No nos llamamos destino

No nos llamamos destino. Capítulo 10.

 

Capítulo 10. Antes del evento real.

 

   Las cosas tienen una particular forma de irse al carajo cuando uno menos lo espera o menos lo necesita. En Allburgo todo parecía marchar viento en popa, los preparativos del evento asemejaban los eficientes engranajes de un reloj y la prensa parecía satisfecha al respecto por primera vez en muchos años. El rey sabía que las sospechas de Alan podían dañar mucho a la familia real, por no mencionar al país entero, esa posibilidad destruiría no sólo a su familia, también dejaría en una posición muy incómoda a la monarquía y a todos los involucrados.

   Investigo con cuidado, sin decirle a nadie, por segunda vez en su vida le ocultó algo a Lionel. Alina aun no sabía nada y sería mejor si permanecía así, ¿cómo reaccionaría al saber que quizás uno de sus hijos planeó la muerte del otro? Era impensable, era una tontería y aun así necesitaba investigarlo, descartar esa teoría lo antes posible y de manera discreta.

   Las cámaras de la zona mostraban el auto del príncipe James en las cercanías del accidente, mismo que fue montado en una calle sin cámaras y sin casas en los alrededores. Sin testigos y sin buenas imágenes del conductor era difícil descartar cualquier cosa. Algo en lo más profundo de su ser le decía que James no era un asesino y lo defendería de las acusaciones hasta el final.

   Ante todo, las apariencias debían mantenerse, la familia real debía ser una especie de ideal o ejemplo a seguir para el reino entero, lo cual definitivamente no pasaría cuando se supiera la verdad. El respeto no es algo que pueda darse por sentado. La presencia de una chica ajena a la realeza como esposa del príncipe les ayudaba bastante, con ella podían identificarse muchas personas que de otra forma nunca se sentirían representadas en la familia real.

   Raymond sabía la verdad sobre ese matrimonio en particular, también se sorprendía con el progreso que ambos jóvenes habían hecho: James se mostraba más responsable que nunca y la manera en la cual sus ojos parecían encontrarse en cualquier lugar era adorable. “Si después de estos dos años quieren seguir juntos, no tendrán objeciones de mi parte” pensó, su hijo no sufriría lo mismo, se aseguraría de ello.

   Desde la llegada de Angélica al castillo llegaron a una especie de rutina, los dos príncipes desayunaban con él en el solario, disfrutando los primeros rayos de sol antes de dedicarse a sus obligaciones. Luego los jóvenes se iban a la bodega donde trabajaban a menos que James tuviera que presentarse en algún otro lugar, mientras que el rey se dirigía a sus reuniones matutinas, al atardecer comían junto con la reina y cuando esto no era posible buscaban la forma de cenar juntos. Odiaba admitirlo, pero desde la muerte de Sam no habían sido una familia, no de la manera más importante, gracias a aquella amable y trabajadora joven volvían a sonreír y reunirse como antes. Le debían demasiado.

- ¿Padre? ¿Puedo pasar? -Lo llamó James desde la entrada, no recordaba tener una cita con su hijo, le hizo una seña para que pasara, sacudiéndose sus pesados pensamientos de la cabeza. - Quería ofrecerte una disculpa, fui injusto contigo el otro día, debí escucharte en lugar de perder el control.

-No te preocupes, todo está perdonado.

-Por favor, ambos sabemos que estuvo mal, ahora que lo pienso quizás debería disculparme también con Lionel… fui un idiota.

-Hijo, tranquilo, ninguno de nosotros te culpa. -El rey se sorprendía cada vez de ver lo semejantes que eran los ojos de su hijo a los suyos, el mismo tono de azul, la misma forma ligeramente almendrada, la culpa reflejada en los azules iris…- De hecho, hay algo que quería preguntarte, cuando Sam falleció ¿estabas en el país? ¿intentó contactarte de alguna forma?

   James pareció recordar, su mirada perdida en alguna pequeña mancha en la madera del escritorio.

-Sí estaba aquí, pero Sam nunca me contactó. Llevábamos mucho tiempo sin hablar. Ese día me quedé en casa, si alguien salió nunca me enteré… Quizás mi ama de llaves recuerda algo más. Ella tiene una excelente memoria.

-Gracias hijo, le preguntaré más adelante.

-A pesar de lo que hizo Sam, quiero saber quién se atrevió a lastimarlo.

-Lo sé, si de algo sirve lamento que te hayas enterado de esa forma.

   El príncipe no se quedó por más tiempo, con el evento tan cercano él y su esposa pasaban la mayor parte del día enfrascados en los últimos detalles. No dudaba de que ese año el evento de caridad sería algo digno de presenciar.

   La disculpa de James le dio una tranquilidad que no sabía que necesitaba y terminó de convencerlo de su inocencia. Su hijo menor nunca quiso el trono, nunca deseo ser responsable por una nación entera y nunca consideraría dañar a su hermano mayor para conseguirlo. Ahora sólo quedaba un gran misterio, ¿Por qué mentiría Alan? Sentía que esa pregunta lo acercaría más que cualquier otra a la verdad.

   Raymond salió del estudio, cerrando la puerta con llave, una adición reciente a su rutina diaria. Se sentía paranoico, no podía confiar en nadie. ¿Así se sentía Lionel? ¿Por eso lo evitaba?

 

***

- ¿Cómo te fue? -Inquirió Angélica sin levantar la vista de la tela extendida sobre su regazo.




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