Capítulo 9. Una cita real.
El tiempo parecía volar entre preparativos para el gran evento, pero no por eso Lionel dejaba de investigar, las cuentas bancarias resultaron ser un callejón sin salida, al igual que cada nombre en la lista de personas con conocimiento del viaje, era frustrante, desesperante, sentía que corría en círculos sin tener ni siquiera una pista más (no había nada, ni una llamada anónima con falsas pistas o algún extraño camino de migajas que seguir). Debía admitirlo al menos para sí mismo: estaba perdido sin esperanzas de encontrar una respuesta en el futuro cercano. Temía que si las cosas permanecían así el caso quedaría sin resolver.
Desde su visita al rey se preguntaba si debería hablar con él, buscarlo de alguna manera, en pocas ocasiones lo vio así, tan cansado y triste. Raymond era capaz de esconder su dolor, pero Lionel aprendió a leer sus ojos como si de libros abiertos se tratara. “Creo que debemos darles un poco de espacio” recomendó la princesa cuando le pidió su opinión, ella aun no era muy cercana a su suegro a pesar de demostrar un profundo respeto hacia él. Pronto su preocupación no le permitiría concentrarse y terminaría yendo en su búsqueda, preferiría llevarle buenas noticias, ayudar de alguna forma y hasta lograrlo evitaría ir al castillo, creando un desagradable círculo vicioso.
Miró sin ver la impresionante pila de papeles esperando su aprobación, el trabajo nunca paraba, ya fuera la propuesta de una nueva ley, el presupuesto para las obras públicas, las eternamente complicadas relaciones internacionales… siempre había algo nuevo agregándose a su inmensa lista de pendientes. Encima de todo investigaba cierto caso y procuraba mantener el asunto entero en secreto, no le gustaba ocultar la verdad, pero como gobernante se deben tomar decisiones difíciles, ya dependería de la historia juzgar si tomó la decisión correcta.
Angélica hacía maravillas con el presupuesto de la pasarela, a pesar de su corta edad sabía hacer un poco de todo, desde diseñar vestidos dignos de la realeza (y confeccionarlos), hasta encontrar los mejores proveedores con los mejores precios. De alguna manera estaban a punto de lograr el evento usando nada más lo poco que el príncipe Sam no había robado.
Quedaba una semana para el gran evento, uno de los mayores de Allburgo, que también iniciaría la temporada turística invernal, por un par de semanas el país tendría un agradable clima frío, rara vez nevaba, aunque no era del todo imposible.
Los meses de otoño eran estresantes, ese año más que nunca. Los fantasmas del pasado se sentían más cercanos y los sentimientos enterrados por años amenazaban con volver, es fácil ignorar la pena, la tristeza y el dolor, coexistir con ellos es aterrador, no podía pasar por eso de nuevo, no lograría superarlo. Por eso no conservaba ninguna esperanza, por eso no se atrevía a soñar un final diferente… dolía demasiado perderlo todo.
-Primer ministro, alguien quiere hablar con usted. -Informó la recepcionista, debía ser importante si se alejaba de su puesto para avisarle. - Creo que es sobre la princesa, lo transferiré a su teléfono.
-Perfecto, ¿algo más?
-Nada por ahora, señor Lionel.
El teléfono sonó una vez y lo descolgó sin esperar, escuchó una voz femenina hablar en español con un marcado acento, no por primera vez agradeció hablar los tres idiomas oficiales de la nación (aunque la verdad su alemán no era muy fluido que digamos).
-Buenas tardes, habla con el primer ministro, ¿en qué le puedo ayudar?
- ¿Primer ministro? Ay no, me dijeron que llamara aquí para hablar con mi hija, Angélica. -La voz sonaba angustiada, Lionel sabía que ella tenía problemas familiares gracias a su investigación, aunque nunca hablaron al respecto. -Perdone, ¿tiene su número?
-Ella conserva su teléfono, si me da unos minutos le pediré que le conteste.
-No tengo mucho tiempo, tengo que regresar al hospital. ¿Podría decirle que su padre está muy grave? Tiene una infección… debe saberlo, ellos siempre fueron muy cercanos…
-No se preocupe, yo le informaré.
-Ay gracias, sé que debe estar muy ocupado.
Lionel miró su escritorio y los papeles que parecían multiplicarse cuando apartaba la vista (de seguro obra de su asistente quien ya ni se molestaba en tocar a la puerta, entraba como si nada y depositaba otro bonche de papeles en silencio).
-Está bien, de todas formas, voy a verla esta tarde. - Mintió, la iría a buscar en cuanto terminara la llamada, ese tipo de noticias era mejor no hacerlas esperar.
- ¿Ella está bien?
-Así es, es una joven muy trabajadora y adaptable.
-Lo sé, de no ser por ella quién sabe si podríamos pagar el hospital. Le debemos mucho, sé que no tengo derecho a pedírselo primer ministro, pero yo no puedo estar con ella y … sólo apóyela cuando pueda, por favor.
-Por supuesto, haré todo a mi alcance, se lo prometo.
-Gracias, muchas gracias.
La llamada terminó, era típico del destino lanzarte una bola curva cuando ya estabas ahogándote en trabajo. Angélica tenía mucho que hacer, sumado ahora a preocuparse por su padre. “Así es la vida” pensó él incorporándose. Con pasos grandes se apresuró a la bodega, donde la princesa pasaba la mayor parte de su tiempo, con tan poco tiempo disponible el lugar se había convertido en taller de costura, bodega y desde esa mañana en cuarto de pruebas.
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Editado: 03.09.2021