No me rendiré

9. Tommy

La luz suave de la sala de ecografías parece envolvernos al entrar, creando un pequeño refugio en medio del bullicio de la clínica. Estoy recostada en la camilla, con el vientre expuesto y un poco de gel frío extendido sobre mi piel, mientras la técnica ajusta los controles del monitor. Christopher está sentado a mi lado, tan silencioso que casi olvido que está allí, pero su presencia es inconfundible.

La pantalla frente a nosotros cobra vida de nuevo, mostrando una imagen en blanco y negro que se mueve suavemente. La técnica sonríe, con esa calidez profesional que parece diseñada para tranquilizar.

—Aquí está su bebé —dice, señalando la pantalla—. Todo se ve perfectamente bien.

Sus palabras me llenan de alivio. Es increíble cómo una simple frase puede disipar tantas preocupaciones que han estado rondando mi cabeza. Pero entonces, ella hace una pausa, su expresión cambiando ligeramente mientras observa más de cerca la imagen.

—¿Les gustaría saber el sexo del bebé? —pregunta, volviéndose hacia mí con una sonrisa.

—Oh, yo no soy el padre, solo soy su jefe—explica Christopher lo cual provoca un semblante de cierta extrañeza en nuestra interlocutora.

Mi corazón da un vuelco. Había pensado en este momento muchas veces, pero ahora que está aquí, me siento atrapada entre la emoción y el miedo.

—Sí, por favor —respondo, con mi voz apenas en un susurro. No había querido saberlo antes hasta bien tuviera cierta garantía con el paso del tiempo.

La técnica ecógrafa asiente y ajusta el monitor nuevamente. Christopher se inclina un poco hacia adelante, sus ojos fijos en la pantalla como si estuviera intentando descifrar el misterio por sí mismo.

—Es un niño —anuncia finalmente, con una sonrisa radiante.

El mundo se detiene por un momento. Un niño. Mi bebé es un niño. De repente, toda la incertidumbre, todo el miedo, se disuelve en una ola de emoción pura. Siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas mientras una sonrisa se extiende por mi rostro.

—Un niño… —murmuro, como si necesitara decirlo en voz alta para creerlo.

Christopher se gira hacia mí, con una expresión que no puedo descifrar del todo. Hay algo en sus ojos, una mezcla de sorpresa y alegría, que me hace sentir aún más conectada con este momento.

—¿Ya has pensado en un nombre? —pregunta la técnica, con una curiosidad genuina.

Miro la pantalla, observando al pequeño cuerpo que se mueve dentro de mí, y en ese instante lo sé. No hay dudas.

—Thomas —respondo, sin dudar. Mi voz es firme, pero está cargada de emoción—. Se llamará Thomas, en honor a su padre.

La técnica sonríe y asiente, pero Christopher parece quedarse inmóvil por un momento. Luego, una pequeña sonrisa aparece en sus labios.

—Tommy —añado, casi en un susurro, dejando que el diminutivo acaricie mis labios por primera vez—. Así le voy a decir.

El sonido del nombre hace que una calidez inesperada me recorra, como si con cada letra estuviera trayendo un pedazo de Tom de vuelta a mi vida. Christopher me mira entonces, con una expresión más suave de lo habitual.

—Es un nombre perfecto —dice finalmente, su voz baja pero cargada de sinceridad.

La técnica, que ha estado observando todo el intercambio, sonríe con un aire de comprensión.

—¿Es su primer hijo? —pregunta, dirigiéndose a Christopher.

La pregunta me sorprende, pero antes de que pueda corregirla, Christopher se aclara la garganta y niega con una sonrisa amable.

—Oh, no. No soy el padre —responde, con un tono tranquilo pero firme—. Sólo estoy aquí para asegurarme de que todo vaya bien.

La técnica parece un poco avergonzada, pero se recupera rápidamente.

—Perdón, lo asumí por cómo la acompaña. No es común ver tanta dedicación.

Christopher no dice nada más, pero su mirada hacia mí lo dice todo. Hay algo en sus ojos que no puedo descifrar del todo, una mezcla de preocupación, ternura y algo más que no me atrevo a identificar. Por mi parte, siento un calor subiendo por mis mejillas, una mezcla de vergüenza y gratitud.

Cuando la ecografía termina y me limpian el gel del vientre, la técnica me entrega una nueva impresión del bebé. Mis dedos tiemblan ligeramente al sostenerla, y la guardo con cuidado en mi bolso, como si fuera el objeto más precioso del mundo.

Mientras salimos del consultorio, Christopher camina a mi lado, tan silencioso como siempre, pero hay una energía diferente entre nosotros. Es como si este momento hubiera creado un lazo que ninguno de los dos entiende del todo.

—Gracias por estar aquí —le digo finalmente, deteniéndome antes de llegar al coche.

Él se detiene también y me mira, sus manos en los bolsillos de su abrigo.

—No tienes que agradecerme, Emma. —Hace una pausa, y por un momento, parece estar buscando las palabras adecuadas—. Pero quiero que sepas que… siempre estaré aquí si me necesitas. Para lo que sea.

Su tono es tan sincero que me deja sin aliento por un segundo. Asiento lentamente, sintiendo que las palabras no son suficientes para expresar lo que estoy pensando.

Cuando finalmente subimos al coche, no puedo evitar mirar la impresión de la ecografía una vez más. Thomas. Tommy. Ya puedo imaginarlo. Y aunque el vacío que dejó Tom nunca desaparecerá, por primera vez siento que hay algo que llena un poco ese espacio.

Mientras Christopher conduce de vuelta, con el motor ronroneando suavemente, me doy cuenta de que este día es uno que recordaré siempre, no sólo porque descubrí que voy a tener un hijo, sino porque por primera vez en mucho tiempo, no me sentí completamente sola.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.