No Sabes Todo Lo Que Te Dije En Silencio

Y si me estoy apagando, ¿alguien lo nota?

Los días se volvieron todos iguales.

Alejandra dejó de llegar temprano a clase. Dejó de arreglarse con cuidado. Incluso dejó de contestarle a Laura con esa chispa que solía tener en los ojos. Ya no era tristeza. Era algo más profundo, más denso. Era como si dentro de ella hubiese comenzado a llover sin descanso, y nadie lo notara.

Dormía mal, se levantaba sin ganas. A veces ni siquiera desayunaba. En el trayecto hacia la academia escuchaba música para no pensar, pero la música ya no le hablaba como antes. Cada canción le parecía demasiado feliz, o demasiado cruel. Las letras de sus BTS favoritos, incluso las tristes, ya no le ofrecían consuelo. Era como si no se sintiera parte de ningún lugar.

"¿Qué hago aquí si no me ve, si no me escucha, si no me piensa?"

Laura comenzó a notarlo. La primera vez que se acercó, lo hizo con dulzura:

—Ale, ¿todo bien? Estás muy callada últimamente… si necesitas hablar, aquí estoy.

Pero Alejandra apenas la miró. Apretó los labios y bajó la cabeza.

—Gracias, Lau. Solo tengo mucho en la cabeza, eso es todo.

Pero no era todo. Era el vacío. Era el dolor que ya no ardía, sino que pesaba.

Días después, Laura insistió:

—¡Salgamos este viernes! Vamos por un café, o al parque. A donde quieras. Te hace falta despejarte…

Alejandra no respondió de inmediato. Se limitó a sonreír con tristeza.

—No tengo ganas, Lau. De verdad... solo quiero estar sola.

Y así fue como empezó a encerrarse en sí misma. Cada vez más. Cada vez más lejos.

Santiago, mientras tanto, comenzaba a notar algo diferente.

Al principio, no supo qué era exactamente. Solo que Alejandra ya no era la misma. No lo buscaba con la mirada, no reaccionaba a sus bromas, ni se reía como antes. Era evidente. Lo estaba evitando. Se notaba incluso en cómo entraba al aula, como si midiera cada paso para no coincidir con él.

Y eso, en vez de inquietarlo… lo irritó.

—¿Ahora qué le pasa? —pensó con los dientes apretados mientras la veía alejarse por el pasillo—. Siempre tan pendiente, tan sonriente... y ahora ni siquiera saluda.

Un profesor le habló, y apenas lo escuchó. Su mente seguía rumiando la idea de que algo había cambiado, y lo más molesto era que lo notaba demasiado.

Pero entonces, como si se diera una bofetada mental, recordó lo más importante:
Tiene novia. Tiene una relación estable. Tiene una vida fuera de esas clases.

Y con ese pensamiento, la rabia se transformó en frialdad.

—¿Y qué si está rara? Que se le pase. No es mi problema.

Lo dijo para sí mismo en voz baja, con tono seco, molesto. Como si al endurecerse pudiera protegerse de cualquier posibilidad de vínculo.

“Si se está alejando, mejor. Así no hay lugar para malentendidos.”

Y mientras cruzaba por delante del salón donde ella estaba, evitó mirarla. Ni de reojo. Como si ni siquiera existiera.

Alejandra llegó a casa ese día sin saber cómo. Había caminado sin mirar, sin pensar. Dejó el bolso en la entrada y se dejó caer en la cama con la ropa puesta. El ventilador giraba lentamente sobre su cabeza, pero no lograba enfriar lo que hervía por dentro.

Ya no lloraba.
Ese era el síntoma más peligroso.
Cuando el dolor deja de sacar lágrimas es porque está cavando más hondo.

La pantalla del celular mostraba notificaciones de Laura, incluso un mensaje de David, con un gif de un perrito que decía "¡ánimo!". Pero ella no tenía fuerzas para responder. Ni siquiera para abrirlos.

Pensó en escribir en su libreta, pero ni eso le salía. Sus frases ahora eran repetitivas, como si escribiera sin voz:

“Ya no me siento yo.”
“No tengo ganas de seguir así.”
“Lo extraño… aunque nunca lo tuve.”
“Siento que si desaparezco, no pasa nada.”

Esa noche no cenó. Ni siquiera se cambió de ropa. Se quedó dormida abrazada a su almohada, con el celular en modo silencio y la cabeza llena de escenas que la hacían doler.

Y soñó. Soñó con él.

En el sueño, Santiago la miraba a los ojos y le decía “te estaba buscando”. Pero al intentar tocar su mano, él desaparecía, como un reflejo maldito que no se puede atrapar.

Alejandra se despertó con lágrimas secas en las mejillas.

Era lunes otra vez. Pero ella sentía que no había salido del domingo.



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En el texto hay: amor, miradas, emociones

Editado: 21.07.2025

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