Prólogo
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Ella miró el bar, levemente iluminado por las luces neón de la barra, la gente a su alrededor reía, platicaba y bebía, es lo que se hace en esos lugares, después de todo estaba en Las Vegas. Debería estar celebrando el solo hecho de estar ahí tras ahorrar mucho para el viaje, pero no podía, ella era miserable. Mucho había pasado desde que dejó su hogar, demasiadas cosas cambiaron fuera de su control. Se suponía que regresaría a casa… Tomó su vaso entre las manos, el alcohol nunca le agradó mucho, esa noche bebía para olvidar. Recargó su frente sobre ambas manos, el trago peligrosamente inclinado, no importaba, no podía lograr que le importara haber gastado sus últimos dólares de manera tan estúpida, ya al día siguiente se sentiría mal por ello, el remordimiento podía esperar.
La música impedía escuchar los cuchicheos de los demás clientes y un pequeño grupo de jóvenes bailaban en la pista al centro del bar, sus cuerpos agitándose al ritmo de la canción, saltaban, movían sus brazos y reían, para ellos el mundo era bueno. “Apuesto a que no acaban de perder casi todo” pensó ella, girando el vaso en su mano, agitando el líquido y provocando que el hielo (ya casi derretido) tintineara contra el vidrio.
- ¿Mal día? -Preguntó una voz masculina a su lado. Con trabajos volteó a verlo, lucía casi tan ebrio como ella, aunque eso no le quitaba lo apuesto.
-Mala semana. - Respondió ella, dejando el vaso casi vacío sobre la barra con el distintivo tintineo de hielo. El cantinero se acercó sin decir nada, llevaba horas ahí y no tenía planes de irse. - Mal año, mala vida.
-Vamos, no puede ser tan malo…
-Lo dice el único más ebrio que yo. Y no parece que tomes para divertirte como ellos. - Señaló en la dirección general de la pista, donde muchos continuaban bailando.
-Eso es cierto, entonces, ¿Cuál es tu historia?
-No tengo una historia, sólo estoy aquí.
- ¿No confías en mí? - Él se sentó en el banco junto a ella, su voz sonaba pastosa por el alcohol y sus ojos estaban entrecerrados impidiendo que viera de qué color eran.
-Literalmente eres un extraño borracho en un bar, ¿Por qué confiaría en ti?
A pesar de sus palabras ella desesperadamente quería confiar en alguien y desahogarse de sus problemas, con su familia lejos era difícil comunicarse con ellos. Además, ¿Quién quiere decirle a su familia que lo ha perdido todo? .Deseaba ser una de esas personas capaces de dejarse llevar sin considerar las consecuencias y planear para cualquier eventualidad. Ella necesitaba planear, hacer cuentas y listas y de nada le había servido, al mundo no le importaban los planes de nadie.
-Bueno, puedes confiar en el hecho de que soy un extraño en un bar y tal vez nunca volveremos a vernos.
Quizás fue producto de la bebida o a lo mejor de verdad existía una conexión entre ellos, porque ella se relajó y le contó todo, desde su mudanza lejos de su casa hasta las más recientes desgracias en su vida, él escuchaba atentamente, su semblante lleno de compasión, él le contó entonces que su hermano murió en trágicas circunstancias y ahora su familia esperaba verlo a la cabeza de la familia que no le interesaba en absoluto, no parecía del todo verdadero, pero ella no percibía ninguna mentira en sus palabras.
- ¿Sabes qué deberíamos hacer? -Inquirió ella, otro vaso lleno en su mano.
- ¿Qué?
-Mandarlos al demonio y emborracharnos como nunca…
-Ese es un plan que no me molestaría seguir. Por una noche de libertad. - Dijo él alzando su vaso, medio lleno de líquido color ámbar. Ella lo chocó con el suyo con demasiada fuerza, derramando el líquido en su regazo, él pretendió no notarlo. - ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Aun no lo sabían, pero esa noche cambiaría por siempre el curso de sus vidas, para bien o para mal, en realidad eso les corresponderá a ellos decidirlo…
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Editado: 03.09.2021