No mires hacia atrás

Capítulo 11

Domingo, 14 de abril

01:12 am

Cuando llegamos a la ciudad fuimos directamente al cine, allí las horas pasaron rápidas y entretenidas. Al salir y volver a nuestro pequeño pueblo no dejamos de conversar sobre la película que vimos. Había sido impresionante y nuestros corazones quedaron palpitando con tanta rapidez… Pero al despedirme de mis amigos y estar de nuevo en casa, incluso durante la cena, mi mente no dejaba de vagar a lo sucedido en la carretera, tal vez le estaba dando demasiada importancia a algo que no lo ameritaba.

Pero mi mente siempre parecía estar en un bucle con cada situación de mi vida, hasta que no me cansara o encontrará una respuesta no se disipaba.

Es que… ese auto parecía estar esperándonos, no sabía porque, no le encontraba una respuesta razonable, pero algo en mi me decía que así era.

Suspiré y me senté en mi cama. El sueño no quería venir. Me levanté y fui a la mesita de escritorio al frente, corrí la silla y me senté.

Un escalofrío se coló por mi espalda, estaba haciendo frío últimamente, y aunque mi pijama solía ser reconfortante, a veces no bastaba, por lo que agarré una campera de algodón que estaba en el respaldar de la silla, metí mis brazos en ella y cerré el cierre.

Luego me dispuse a prender la computadora. Una vez prendida abrí la aplicación de Netflix y reproduje la serie que estaba mirando en aquellos días: “The viking”.

Existían dos cosas que me gustaba ver en la ficción, superhéroes y épocas pasadas, supongo que Vikingos englobaba ambas, era de época y trataba de personajes que luego se convertirían en héroes, a través de sus hazañas, para su pueblo.

Tardó unos segundos en reproducirse y luego el episodio comenzó, subí mis piernas a la silla y las abracé. Posteriormente apoyé mi cabeza en ellas. Estuve en esa posición durante un largo tiempo, hasta que me cansé y la cambié, pero continué mirando la serie hasta que el sueño entró en mi sistema y me tuve que parar, apagué la computadora y regresé a mi cama. Desde allí observé la ventana, asegurándome que estuviera cerrada, lo estaba. Me acomodé en la almohada y apagué la luz.

 

09:49 am

La ventana abierta. Otra vez. Debía ser hora de decirle a mi papa que se fijara si estaba dañada o qué era lo que pasaba. Esperaba no olvidarme.

Mi celular vibró al recibir un mensaje. Belén. Esa tarde el equipo de fútbol de los chicos tendría un partido, quería saber si yo estaba de acuerdo con que Brendan pasara a buscarme, ella iría más tarde junto a sus padres. Le dije que estaba bien.

Mi estómago gruñó como advertencia de que debía desayunar, fui a la cocina, miré la hora en el reloj que colgaba en la pared: marcaba las 10 de la mañana. Mis papás se encontraban en el patio, papá estaba haciendo asado y mi mamá le hacía compañía, mientras escuchaban algo de música. Agarré el frasco de café y comencé a prepararme uno. Luego me senté en la mesa, acerqué la taza a mis labios y le di un sorbo. Arriba de la mesa quedaban un par de facturas, tomé una medialuna y la mordí.

Mientras comía observé la taza, era celeste. Había varias iguales a esta, mi mamá las había comprado luego de que le insistiera cuando tenía 9 años. Me encantaba el celeste, de hecho ese color predominaba entre mi ropa y objetos hasta la actualidad. No era casualidad que siempre llevara algo de dicho color encima.

Cuando era pequeña Sabrina solía burlarse de eso, literalmente vestía con ese color para todo, me decía la Barbie del celeste. No me enojaba que lo hiciera, para mi yo de 8 años vestir de un solo color era muy cool.

Tal recuerdo me llevó a prestar atención a lo que tenía puesto, nada fuera de lo normal, un jean claro, zapatillas negras y un sweater color lila de lana, el clima estaba fresco. No era muy dedicada a la moda en mi cotidianidad. Era algo simple.

Mi celular volvió a vibrar, tenerlo en vibrador era todo un viaje de ida, la verdad.

Belén me informaba que Brendan me pasaría a buscar a las 14 pm. Le respondí un sencillo “okey”.

Al terminar mi desayuno, para nada producido, como todo en mi vida. Salí al patio y pude apreciar como las hojas de los árboles estaban apoderándose del suelo.

−Buen día, hija.

−Hola, papá, mamá. –los saludé antes de ir hacia una esquina del patio. Donde estaban las herramientas de mi padre. Agarré un rastrillo, no podía ver tantas hojas tapando el pasto y solo dejarlas allí. Aunque sorprenda, desde hacía años me encargaba del jardín de mi casa. Claro, recibía ayuda de mis progenitores, pero ese era mi lugar. Supongo que era mi escape, además de las novelas.

− ¿Hoy vas a ir a la cancha? –me preguntó John, mi papá.

−Sí, juegan los chicos.

−Bien, me voy a pasar por allí luego, si necesitas algo, mándame un mensaje. –asentí.

Continué barriendo las hojas.

Las horas pasaron y Brendan pasó a buscarme. Íbamos caminando por la vereda cuando me dijo que primero teníamos que pasar por la casa de Theo.

−No me responde los mensajes, y faltó al entrenamiento del viernes. No sé qué le pasa. –me contó.




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