Miércoles, 20 de marzo
09:39 am
A la mañana siguiente cuando me desperté, bostecé y me estiré en la cama para luego restregarme los ojos con mis manos. La luz que entraba a través de las cortinas de color lila era fuerte. Se podía ver que habría buen clima, soleado, aunque se podían apreciar las sombras de las ramas moverse, indicando que también había un poco de viento. Sería un lindo día, y ojala trajera con el buenas noticias.
Me giré hacia un lado y tomé mi celular para comprobar la hora, lo prendí, me sorprendí al ver la cantidad de mensajes y llamadas que tenía, no lo había escuchado durante la noche porque tenía la costumbre de tenerlo en vibrador. Eran las nueve y media, me había quedado dormida y no asistí a la escuela.
Agudicé mi oído y pude escuchar que en el comedor estaban mis padres hablando en voz baja.
Por mi mente pasó que tal vez Catalina había aparecido y a eso se debía tanto escándalo. Entonces podría volver a sentir pena por mí misma y la falta que me hacía mi hermana, como todos los años en esta fecha.
Saqué mis piernas de la cama, me levanté con los pies desnudos y luego comencé a caminar hacia la puerta. La abrí y me dirigí al comedor. Cuando mis padres me sintieron llegar se quedaron en silencio. Los miré, ambos se veían muy angustiados, más que cualquiera de los años anteriores. Mi papá me miró y abrió la boca para decir algo, más nada salió de ella, la cerró y bajó la mirada hacia el suelo.
− ¿Qué sucede?, ¿Por qué no me despertaron para ir a la escuela? −Les pregunté al mismo tiempo que me acercaba más a ellos.
Ambos se miraron y luego papá me tomó de las manos para acercarme a la mesa y me dijo que me sentara en una de las sillas.
−Hay algo que debemos decirte... −Lo interrumpí antes de que siguiera hablando.
− ¿Es sobre Catalina? ¿La encontraron? ¿Está en su casa? -Lo llené de preguntas.
−Cariño, silencio, deja que tu padre termine de hablar.
La miré y asentí, volví mí vista a papá, levanté una ceja y esperé a que continuara.
−Sí, es sobre ella, la encontraron. -Sonreí, de pronto la reocupación empezó a irse dando paso a un sentimiento de alivio. Estuve a punto de decir algo, pero me hizo un gesto para que callara y lo hice. Agarró un pequeño mechón de mi cabello negro y lo metió detrás de mí oreja−. La encontraron esta madrugada en una casita que hay en un campo por acá cerca. Ella estaba inconsciente.
− ¿Inconsciente, por qué?, pero... ¿Ya está bien, verdad? -Les pregunté intercambiando mi mirada entre ambos, sintiendo una pequeña opresión en mi pecho, pero aun con la esperanza plantada en mí.
Mi mamá respiró hondo y lo que dijo me dejó petrificada, con mis ojos clavados en ella.
−Creyeron que solo estaba inconsciente, hasta que llegó la ambulancia y pudieron ver que estaba más que eso. Cariño, ella estaba muerta. -Al decir eso último tomó una de mis manos.
No me moví, creo que ni siquiera estaba respirando. Pasaron varios minutos y continué así, inmóvil, no sé cuántos exactamente, tal vez fueron diez o veinte, sólo era vagamente consciente de que ellos estaban hablándome, pero no podía oírlos. Hasta que papá tocó mi hombro y lo apretó.
− ¿Estás bien?
−Sí.
−Pequeña mentirosa, ven aquí. -Me atrajo a sus brazos y comencé a soltar unas pequeñas lágrimas, sintiendo aquella opresión crecer y a la esperanza evaporándose.
Puede que nuestra amistad no haya sido la más cercana, pero era parte del grupo, era nuestra amiga. Y encontraron su cuerpo sin vida el mismo día en que se cumplían siete años de que perdimos a Sabrina. Que horrible coincidencia.
Me había equivocado, el clima no era un presagio de buenas noticias, era el destino, la vida, jugando y burlándose de mí.
Esa tarde nos quedamos en casa, no fuimos al cementerio, mis padres prendieron una vela junto a una foto de Sabrina y cerca de las cinco de la tarde vinieron los mellizos, no hicimos mucho, solo intercambiamos unas pocas palabras de lamento y abrazos para luego quedarnos en silencio, cada uno estuvo metido en su propia mente, en su propio desconsuelo. Supongo que ninguno tenía idea sobre qué decir. Mamá nos preparó el mate y colocó galletitas en un plato, pero apenas los tocamos, menos Belén que detestaba aquella infusión.
En un momento Brendan me mencionó que las clases estarían suspendidas hasta el próximo lunes. Se lo agradecí, era algo que no sabía. Al parecer se quería guardar luto por el fallecimiento de Catalina. Me parecía bien.
Un par de horas más tarde ambos se fueron a su casa. Luego de despedirnos y acordar que nos veríamos al otro día, fui a mi cuarto y estuve ahí haciendo mi tarea, si bien faltaban varios días para ir a la escuela, yo no tenía nada más para hacer.
00:27 am
Horas después me encontraba en el baño, observando mi cansado reflejo en el espejo. Lo que me devolvía la mirada eran un par de ojos azules, apagados, con ojeras oscuras alrededor de ellos. Llevaba el pijama puesto, aunque no creía que pudiera dormir, sino que me costaría desconectar la mente; no dejaba de pensar en todo lo que había sucedido. Primero la desaparición de Sabrina, luego la de Catalina y su muerte. Eso me hizo pensar si ese fue realmente el destino de mi hermana también, la muerte.
Me pasé las manos por la cara.
Vamos, solo respira, Selena. Me dije a mi misma.
Salí del baño y atravesé el pasillo para poder ir a mi cama y tratar de dormir. Mis padres debían seguir despiertos; oía movimiento en su habitación.
−Buenas noches. -Exclamé en voz alta, mientras tocaba el picaporte de la puerta de mi habitación esperando a que me devolvieran el saludo. Lo hicieron y me dispuse a abrir la puerta, pero me detuve al escuchar un golpe venir del interior de esta. Con un poco de nervios, la abrí. Recorrí el lugar con la mirada, esta se detuvo en la ventana. Estaba abierta. No recordaba haberla dejado abierta. Las cortinas se movían a causa del viento que soplaba afuera. Fui a cerrarla, al hacerlo miré a través de la ventana, la calle estaba desierta y la única luz prendida era la de una lámpara conectada al poste de luz.