No mires hacia atrás

Capítulo 28

Capítulo 28

Martes, 23 de abril

13:50 pm

Nos encontrábamos en mi habitación, Brendan, Belén y yo, mis únicos amigos que compartían el peso de la verdad que había destrozado nuestra paz. Mis manos temblaban mientras les relataba la llamada del acosador, la conexión con la desaparición de mi hermana y la amenaza constante que ahora envolvía cada rincón de nuestras vidas.

–Esto es aterrador, Selena. –susurró Belén, su mirada estaba llena de preocupación.

La culpa pesaba en mi pecho como una losa, y me costaba mantener la compostura. 

– Chicos, todo esto ha estado sucediendo durante años. Catalina, Theodore, Sabrina... siento como si las vidas de todos estuvieran conectadas por mi culpa.

Brendan se acercó, apoyando una mano en mi hombro. 

– No puedes culparte por algo que está fuera de tu control, Selena. Nadie sabía que esto iba a suceder.

Pero las lágrimas brotaron, y mi voz tembló con el peso de la responsabilidad que sentía. 

–Si no los hubiera conocido, si no los hubiera arrastrado a mi vida, tal vez estarían vivos ahora.

Belén me abrazó con fuerza. 

–Selena, no podes cargar con el peso de las decisiones de otra persona. Este sujeto es el culpable, no vos.

La culpa y la tristeza formaron un nudo doloroso en mi interior. 

–Solo quiero que esto termine. No puedo soportar más pérdidas, más sufrimiento.

Brendan asintió, compartiendo mi dolor. –Vamos a encontrar a este asesino y poner fin a esto. Juntos.

La habitación se llenó de un silencio pesado, cada uno de nosotros sumido en pensamientos oscuros y emociones abrumadoras. La búsqueda de respuestas se entrelazaba con la lucha contra la culpa que amenazaba con destruirme. 

Y aunque mi amistad con ellos, aunque sólida, se veía desafiada por la sombra de la tragedia, juntos enfrentaríamos el desafío que se extendía ante nosotros, en busca de respuestas, justicia y la posibilidad de encontrar paz en medio del caos que había invadido nuestras vidas.

 

17:00 pm

La tarde caía sobre la ciudad cuando me crucé con el nuevo profesor, el señor Benitez. Yo estaba saliendo de una tienda con una pequeña bolsa en mis manos cuando me lo crucé. Sus ojos reflejaban una calidez superficial y su sonrisa parecía amigable, pero algo en su mirada me generó una incomodidad que no podía ignorar.

– Selena, ¿cómo estás? –saludó, deteniéndose a mi lado en la vereda.

– Estoy bien, gracias. Es un día extraño –respondí, sintiendo la tensión del día en mis hombros.

Asintió con comprensión. 

– A veces, la vida nos presenta desafíos inesperados.

Aunque su tono era educado, sus ojos marrones parecían escudriñar más allá de las palabras, como si buscara algo más profundo. Hablamos sobre la escuela, sobre sus expectativas para el curso. Cada elogio sobre mis habilidades en historia venía acompañado de una intensidad en su mirada que no podía pasar por alto.

– Me han hablado mucho sobre tus habilidades en historia. Parece que tienes un talento innato con los periodos históricos. –comentó, su voz era suave pero su mirada fija en mí no me transmitía lo mismo. 

Agradecí el cumplido, pero la incomodidad se intensificaba con cada palabra que salía de sus labios. La propuesta de tomar un café algún día no hizo más que aumentar mi sensación de inquietud. Mientras hablábamos de temas más ligeros, su mirada persistente me hacía preguntarme qué escondía detrás de su educada fachada.

– Ha sido un placer hablar contigo, Selena. Espero verte pronto. –dijo con una sonrisa que no llegaba a alcanzar sus ojos antes de desaparecer al doblar la esquina. Pues nos veríamos en nada, en el colegio, eso fue lo que no le respondí. 

Aunque la charla fue aparentemente amistosa, la sensación de malestar persistía mientras continuaba mi camino a casa. 

 

Miércoles, 24 de abril

16:00 pm

No le hubiera dado mayor importancia al nuevo profesor, pero al otro día mientras estaba en la biblioteca pública del pueblo, sumida en un silencio apenas roto por el suave murmullo de las páginas siendo pasadas, y me encontraba absorta en la lectura de un libro, de repente, sentí una presencia cercana. Al alzar la vista, me di cuenta de que el nuevo profesor, el señor Benitez, estaba a solo unos estantes de distancia, hojeando un libro de manera despreocupada.

Nuestros ojos se encontraron por un breve momento, y aunque su expresión era neutral, algo en su mirada transmitía una incomodidad que no podía pasar por alto. Decidí ignorar la extraña sensación, atribuyéndola a mi propia paranoia.

Continué leyendo, pero de vez en cuando, percibía su mirada posándose en mí. Era como si estuviera evaluándome, como si hubiera algo más en su interés que simplemente la casualidad de encontrarse en la biblioteca.

Decidí cambiar de ubicación, moviéndome hacia otra sección. Sin embargo, no importaba a dónde me dirigiera, él parecía seguirme sutilmente, siempre manteniendo una distancia respetuosa pero lo suficientemente cerca como para ser notado.




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