Nueve años después:
Creo que lo único que me mantenía cuerda era el ligero dolor de mi uña del dedo pulgar, ya que después de estar sentada en una silla incómoda por dos horas y ansiosa por mis resultados del último examen de la facultad, ese sencillo dolor me decía: No te vayas aún, tienes que ver tu puntaje. Tal vez exagero, pero el curso que llevo actualmente es como ir a un matadero y, podría decir que mata los típicos clichés de una película de universidad en donde está enfocado las bromas, sexo, romances, sexo, traiciones y más sexo.
Otro dato: No soy la única aquí, ya que desde hace una hora, llegaron los demás alumnos y pues sus expresiones son iguales o peor que yo. Iba a continuar con mi martirio, hasta que se escucha un par de pisadas, y por si se preguntan: Sí, es tanto el silencio que podría decir que se escuchan algunos sollozos por una o dos personas. No los culpo, la universidad es compleja, y más cuando vas a la facultad de derecho, y ser alumno del profesor Daniel Matta del curso de “Derecho Romano”, así como lo oyen, ese viejo de 50 años es un amargado, hasta podría decir que algunos lo tienen en su lista negra.
Vimos al profesor terminando de subir las escaleras y dirigirse hacia el mural, con su traje negro, zapatos bien lustrados y por si no fuera poco: Mirando a sus futuras víctimas que tendrían que volver a ir a su clase. ¡¿Saben que es peor?, que explica solo una maldita vez!!!, y si alguien le pregunta algo, de inmediato lo ignora y borra la pizarra. Ese es un hijo de pe…
– Buenas tardes, alumnos –dijo el profesor Matta– Veo que están listos para ver sus calificaciones. No se preocupen, las notas están dadas en la lista. Azul aprobado y rojos…. Pues ya saben –sonrió el desgraciado, terminando su pequeño discurso.
Pasaron dos minutos y el profesor puso en mural la lista, retirándose a quien sabe donde.
Todos, incluyéndome, corrimos hacia el mural y pues mirar el resultado.
<<Lea Thatcher>> <<Lea Thatcher>> dije en mi mente mientras veía el orden de apellido y justo lo encontré.
– 7.5 –dije feliz en videollamada– Tomando en cuenta que es del 1 al 10, ya no tendré que repetir esa clase con ese mal… digo el profesor Matta –sonreí a mis padres en la laptop.
– Estamos orgullosos de ti cariño –dijo mi mamá, con una radiante sonrisa– Sé que es complicado los cursos, pero este en específico fue más por ese profesor.
– Tu madre tiene razón –concordó papá– Ese profesor parecía peor que mi suegro.
– Max!!! –miró a papá
– Amor, sabes que te amo, pero tu padre daba miedo de joven. No recuerdas cuando quería verte y no solo me abría la puerta, sino que me recibía afilando dos cuchillos –finalizó, haciéndonos reír a ambas.
Extraño esos momentos en familia, pues no recuerdo la última vez que nos reímos por un chiste de papá o como mamá defiende al abuelo. Ha sido difícil para los tres desde que me fui a la universidad y vivir sola. No me quejo, pero los extraño mucho.
– Cariño –-empezó papá– Viendo que falta unos meses para navidad, pensaba si quisieras que la pasemos contigo –emocionado– Sé que es complicado buscar un boleto, pero queremos estar contigo.
– Gracias papá –mencione alegre– No se preocupen, yo me encargo de todo –-en eso sonó mi alarma– Ay, no debo colgar, pero los quiero mucho. Adiós –dije lanzando algunos besitos
– Te queremos –finalizando la llamada.
Suspiré, mirando el techo después de un largo día y cansado día. Ultimo examen dado, por lo que podría marcarlo como “miedo superado”.
Después de estudiar, fui a mi recámara, tirándome a la hermosa y suave cama, que me recibía para dormir y lo iba a hacer, hasta que mi mano toco algo duro. Me senté en el colchón y saque lo que me molestaba.
– La Cenicienta –leí en voz alta— ¿Qué extraño?, creí haberlo dejado en casa antes de mudarme –y claro que lo hice, ya que pese a que era en su momento era mi libro favorito y sin contar que quería ser Cenicienta, las palabras de mi tía Raquel se quedaron presentes, por lo que decidí mejor dejarlo como un buen recuerdo.
Toque la portada con líneas doradas y la imagen de la princesa con su vestido y sus zapatos de cristal. Miré mi reloj y eran las 11:30 de la noche, por lo que tal vez una relectura no haría daño y como mañana tengo el día libre no tendría problemas, por lo que me puse a leer.
La historia era igual que la recordaba, solo que ahora sabía a esos pequeños problemas que encontró Raquel, un ejemplo podría ser la manera en como maltratan a Cenicienta y como ella no hizo nada para evitarlo. ¿Hasta se podría decir que tal vez le gusta?, pero ese no es problema, sino el cliché de enamorarse de alguien que no recuerda tu rostro y solamente te busca por una zapatilla que dejaste en las escaleras, porque huiste antes de que la magia terminara.
Termino el cuento y empiezo a tener sueño, por lo que lo dejo en la mesa de noche, al costado de mi reloj, que marca las 11:59. Me acuesto y mi último pensamiento es que pasaría si yo fuera la que viviera esa vida.
Siento algo tocando mi mejilla, como un tipo de ¿pico? Tal vez sigo cansada, por lo que lo ignoro.
– Hey –siento otra vez que me mueven– Perdóname por lo que haré, ¡¡¡DESPIERTA!!! –grito la voz de una mujer, haciendo que me caiga de la cama.
– Auch –respondo tocándome la cabeza después del susto