No nos llamamos destino

No nos llamamos destino. Capítulo 6.

 

Capítulo 6. La gala.

 

   Angélica sabía que James intentaba impresionarla, sólo necesitó una semana para descubrir que el joven debía sentir algo por ella, aunque se tratara nada más de un capricho, le molestaba ver los excesos que consideraba necesarios o románticos. No necesitaba que llenaran su cuarto con flores a las que resultó ser alérgica o la intentara llevar de compras a cada tienda costosa que pudiera pensar, en especial porque esas ideas surgían siempre que ella estaba a punto de trabajar en el evento de caridad, estaba muy atrasada la planeación y tenía pocos fondos aunque no lograba entender por qué.

-James, acordamos mantener esto profesional. - Respondió ella al último intento señalando entre ambos al decir esto. - Quizás deberías intentar conocerme de verdad antes de hacer todos estos grandes gestos.

-Por favor, ¿Qué chica no amaría recibir flores?

-Una que no está interesada en una relación. Además, puedes regalar plantas en maceta, así das algo permanente en vez de temporal.

- ¿Qué debería darte? No te gustan las flores, no te gustan las compras… A la mayoría les encantaría que tan siquiera les diera la hora del día.

-Vaya, muchas gracias ¡Ninguna de esas chicas está obligada por contrato! James no estoy buscando una relación y si lo hiciera no sería con la persona de quien depende la vida de mi padre o que tiene el poder para volver mi vida miserable. -Apenas dijo las palabras sintió que habló de más pero no le importó, quería ser clara, nunca se enamoraría del príncipe (al menos eso se repetía una y otra vez). -Por favor, deja de insistir.

   No hablaron más del tema, ella no quería ser un simple capricho pasajero, no le impresionaban ni le interesaban los grandes gestos, en especial cuando cada uno demostraba lo poco que él la conocía. Mientras tanto el primer ministro Lionel esperaba su visita para organizar el evento de caridad, la única vez que hablaron el mandatario le informó que usarían la gala como ejemplo, a lo cual ella accedió. Lo más preocupante era la falta de cooperación del diseñador. Tenían a las modelos voluntarias y miembros de la realeza que se ofrecían a desfilar, sólo necesitaban descubrir qué modelarían (prendas que posteriormente serían subastadas). Angélica nunca había organizado un evento tan grande, del que dependían muchas personas.

   Ella y el príncipe subieron al auto, la gala comenzaría pronto. El primer ministro se había ofrecido a llevarlos, aunque no era muy lejos a lo cual James se negó sin molestarse en escuchar razones. Alan los esperaba en el asiento delantero, ambos subieron, Angélica cuidando que su largo vestido color lila no quedara aplastado por la puerta.

   El vestido en sí era bastante sencillo, le había solicitado al rey un anticipo de su primer pago para comprarlo y ella le hizo los arreglos, era de un tono lila casi lavanda, con escote en corazón y mangas largas de una tela semitransparente, era largo hasta el tobillo, con unos detalles de pedrería plateada en el escote y la cintura (pegados por ella, aunque cualquiera que lo viera juraría que lo había comprado así por lo bien que quedó).

- ¿Por qué accediste a planear el evento de caridad? ¿Qué podrías saber de planear algo así? -Preguntó en esa ocasión el príncipe, aun dolido por su rechazo. - No quiero tener que ayudarte al último minuto ¿eh?

-No tendrás que hacerlo.

- ¡Por favor!, no tienes un diseñador confiable, apuesto a que no lograrás encontrar a otro en tan poco tiempo.

-Si todo falla yo puedo hacerlo, mi mamá me enseñó a coser desde pequeña.

-Nadie querrá usarlos…

-Dudo que alguien se niegue. -Replicó ella, el enojo reflejado en sus ojos verdes odiaba que las personas dudaran de sus capacidades. -No si se los pide la princesa de Allburgo.

   Ninguno volvió a hablar en el resto del trayecto y si Alan sonaba más cortante al dirigirse a James, no sería ella quien se quejara al respecto. Había notado en los últimos días que tanto el chofer como el rey tendían a ponerse de su lado cuando llegaba a discutir con James, lo que pasaba muy seguido. A pesar de tener su apoyo se sentía muy sola y pelear con el príncipe no ayudaba en nada.

   La gala tuvo lugar en el salón de eventos del más lujoso hotel del centro. Se trataba de un edificio de casi quince pisos de altura, paredes de color grisáceo y hermosas flores moradas en cada balcón. Afuera los esperaba la alfombra roja, con incontables camarógrafos y reporteros gritando preguntas, esa noche se juntaría ahí la realeza de Allburgo con los personajes más relevantes de la nación: actores, directores, camarógrafos, modelos, pintores y emergentes políticos. Angélica se sentía nerviosa, aun así, tomó el brazo de su esposo y sonrió para las cámaras.

   Después de ellos llegaron los reyes, atrayendo al instante toda la atención. Ellos se apresuraron a entrar, el salón era enorme, con mesas cubiertas de manteles plateados, flores en todas partes y algunas pinturas de los artistas que serían premiados por sus logros, incluyendo el poster de una película y la portada de dos libros. Allburgo se enorgullecía de sus artistas, sus principales exportaciones eran el arte y vinos de calidad. Nunca se imaginó a sí misma en un evento semejante, rodeada por celebridades que de otra forma nunca habría conocido, le costaba trabajo mantener la calma y no enloquecer.




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