12:30 pm
Me detuve a un costado de la calle y me bajé, subí a la vereda empujando la bicicleta para poder apoyarla en un árbol, me agaché y toqué la rueda. Se estaba desinflando.
− ¿Qué pasa? –preguntaron los hermanos al mismo tiempo.
−Creo que está pinchada. –les dije mientras buscaba la causa, fui tocando a lo largo de la rueda hasta que la encontré−. Auch. –me pinché el dedo, tenía algo clavado. Me lleve el dedo a la boca al ver que salía una gota de sangre−. Creo que es una aguja.
Miré mejor la rueda y apreté el lugar en donde estaba clavada, y si, en definitiva, en ella se asomaba una aguja.
− ¿Estas bien? −Brendan se había agachado a mi lado y observaba mi dedo.
−Sí, solo es un pinchazo. Pero tendré que volver caminando y llevando la bici. Cuando llegue a casa le diré a mi papá si puede arreglarla.
Nos enderezamos al mismo tiempo.
−Si quieren pueden seguir, no me molesta volver sola a mi casa. Solo los haré tardar más y sé que no te gusta caminar Belu.
−No me molesta caminar junto a vos, amiga. Vamos.
Le sonreí y agarré la bicicleta del manubrio y comenzamos a caminar. Para ser sincera tampoco era muy propensa a caminar o hacer cualquier ejercicio. Caminaba si debía ir a algún lugar o simplemente utilizaba la bici, más el ejercicio de la escuela en las horas de educación física, y mi talle 38 que dependiendo de la marca de jeans podía ir a 40, no me molestaba y según el médico que atendía a mi familia cuando era necesario, era una jovencita sana. Así que, ¿para qué hacer más ejercicio cuando no lo requería y no me gustaba? Prefería leer. En eso estábamos de acuerdo con Belén. Si llegara a necesitar más lo haría, pero por el momento prefería ser feliz a mi manera.
Llevábamos dos cuadras caminando y ella ya había empezado a quejarse. Me reí por eso.
−Perezosa. Ambas lo son.
−Déjame, no me gusta caminar, espero que con esto entiendas que te amo, Sel. –me hizo un puchero con sus labios.
−Me queda claro, gracias.
−El ejercicio es bueno, hermanita. Siempre viene bien.
−No me interesa, prefiero seguir siendo una gordita feliz.
−Teniendo en cuenta que con Sel comparten ropa, ¿le estas diciendo gorda? –se burló de ella.
−Sele sabe que no es gorda, es muy bonita, y vos también lo sabes. –le dirigió una sonrisa algo cínica a su hermano. Creo que Brendan estaba un poco sonrojado
−Ambas son muy hermosas. –él me miró durante un segundo y volvió la vista al frente.
−Claro. Sel, mira, ya casi llegamos a mi casa –dijo esto último algo entusiasmada, seguro que lo primero que haría al llegar seria tirarse en el sillón−. ¿Te quedas y le digo a papá que te lleve en el auto, puede meter la bicicleta atrás?
−No, está bien, solo me quedan un par de cuadras más, puedo ir sola.
− ¿Sí?, ¿No está muy pesada la bici?
−No haré ejercicio nunca, pero aun así tengo algo de fuerza. Puedo ir sola.
Ellos estuvieron de acuerdo y al llegar a su casa, nos despedimos y continué sola el camino.
Crucé las puertas de mi hogar y un delicioso aroma me recibió. Mi mamá estaba terminando de preparar el almuerzo. Fui a la cocina y allí estaban los dos. Papá tenía platos en sus manos mientras intercambiaban un par de palabras entre ellos. Ella fue la primera en notar mi presencia, al hacerlo me saludó.
−Hija, ve a dejar tus cosas y vuelve para ayudar a poner la mesa, por favor.
−Claro, ahora vuelvo. =ambos me sonrieron.
Caminé rápido a mi habitación, donde me despojé de la mochila dejándola sobre la cama y del delantal que utilizaba para ir al colegio, al ser este uno público, era costumbre ir con esa prenda blanca en muchos de nuestro país, era como un uniforme. Luego volví a la cocina, no sin antes observar mi escritorio, había un libro, no recordaba haberlo dejado allí. No le di mayor importancia y me encaminé de nuevo.
Ayudé con lo que me pidieron y una vez todo puesto sobre la mesa, mama depósito la comida sobre cada uno de los platos y nos dispusimos a comer. Estaba delicioso. Había preparado pastel de papas.
− ¿Qué tal la escuela?
−Bien, nada nuevo. Solo… −dudé entre decirles o no, no sabía si era algo para contarles−. Theo no fue, está actuando medio raro.
− ¿Por? −me encogí de hombros.
−Bueno, ustedes han pasado por algo horrible, cada uno lo está superando a su manera. Así como Facundo, tal vez Theodore también tenga cosas en las que pensar y solo necesite tiempo.
Si, tal vez sea eso, pensé. Pero no me dejaba tranquila.
−No te preocupes, seguro que pronto estará todo bien.
Hice una mueca, eso era algo que siempre me repetían, y las cosas nunca iban bien.