No me rendiré

6. ¡Cuidado!

El aire de la mañana está frío y mis pasos resuenan en la acera mientras me acerco a la entrada de la empresa, cruzando hacia el edificio. Estoy distraída, atrapada en mis pensamientos. La imagen de Christopher y Tom juntos no me dejó dormir anoche. Una y otra vez me pregunté cuál era el vínculo entre ellos, cómo se conocieron, y por qué parece que el destino no puede dejar de enredar nuestras vidas.

Aun así, mi mente vuelve a Tom. A su risa, a cómo siempre encontraba algo positivo en cualquier situación, incluso en las peores. Una punzada de nostalgia me atraviesa, y sin darme cuenta, mis pasos se hacen más lentos. Me detengo por un momento, respirando profundamente, pero mis pensamientos me consumen.

Entonces escucho un claxon. El sonido es agudo y cercano, y cuando levanto la vista, veo un coche negro dirigiéndose hacia mí. Mi alma da un salto y quedo de piedra. Estoy en medio del estacionamiento, completamente distraída, y el coche está demasiado cerca.

Me quedo paralizada a sabiendas de que debería empezar a despedirme de la vida. No puedo moverme. Pero el coche frena bruscamente, con las ruedas chirriando contra el pavimento. Doy un paso hacia atrás, tambaleándome, y cuando miro al conductor, mi estómago se revuelve. Es Christopher.

Él baja la ventanilla y me observa con sus ojos como gemas llenos de preocupación y algo de incredulidad.

—¡Emma! —exclama, apagando el motor y saliendo del coche rápidamente—. ¿Estás bien? ¿Qué estabas pensando?

No puedo decir nada al principio. Mi corazón aún late con fuerza, y me aferro a mi bolso como si fuera un salvavidas.

—Lo siento, yo… estaba distraída —murmuro finalmente, sintiéndome estúpida y completamente avergonzada.

Christopher se acerca a mí con sus manos en las caderas, claramente tratando de calmarse.

—Distracción es una cosa, pero eso… —suspira y se pasa una mano por el cabello—. Podrías haber resultado herida.

—Lo sé, fue mi culpa. ¡Lo siento tanto! No estaba prestando atención, venía un poco pensativa, prometo que prestaré más atención de aquí en más—. Mi voz es apenas un susurro, pero él parece escucharme perfectamente.

Se toma un momento antes de responder, y cuando lo hace, su tono es más suave.

—Mira, todos tenemos días malos, pero tienes que cuidarte más, Emma. No es sólo por ti. —Su mirada se desliza hacia mi vientre, y hay algo en sus ojos que me desarma.

—Gracias por preocuparte —digo finalmente, intentando no mirar demasiado tiempo esos ojos que parecen ver demasiado.

Se queda en silencio por un momento, como si estuviera debatiendo si decir algo más. Al final, se limita a asentir.

—Vamos, te llevo. —Señala su coche.

—No hace falta, puedo caminar —protesto, pero él ya está abriendo la puerta del pasajero.

—Emma, después de lo que acaba de pasar, no voy a dejar que cruces este estacionamiento sola. Súbete.

No hay espacio para discutir. Sus palabras son firmes, pero no ásperas, y algo en mí cede. Entro al coche, sintiéndome un poco tonta por cómo se desarrollaron las cosas. Él entra por el lado del conductor, y durante unos segundos, el interior del coche está lleno de un silencio incómodo.

—Gracias —murmuro finalmente.

—No hay problema. Pero en serio, prométeme que estarás más atenta. —Su tono sigue siendo suave, pero hay algo en él que me hace sentir que realmente le importa.

—Lo prometo —respondo, y por primera vez en mucho tiempo, sonrío ligeramente.

Él me devuelve la sonrisa, y durante un segundo, el aire entre nosotros se siente más liviano. Pero luego me invade esa culpa familiar, como una sombra que nunca desaparece. No debería estar notando lo bien que se ve su sonrisa, o cómo su presencia hace que me sienta un poco menos sola.

Cuando llegamos al edificio, me bajo rápidamente, intentando evitar que el momento se prolongue demasiado. Pero no puedo escapar tan fácilmente. Justo al entrar, Kate me intercepta, con los ojos tan abiertos como platos.

—¡¿Qué demonios fue eso?! —me pregunta, señalando hacia el coche de Christopher que aún está estacionado.

—¿Qué fue qué? —intento decir con indiferencia, pero mi voz tiembla un poco.

—¿Tú y Christopher Harrison llegando juntos al trabajo? ¡Por favor, dime que esto no es lo que parece!

—No es nada —respondo rápidamente, intentando calmarla—. Fue una casualidad. Yo estaba distraída y casi… bueno, no importa. Me ofreció un aventón, eso es todo.

—¡Eso no es “todo”! —insiste, cruzando los brazos y mirándome como si estuviera ocultando un gran secreto—. Dime la verdad, Emma. ¿Qué está pasando entre ustedes?

—Nada, Kate. De verdad. Sólo coincidencias. —Intento sonar convincente, pero incluso yo puedo escuchar lo poco creíble que suena.

Ella me mira fijamente por un momento antes de soltar una carcajada.

—Coincidencias. Claro. Vamos, Emma, ¿en serio crees que eso explica la química que se ve entre ustedes? Porque sí, hay química.

—¡No hay química! —protesto, aunque siento cómo mi rostro se calienta.

Kate sigue riéndose mientras me sigue hacia mi escritorio, y aunque intento ignorarla, sus palabras resuenan en mi cabeza. Porque, aunque quiera negarlo, sé que tiene razón en algo: hay chispas. Y eso me asusta más de lo que quiero admitir.

Pero también sé que las coincidencias no significan nada. Nada en absoluto. Me lo repito una y otra vez, esperando que, si lo digo suficientes veces, empiece a creerlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.