El día siguiente transcurre más lento de lo habitual. El eco de la ecografía aún resuena en mi mente. Tengo la imagen de la ecografía de Tommy pegada en el fondo de mi mente y en mi escritorio, cuidadosamente colocada entre unas carpetas para que nadie la vea salvo yo. Cada vez que la miro, me siento con una mezcla de amor y ansiedad, una que no sé cómo procesar del todo.
Pero el trabajo sigue y con ello, las pequeñas complicaciones que parecen perseguirme. Cerca del mediodía, Kate aparece en mi escritorio, con esa expresión suya que dice que está a punto de soltar algo que no me va a gustar.
—¿Ya te enteraste?—pregunta, cruzándose de brazos y levantando una ceja con exageración dramática.
—¿Enterarme de qué?—respondo, sin levantar la vista de mi computadora.
—Christopher. Te necesita en una reunión con uno de los clientes nuevos. Tú. Con él. A solas. —Su tono es una mezcla de burla y genuina intriga.
Levanto la vista y la miro con incredulidad.
—¿Qué estás diciendo?
—Lo que escuchaste. Me lo dijo él mismo. Quiere que estés ahí para explicar algunos detalles de las entregas de alta gama. Supongo que quiere impresionarlos con tu conocimiento. —Kate se inclina hacia adelante, sonriendo de una manera que no me gusta.
—Es trabajo, Kate. Nada más —digo, aunque mis mejillas se calientan ante la idea de estar en otra situación "a solas" con Christopher.
—Claro, claro. Trabajo. Lo que tú digas. —Se endereza y me lanza un guiño antes de desaparecer entre los escritorios.
Unos minutos después, efectivamente, Christopher aparece en mi escritorio. Está impecable como siempre, con su traje oscuro perfectamente ajustado y esa mirada tranquila pero incisiva que parece ver más allá de lo evidente.
—Emma, necesito que vengas conmigo. Tenemos una reunión con un cliente potencial. Quiero que expliques el proceso de entrega personalizada. —Su tono es profesional, pero algo en su voz me pone los nervios de punta.
—Claro. —Me levanto, tratando de mantener la compostura, pero puedo sentir los ojos de Kate clavados en mi espalda mientras sigo a Christopher hacia la sala de reuniones.
La reunión transcurre sin problemas, al principio. El cliente, un empresario que parece tener más dinero que tiempo, escucha atentamente mientras explico los detalles de las entregas. Christopher interviene de vez en cuando, siempre preciso y carismático, manejando al cliente con una facilidad que admiro. Pero mientras hablo, puedo sentir su mirada sobre mí más de lo necesario. No es algo obvio, pero está ahí, como una corriente silenciosa que me hace tropezar ligeramente con mis palabras.
Cuando la reunión termina, el cliente parece satisfecho y se marcha con una sonrisa, prometiendo volver con una decisión final en unos días. Me dejo caer en una silla tan pronto como la puerta se cierra detrás de él.
—Lo hiciste muy bien —dice Christopher, acercándose a la mesa y apoyándose en el borde.
—Gracias. —Miro hacia mi cuaderno, intentando evitar su mirada.
—Emma. —Su voz tiene un tono más suave, más personal, y eso me obliga a mirarlo. Está más cerca de lo que esperaba, y la intensidad de su mirada me deja sin aliento.
—¿Sí? —pregunto, mi voz un poco más débil de lo que quisiera.
—Sólo quería decirte que aprecio todo lo que estás haciendo. No es fácil manejar todo lo que llevas encima, y lo haces con una fuerza que… —Hace una pausa, buscando las palabras—. Es admirable.
Mi corazón late con fuerza, y sé que debería responder algo, cualquier cosa, pero estoy atrapada en la profundidad de sus ojos. Hay algo en el aire entre nosotros, algo tangible y eléctrico que me asusta y me atrae al mismo tiempo.
—Gracias, Christopher. Tiene mucho valor para mí que me des créditos por ello—digo finalmente, mi voz apenas un susurro.
Por un momento, parece que va a decir algo más, pero se detiene. En cambio, se endereza y me da una pequeña sonrisa.
—Deberíamos volver. Estoy seguro de que Kate ya tiene teorías sobre esto. —Su comentario tiene un toque de humor, pero también es una advertencia.
De regreso en mi escritorio, Kate está, como siempre, esperando.
—Bueno, bueno. ¿Y? ¿Cómo estuvo la “reunión”? —pregunta, exagerando las comillas con sus dedos.
—Kate, fue una reunión de trabajo. Nada más. —Intento sonar convincente, pero sé que mis mejillas aún están un poco sonrojadas.
—Oh, claro. Porque es completamente normal que el jefe insista en llevarte a todas sus reuniones importantes. —Se cruza de brazos, mirándome como si estuviera viendo un episodio de su serie favorita.
—No significa nada —respondo, más para mí misma que para ella.
Pero mientras vuelvo a mirar la imagen de la ecografía de Tommy en mi escritorio, no puedo ignorar la tensión que parece crecer entre Christopher y yo. Y, por más que quiera convencerme de que no significa nada, mi corazón parece tener una opinión completamente distinta.