No mires hacia atrás

Capítulo 27

Capítulo 27

20:00 pm

Ya era de noche cuando terminé de hacer la poca tarea que tenía de la escuela y todo estaba en silencio en mi casa, salí de mi habitación y fui a la cocina, ahí estaba mi mamá, levantó la vista de lo que estaba haciendo y me sonrió, le correspondí con una pequeña sonrisa, pasé por al lado suyo y abrí la puerta de la cocina que daba al patio trasero. 

Salí, continué caminando hasta un pequeño banco que había junto a un árbol en el medio del patio, me senté y me apoyé contra el. Respiré el aire puro que la noche me ofrecía y al elevar mi mirada al cielo pude apreciar varias estrellas que me devolvían la mirada, eran pocas ya que el cielo estaba nublado. Me fue inevitable recordar aquellas veces en las que Sabrina me hablaba de ellas. 

Ambas éramos tan solo dos puntos en el vasto lienzo del universo. Una noche nos encontrábamos en el pequeño patio trasero de nuestra casa en nuestra antigua ciudad, rodeadas por la oscuridad salpicada de estrellas.

Sabrina, con tan solo quince años, era mi fuente de conocimiento. Tenía esa habilidad de transformar las noches ordinarias en aventuras cósmicas. Nos acostamos en el pasto, nuestras cabezas apuntando al cielo, y ella comenzó a señalar las constelaciones.

–¿Ves esa ahi, Sel? –dijo señalando un grupo de estrellas que formaba una figura similar a un cazador con arco y flecha–. Esa es Orión. Dicen que era un gigante cazador en la mitología griega.

Mis ojos se agrandaron de asombro mientras seguía sus instrucciones.

–¿Y esa? –pregunté, señalando hacia una constelación más tenue.

Ella sonrió y siguió mi dedo.

–Esa es la Cruz del Sur. Es especial para nosotros, porque solo se puede ver en esta parte del mundo. Los marineros la usaban para orientarse.

Me quedé maravillada ante la vastedad del cielo y las maravillosas  historias que Sabrina compartía conmigo.

–¿Y qué pasa con esa más brillante, la que parece una señal de suma? –pregunté, señalando una constelación en forma de W.

Ella rió suavemente y dijo: –Esa es Cassiopeia. En la mitología griega, era una reina castigada por su vanidad. Pero para mí, es simplemente hermosa.

Mientras observábamos las estrellas, la brisa nocturna jugueteaba con nuestros cabellos y el suelo bajo nosotros parecía desaparecer, dejándonos flotar entre las estrellas en el cielo. 

Finalmente, mientras las estrellas titilaban como diamantes en el cielo negro, Sabrina susurró: –Selena, nunca olvides que, aunque estemos separadas por la distancia, siempre compartiremos el mismo cielo.

Años después, mientras miraba el cielo estrellado, sentía la conexión con mi hermana perdida en esa vastedad del universo que ella misma me había mostrado. Cada estrella era como un recuerdo, y las constelaciones historias que seguíamos compartiendo, aunque estuviéramos separadas. 

El sonido del teléfono rompió la quietud de la noche, provocando un escalofrío que recorrió mi espina dorsal. Miré la pantalla, y mi corazón dio un vuelco al ver el número privado. Con manos temblorosas, respondí, con la esperanza de obtener respuestas, pero el tono sereno de aquel hombre que provocaba mis pesadillas me dejó sin aliento.

–Selena, querida, ¿extrañaste mis mensajes? –su voz sonaba como una serpiente, deslizándose en el auricular con una mezcla de arrogancia y un amor distorsionado.

–No tengo nada que hablar contigo–, respondí, intentando mantener la calma a pesar de la inquietud que sentía.

–Ah, pero hemos compartido tanto, Selena. ¿No aprecias mi trabajo? Theodore, Catalina… y por supuesto, tu querida hermana ¿no es hermoso cómo la vida puede cambiar en un instante? –susurró, como si estuviera compartiendo secretos íntimos.

Mi garganta se apretó, y un nudo de angustia se formó en mi estómago al mencionar a mi hermana, cuya desaparición aún pesaba como una sombra en mi corazón. 

–¿Qué sabes sobre mi hermana?, ¿por qué estás haciendo esto?

–Hago esto por ti, Selena. No lo entiendes. Todo es por nuestro amor –dijo, y su risa retumbó en mi mente como un eco perturbador.

Mis manos se apretaron con furia, y la impotencia se mezcló con la tristeza. 

–No hay amor en el miedo y la muerte. –respondí con determinación, aunque mi voz temblaba ligeramente.

– Estás equivocada, mi querida Selena. Todo esto es un tributo a nuestro amor prohibido. –amor prohibido, ¿qué decía? –. La única forma en que puedes entender mi dolor es experimentar la pérdida. ¿No lo ves?

Mi respiración se aceleró mientras intentaba comprender la retorcida lógica que habitaba en sus palabras. 

–Esto no es por amor, el dolor que estás causando no es por amor. Sos un monstruo.

–Monstruo o no, Selena, todo esto es para vos. Soy la única persona que te ama y quiere cuidarte. No lo ignoremos más. Pronto nos encontraremos y podrás verlo por ti misma. Será nuestra primera cita.

La llamada se cortó, dejándome sumida en un silencio ominoso, con un escalofrío que se arrastró por mi piel. Mis manos temblaban mientras sostenía el celular. El acosador había dejado claro que no se detendría hasta que su macabro tributo a nuestro "amor prohibido" llegara a su conclusión, dejándome atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.




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