No Sabes Todo Lo Que Te Dije En Silencio

Las palabras que duelen más que el silencio

El aire parecía más denso aquel día. Alejandra había logrado levantarse, ponerse un pantalón de tela clara, una blusa holgada y esconder bajo su abrigo los rastros de una semana sumida en el lodo emocional. Sus ojeras eran el testigo mudo de su insomnio, y su mirada, apagada, deambulaba sin enfoque entre los pasillos de la academia.

Los saludos ya no los respondía. Las miradas las esquivaba. Ni siquiera Laura, que la esperaba con un chocolate caliente y una playlist personalizada, había logrado sacarle una palabra. Alejandra estaba presente… pero no estaba.

Al llegar al aula, lo primero que vio fue a Santiago hablando con otro profesor en la puerta. Llevaba puesta una chaqueta negra con el cuello doblado y una carpeta entre las manos. Alejandra intentó pasar rápido, con la cabeza agachada, pero él la notó. La llamó:

—Alejandra… espera un momento.

Ella se detuvo. Su corazón se sobresaltó. No porque esperara algo bonito. No porque quisiera volver a hablarle. Sino porque algo dentro de ella aún sangraba con solo escuchar su voz.

—¿Estás bien? —preguntó él, alzando una ceja, como si le costara entender su distancia—. Últimamente has estado… no sé… rara.

Ella lo miró con un rostro sin expresión. No tenía fuerzas para fingir alegría ni para disfrazar el dolor.

—Estoy bien —respondió, seca, sin mirarlo directamente.

—¿Sí? Porque no pareces. Parece que todo el mundo camina y tú estás atrapada en cámara lenta.

Alejandra apretó los labios.

—Santiago… no tienes por qué preocuparte —musitó—. No soy tu responsabilidad.

Él frunció el ceño. Dio un paso más cerca. Bajó la voz.

—Pero me preocupa que esto tenga que ver conmigo. ¿Lo tiene? ¿Te hiciste una película en la cabeza y ahora te duele que no sea real?

El comentario fue un latigazo.

Alejandra se quedó en silencio, sintiendo cómo cada palabra de él se incrustaba como una astilla.

—¿Sabes qué? —continuó él, con un tono más duro—. No fue mi culpa si interpretaste mal las cosas. Fuiste tú la que preguntó si tenía novia, no yo el que dio pie a nada más. No puedo andar cuidando lo que los demás sienten por mí si yo no siento lo mismo.

Alejandra lo miró. Esta vez sí. Sus ojos eran un pozo contenido, y cada parpadeo sostenía una lágrima que se negaba a caer.

—No pedí que sintieras lo mismo. Solo quería que no fueras cruel.

En ese momento, una voz se alzó desde el fondo del pasillo.

—¡Santiago!

Era David.

Venía con paso rápido, serio, dejando atrás el salón donde había estado con unos compañeros.

—¿Se puede saber qué carajos estás haciendo?

Santiago se giró, confundido.

—David, no te metas. Es una conversación privada.

—Privada o no, la estás lastimando. ¿No te das cuenta de lo que le acabas de decir? ¿Qué clase de profesor —persona— hace eso?

Santiago retrocedió levemente, sorprendido por el tono.

—No tengo nada que explicar. Y esto no tiene nada que ver contigo.

—Sí lo tiene —insistió David—. Porque yo sí he estado viendo lo que pasa. Ella está hecha pedazos, y tú vienes a patearla cuando apenas está respirando.

Alejandra, aún temblando, sintió por primera vez en días algo que se parecía a una pequeña llama. No era esperanza. Era otra cosa… tal vez, el alivio de que alguien al fin viera lo que ella ya no sabía cómo expresar.

Santiago guardó silencio unos segundos. Luego simplemente dio media vuelta y se fue. Con paso firme, pero sin responder más.

David se quedó allí, respirando con fuerza. Miró a Alejandra.

—Lo siento —le dijo suavemente—. No quería hacer una escena, pero no iba a quedarme viendo cómo te habla así.

Ella bajó la mirada.

—Gracias, David.

Él sacó de su bolsillo una pulsera tejida.

—Te traje esto. No sé si te guste, pero… pensé en ti cuando la vi.

Alejandra la tomó entre sus dedos. Era sencilla, de hilos color lavanda y gris. Como si supiera lo que su alma necesitaba.

—Es hermosa…

David sonrió apenas. No dijo nada más. Solo se quedó junto a ella, en ese pasillo que tantas veces fue dolor y que, por un instante, pareció un poco más habitable.



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En el texto hay: amor, miradas, emociones

Editado: 21.07.2025

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