No mires hacia atrás

Prólogo

2012

Ameghino

Viernes, 2 de marzo

17:28 pm

Un auto negro se adentró en el camino arenoso rodeado de árboles que llevaría a la familia Bernuy a su nuevo hogar.  

El conductor, Juan Bernuy, observó por el espejo retrovisor a sus dos hijas dormir, luego giró su cabeza a la derecha para observar a su esposa, Agatha, que se encontraba mirando a través de la ventana con la mirada perdida.

El auto pegó un salto al pasar por arriba de una piedra que estaba en el camino, lo que causo que Agatha saliera de sus pensamientos y mirara al frente, dónde a pocos metros se podía apreciar una linda y pintoresca casa blanca de dos pisos.

La señora Bernuy con una sonrisa plantada en su rostro se giró hacia sus hijas para despertarlas; encontrándolas ya despiertas. La menor, Selena, se frotaba los ojos con sus pequeñas manos mientras bostezaba y su hermana Sabrina, estaba mirando por la ventana con la mirada llena de curiosidad.

− ¿Ya llegamos? -Preguntó Selena con su dulce voz.

−Sí, cariño. Ya llegamos. −Respondió su padre.

Una vez que el auto se detuvo en frente de la casa, todos bajaron de él. Las niñas agarraron sus maletas más livianas mientras que sus padres tomaron las más pesadas y caminaron hacia la puerta de su nuevo hogar.

Domingo, 4 de marzo

09:00 am

Eran las nueve de la mañana y la familia Bernuy estaba desayunando, Sabrina −que era una adolescente de 17 años− estaba observando su celular muy atenta esperando a recibir una llamada, mientras comía los panqueques que su madre había cocinado. Selena tomaba su leche con chocolate en silencio, mirando a través de la ventana que estaba en la cocina. Y Agatha se encontraba lavando algunos platos junto a su esposo, quien le comentaba acerca de unos arreglos que le quería hacer a la casa.

Ya hacían dos días desde su llegada y todavía no habían ido a recorrer el pueblo al que se habían mudado. Por eso después de desayunar, todos subieron al auto para así recorrer las calles de Ameghino, un pueblo pequeño, dentro de la provincia de Buenos Aires en la Argentina, que no pasaba los ocho mil habitantes. Tenía calles pequeñas y casas pintorescas de todos los tamaños, con jardines llenos de árboles y flores. En el centro estaba la plaza y alrededor de esta cruzando la calle se encontraban todos los edificios considerados importantes, como el hospital, la biblioteca, la estación de policías, la municipalidad, el banco y la iglesia. Y a dos cuadras empezaban a aparecer diversas tiendas.

Se bajaron en uno de los pequeños supermercados de Ameghino -había dos en todo el pueblo−, ya que tenían varias cosas que comprar. El señor y la señora Bernuy entraron en el junto a Selena. Sabrina decidió ir por su cuenta a caminar y observar las demás tiendas.

Iba caminado y dobló en una esquina, ya se encontraba algo alejada de dónde estaba su familia y al mirar para el otro lado de la calle, vio en la vereda del frente una casa ubicada entre dos tiendas; esta se encontraba vieja, abandonada y sin ningún color lleno de vida.

−Parece ser la única en este lugar que no fue pintada por hadas. −Dijo en un susurro, mientras hacia una extraña mueca con sus labios.

Siguió caminando y se dio cuenta de que eran escasas las personas que se encontraban haciendo algún mandado a esa hora y no había visto ningún otro auto además del de sus padres.

Cuando llegó a la esquina de la cuadra, fue a cruzar la calle, pero se detuvo al escuchar el ruido de una puerta cerrándose con fuerza. Miro a su derecha y vio un auto color gris estacionado en la entrada de la casa vieja, y parada en la puerta de esta se encontraba una persona, que antes de entrar dirigió su mirada hacia donde ella estaba parada, para luego cerrar la puerta.

Sabrina con el ceño fruncido, volvió al supermercado, entró y se dispuso a buscar a sus padres y hermana.

Jueves, 15 de marzo

23:30 pm

Los días pasaron y ya hacían dos semanas de la llegada de la familia Bernuy al pueblo, en el que fueron muy bien recibidos por los habitantes de este. Ya se habían establecido completamente en la casa y Selena ya había empezado las clases en el colegio seis días atrás. Y al día siguiente le tocaba empezar a Sabrina su último año en él. Sus padres creían que todo les estaba yendo bien, normal y tranquilo.

La única excepción era Sabrina, que se había estado comportando de forma extraña en los últimos diez días. Apenas les dirigía la palabra a sus padres y con la única que hablaba era su hermanita. Al quinto día de esto, dieron por hecho que todo se debía a los nervios de empezar su último año en un nuevo colegio, lejos de sus amigos.

Después de cenar, todos se dirigieron a sus habitaciones para dormir. Sabrina al llegar cerró la puerta con más fuerza de lo normal, sin despedirse de sus padres y solo dándole una pequeña sonrisa a Selena.

Agatha y Juan se miraron, encogiéndose de hombros sin darle demasiada importancia a lo que acababa de pasar y le dieron un beso a su hija más pequeña, que ya estaba en su cama, antes de entrar en su cuarto a descansar, luego de un largo día.

Martes, 20 de marzo

04:53 am

El reloj en la pared de la habitación de Sabrina indicaba que faltaban siete minutos para las cinco de la madrugada. Faltaba una hora para que sus padres se levantaran. Ella estaba sentada en su cama mirando el reloj esperando a que este marcara las cinco. El sonido de las agujas moviéndose se escucha en todo el cuarto.

Tic-tac Tic-tac Tic-tac

Cuando por fin marcaron las cinco, ella salió de la habitación en silencio. Pasó por la de su hermana, abrió la puerta y la observó dormir por unos segundos. La volvió a cerrar con mucho cuidado y se dirigió a las escaleras, para comenzar a bajar por ellas despacio, ya que todo estaba a oscuras. Una vez abajo, miró hacia arriba prestando atención por si escuchaba algún ruido. Nada. Solo había quietud. Se volteó y sin querer tiró un florero que se encontraba arriba de una pequeña mesita a un lado de las escaleras.




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