No nos llamamos destino

No nos llamamos destino. Capítulo 1.

Capítulo 1. Un problema real

***

   Angelica despertó con la peor resaca en la historia de las resacas, sentía la cabeza pesada y adolorida, movió su mano, podía sentir algo suave, una cobija, entonces al menos había dormido en su pequeño y patético cuarto de hotel que debía desocupar al medio día. Intentó abrir los ojos, mas la cegadora luz del sol la hizo cerrarlos al instante, aumentando su dolor de cabeza a un nivel insoportable. Se detuvo un segundo a respirar profundamente, lo último que recordaba era el bar, la gente bailando y un apuesto desconocido. ¿Cómo pudo olvidar una noche entera? Resopló y se giró, ocultando su rostro contra la almohada, esta tenía un olor a lavanda, azahar y ¿champaña?

   Ante esa realización abrió los ojos, había pasado varios días en su ridícula habitación de un hotel a las afueras de las Vegas (una auténtica ratonera) y definitivamente no estaba ahí. La habitación donde se encontraba sólo podía describirse como lujosa, con todas esas cosas que nunca se atrevió a imaginar, como el candelabro en el techo, el hermoso dosel de la cama y las suaves sábanas de seda blanca.

   Entonces sintió un leve movimiento en la cama, volteó, ahí, dormido entre las sábanas se encontraba el hombre del bar, no podía recordar su nombre, si es que se lo había dicho. Era de piel pálida, su cabello negro azabache caía en elegantes rizos sobre la almohada. Tenía la nariz recta delgados labios y marcados pómulos. Tenía la sensación de haberlo visto antes, pero ¿Dónde? ¿acaso su mente adormilada le jugaba una broma?

-Oh por dios, ¿Qué demonios? -Susurró pasándose una mano sobre su alborotado cabello, en los castaños rizos pudo ver pequeñas florecitas blancas de plástico que definitivamente no estaba ahí la noche anterior.

- Shhh, no hables tan alto. - Gimió su compañero de cama, tapándose el rostro con ambas manos, en su mano izquierda resaltaba una argolla de matrimonio bastante corriente. “No puede ser, dormí con un hombre casado” pensó ella. - Creo que tomamos demasiado.

- ¿Te conozco? Por favor dime que al menos te pregunté tu nombre, yo no suelo hacer esto…

-Yo tampoco y si debo ser honesto tampoco recuerdo el tuyo. Soy James de Allburgo.

-Soy Angélica, espera… ¿James de Allburgo? ¡No puede ser! - Como un relámpago recordó aquel reportaje sobre la pequeña nación europea y sus monarcas, entre ellos el segundo heredero al trono, el soltero más cotizado según las revistas: el príncipe James. ¡De ahí lo conocía! - ¿Recuerdas qué hicimos anoche?

-Ni un poquito, lo cual es decepcionante, pero…

- Pero… ¿qué?

-Yo no tenía esto anoche. - Dijo él señalando el anillo en su mano izquierda, una expresión de confusión en sus apuestas facciones. Ahora podía ver que tenía unos hermosos ojos de un tono azul cerúleo. – Y puedo asegurar que tú tampoco.

   Ante esa observación Angélica miró su mano izquierda, tal y como él dijo tenía puesto un anillo nuevo. ¿Qué demonios podía significar?

-Mierda, ¿Qué diablos hicimos anoche? - Resopló ella dejándose caer sobre la cama.

   Tras varios minutos ambos salieron de la cama, ella sintiéndose muy consciente de que estaba en ropa interior, no era que el tal James no la hubiera visto la noche anterior, aun así, se vistió con rapidez siguiendo el camino de migajas que la ropa de ambos formaba de camino a la puerta. Encontró su blusa color vino colgando del pomo de la puerta, anudada con lo que sólo podía ser la corbata del apuesto joven que la miraba con una expresión insondable. Después él desapareció por unos minutos en el closet adjunto y salió vestido con un encantador traje azul marino que resaltaba sus ojos. Angelica sintió ganas de besarlo y enterrar sus dedos en aquellos rizos.  

-Bien, sólo necesitamos averiguar qué hicimos anoche, fácil.

-Claro, hay mil lugares que pudimos visitar. -Respondió ella, se sentía demasiado cansada para dar vueltas como pollo descabezado por todo Las Vegas, además nunca había tomado así, no sabía cómo reaccionaría su yo ebrio. - ¿No tienes una mejor idea?

-Siempre puedo confiar en que hay uno o más paparazis siguiéndome el rastro.

- ¿Por qué no me dijiste que eres un príncipe?

-Porque todo el mundo se impresiona y empieza a tratarme diferente. Hasta hace unos días era sólo un príncipe cualquiera, pero como te dije anoche mi hermano falleció, soy el único heredero al trono así que todo el mundo o quiere manipularme o quiere sus cinco minutos de fama.

-Yo no soy así. -Le dijo Angélica, la verdad la idea se estar con alguien tan conocido le intimidaba bastante, aun recordaba cuando su tía salió con un baterista de una banda local, su vida se volvió un infierno y era sólo un baterista, no el heredero de una nación entera.

- ¿Sabes dónde comprar un periódico? Mi teléfono no tiene batería. -Preguntó el príncipe, el teléfono sin pila en su mano.

   La aludida negó con la cabeza, James fue hacia la gran televisión al fondo del cuarto y la encendió, cambiando varias veces el canal antes de detenerse en uno de noticias sobre celebridades.

-Mira, creo que es eso. -Angelica se acercó, los dos se detuvieron a un metro de la pantalla, ella con los brazos cruzados a la altura de su cintura, algo que solía hacer cuando se sentía particularmente nerviosa. -Reconozco ese lugar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.