no hay forma de esconderlo del todo. Mis compañeros lo saben, y aunque han sido amables, siempre siento esas miradas: curiosas, compasivas, incluso un poco incómodas por mucho que el tiempo pase. Es como si mi embarazo fuera un recordatorio de algo que ellos no quieren pensar demasiado.

Cuando las puertas se abren en el sexto piso, el bullicio de la oficina me recibe de lleno. Teléfonos que suenan, teclados que repiquetean, murmullos que flotan en el aire. Camino despacio hacia mi escritorio, intentando no llamar la atención, pero mi mejor amiga, Kate, me intercepta antes de que pueda llegar lo cual puede ser debido a que hoy tengo algunas entregas de vehículos ya comprometidas.

—¡Por fin llegas!—exclama, levantándose de su silla para venir hacia mí con sus ondas negro azabache balanceándose. Lleva su café en una mano y un puñado de carpetas en la otra—. ¿Ya te enteraste?

—¿Enterarme de qué? —pregunto, dejando mi bolso sobre el escritorio.

—Tenemos un nuevo jefe —dice con los ojos azules abiertos de par en par, como si acabara de anunciar que llegó una celebridad a la oficina—. Nadie lo esperaba. Ni siquiera Jerry —añade en voz baja, señalando hacia el escritorio vacío del antiguo gerente. Bueno, una parte de mí sabía que algo así podía llegar a suceder.

—¿Un nuevo jefe? —repito, tratando de procesar la noticia. No había oído nada sobre esto. Y, para ser honesta, no estoy segura de si tengo energía para lidiar con cambios ahora mismo.

—Sí, llegó temprano esta mañana. Alto, guapo, y con una sonrisa que debería venir con advertencias de seguridad. ¡Y tiene acento, Emma! Creo que es británico. Un bombonazo británico.

Kate siempre exagera, pero no puedo evitar reírme, tiene buen sentido del humor y es contagioso.

—¿Eso es lo único que te importa? ¿El acento? —bromeo, quitándome el abrigo y acomodándolo en mi silla.

—Por supuesto que no. También importa que parece saber lo que hace. Aunque... —Se inclina hacia mí, como si fuera a contarme un secreto—. Ha preguntado por ti.

—¿Por mí? —La pregunta sale antes de que pueda evitarlo. Mi mente corre en círculos. ¿Qué podría querer un nuevo jefe conmigo?—. Ah, sí, claro, seguramente saber cuánto tomaré licencia por embarazo así mi barriga no es un impedimento en la empresa para la entrega de coches. La quita glamour a la empresa una embarazada entregando autor de alta gama, supongo.

Antes de que Kate pueda responder, suena el teléfono de mi escritorio. Contesto, y la voz de la asistente personal del nuevo gerente llena mis oídos.

—Señorita Parker, el señor Harrison quiere verla en su oficina. Ahora mismo, si es posible.

Miro a Kate, que me devuelve una sonrisa llena de intriga.

—Bueno, ahí lo tienes —dice, señalándome hacia la oficina, derechito al fondo del pasillo.

Recojo mi libreta y un bolígrafo, como si necesitara alguna excusa para entrar preparada, y camino hacia la puerta de vidrio que ahora lleva un nombre nuevo: Christopher Harrison, Gerente General.

Cuando entro, me detengo por un momento. La oficina es espaciosa y minimalista, con muebles modernos y una vista espectacular de la ciudad. Ha cambiado algunas cosas de lugar que antes Jerry tenía de modo un poco grotesco. Pero nada de eso importa, porque mis ojos se detienen en él.

Christopher Harrison está sentado detrás del escritorio, revisando un archivo. Es, sin duda, el hombre más atractivo que he visto en mucho tiempo. Alto, de cabello oscuro y perfectamente peinado, con un traje que parece hecho a medida de sus hombros y espalda completamente amplios y cuello ancho. Cuando levanta la vista, me sonríe de una manera que me deja momentáneamente sin aire.

—Señorita Parker —dice con una voz profunda y educada, ese acento británico que Kate mencionó. Se pone de pie y me extiende la mano—. Soy Christopher Harrison. Encantado de conocerla.

—Emma Parker—respondo, apretando su mano rápidamente antes de sentarme. Mi voz suena demasiado formal, casi robótica. Estoy nerviosa, y lo odio. Odio estar nerviosa delante de él.

—Quería reunirme con usted personalmente —dice, volviendo a sentarse y cruzando las manos sobre el escritorio—. Sé que está en un momento especial, esperando a su bebé. Quiero que sepa que tiene todo mi apoyo. Si en algún momento necesita algo, ya sea ajustar sus horarios, reducir su carga laboral o incluso comenzar su licencia antes de lo planeado, no dude en decírmelo. Estoy aquí para facilitarle las cosas y quiero que cuente conmigo, con mi confianza.

Lo miro fijamente, tratando de encontrar algún rastro de condescendencia en su tono, pero no lo hay. Es sincero. Y eso me desarma más que cualquier otra cosa.

—Gracias, señor Harrison. Lo aprecio mucho. Pero estoy bien, realmente. Puedo manejarlo, aunque no dudaré en contar con su ayuda en cuanto sea posible.

—Me alegra escuchar eso —responde, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Pero no dude en decirlo si las cosas cambian. Quiero que sepa que estoy a su entera disposición y que su currículum dentro de esta empresa es impresionante. No pongo en duda que será un gran valor en mi paso laboral por nuestro espacio.

Su sonrisa es cálida, y siento un extraño nudo en el pecho. Algo que no había sentido desde… desde Tom. Bajo la mirada, incómoda con mis propios pensamientos. No puede ser. No debería sentirme así.

—Lo tendré en cuenta —digo, levantándome lentamente.

—Perfecto. Puede retirarse. Y, Emma… —me detengo cuando pronuncia mi nombre, tan informal y familiar que hace que mi corazón dé un pequeño salto—. Bienvenida al equipo. Espero que trabajemos bien juntos.




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