No nos llamamos destino

No nos llamamos destino. Capítulo 3.

 

Capítulo 3. Llegando a Allburgo.

 

   El vuelo a Allburgo fue absolutamente aburrido, Angélica nunca había hecho un vuelo tan largo, mucho menos uno en avión privado. Apenas entraron James se sentó o más bien se reclinó en uno de los asientos, el señor Alan se apostó al fondo y ella miró alrededor, insegura sobre qué hacer.

-Ven, siéntate conmigo. -La llamó el príncipe, señalando el asiento vacío a su lado. - Tenemos mucho que repasar y poco tiempo para hacerlo. Alan te enseñará más tarde el protocolo para dirigirte a la familia real, la prensa y el primer ministro. A mí me toda la parte divertida…

   Con grandes gestos y ademanes James le contó sobre su familia, divagando en anécdotas entretenidas e incluso dándole su opinión. Así supo que el rey Raymond y su esposa, la reina Alina llevaban casi cuarenta años de casados (un matrimonio arreglado por sus padres), “Cuando eres parte de la realeza es nuestro deber, según mi padre” respondió cuando ella le preguntó si eran felices juntos. Vaya récord, un matrimonio arreglado y uno accidental. después hablaron sobre el fallecimiento del príncipe Sam en un supuesto accidente (James sospechaba algo diferente, pero no se lo había dicho a nadie más).

-Dime, ¿Cómo es Allburgo?

-Es una nación con varias grandes ciudades y hermosas zonas rurales…

-No, cuéntame cómo es en verdad, no la versión para turismo por favor. -Replicó ella sonriendo.

-Bien, las ciudades son caóticas, el país tiene tres idiomas oficiales así que puede resultar un poco confuso. Yo prefiero pasar mi tiempo en el campo, ahí puedo estar tranquilo hay unos valles hermosos y también dos cadenas de montañas majestuosas, ahí me siento libre: lejos de las cámaras y la atención del país entero. No me malinterpretes, pero esto no era mi deber, era Sam quien heredaría el trono, no yo…

-Parece una enorme responsabilidad.

-Lo es, aunque compartimos parte de la carga con el primer ministro aun somos responsables por muchas cosas. Hay siglos de tradición que debemos proteger…

   Ella miró por la ventana, sólo se veía el azul océano Atlántico hasta donde alcanzaba la vista, podía ver las nubes a lo lejos y uno que otro pájaro cuya figura oscura contrastaba con el mar. Era el tipo de paisajes capaces de hacer sentir a uno increíblemente pequeño e insignificante.

- ¿Angélica? ¿En qué piensas?

-Yo nunca había cruzado el océano. Estaré muy lejos de mi casa. - Al hacer esa confesión sintió la familiar punzada de las lágrimas en sus ojos. - Pero no te preocupes, no voy a retractarme.

   Tras ese comentario Alan se acercó, su actitud hacia Angélica era mucho más gentil ahora que comenzaba a conocerla. Era el tipo de chica que a pesar de ser solitaria en realidad no le desgrada a nadie, sin intentarlo le caía bien a todos. Algo en sus ojos verdes transmitía una inmensa confianza a quien la viera.

-Su alteza, el rey me pidió que le informara que el primer ministro los recibirá en el aeropuerto, luego los escoltará hasta el castillo donde se realizará una recepción por su regreso. También pidió que se le recordara que ambos permanecerán ahí durante un par de semanas…

-Ya sé, Alan, ¿Algo más?

-No, señor. Perdone la interrupción.

   Durante las siguientes horas del vuelo el guardaespaldas le explicó la historia del país, sus costumbres y las fechas más importantes. La verdad no creía recordarlo todo, aunque hizo su mejor esfuerzo para el menos recordar cómo debía comportarse ante los reyes.

- ¿Cree que estaré bien? - Le preguntó ella a Alan quien a pesar de su poco agraciada apariencia era bastante amable al contestar su infinidad de preguntas.

-Si, nadie espera que lo haga a la perfección el primer día, incluso quienes nacen en la familia real tardan años en aprenderse el protocolo. Llevo trabajando más de una década para ellos y aun ahora cometo alguna equivocación.

-Gracias, señor Alan, de verdad me ha tranquilizado.

   De alguna manera James se había quedado dormido mientras hablaban, su rostro era muy apuesto incluso con sus ojos azules cerrados, en vez de tomarle una foto sacó su cuaderno de dibujo y comenzó un boceto a lápiz, era relajante plasmar a alguien en la blanca hoja, siempre amaba llegar al punto en que el contorno tomaba forma y los detalles creaban la ilusión de volumen y realidad. Incluso en el dibujo el príncipe lucía relajado, su rostro inclinado hacia la ventana de forma que la luz creaba un complicado juego de luces y sombras en su oscuro cabello. Era difícil odiarlo al verlo así, no que Angélica estuviera determinada a odiarlo.

   Al terminar guardó su cuadernillo e intentó dormir.

 

***

   Allburgo era un pequeño país en Europa, ubicado en algún punto entre España y Francia, tan pequeño que en realidad pocas personas sabrían de su existencia a no ser por los constantes artículos sobre su familia real. Tenía una población de sólo ochocientas mil personas, su ciudad más grande era también la capital, donde vivía una cuarta parte de la población, compartía nombre con el país y era el centro del turismo del país. Quienes lo conocen saben que su temperatura varía entre los dos grados bajo cero en invierno y casi veintiocho en verano. Desde hacía sesenta años elegían democráticamente a su primer ministro quien básicamente fungía como gobernante junto con el rey.




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