No ser Cenicienta

Capítulo 2

Solo respira Lea, esto es un sueño, no hay un pájaro hablador ni que el cuento que leíste en la noche es real, sí. Es… No lo sé, pero tendré un nombre. Sí, eso sí.

– A ver si entendí –trate de tranquilizarme– Según tú, no estoy loca, porque es normal en mi vida ver un pájaro hablador y…

– Primero –me interrumpe– Tengo nombre y es Bali, segundo, me sorprende que me hables de esa forma. Me conoces desde que tienes doce años. –<<relájate, relájate>> me dije, por lo que me senté en la silla, porque sentía que quería caerme.

– ¿Doce?, acabas de decirme que me conoces desde que soy una niña 

— Sí –me lo dijo muy segura— Y recuerdo muy bien ese día, fue cuando tu madre murió. Sufriste mucho, sin contar que tiempo después tu padre se volvió a casar con Lady Thundarot, o como yo le digo “Arpía número 1”

– Esto no está pasando –murmuré– Mi mamá según tú… Bali?, está muerta y mi papá se volvió a casar, es ridículo –me empece a reír– Ellos se aman y siguen vivos, oíste ¡Vivos!

– Creo que el golpe le hizo daño –murmuró– Cariño, escúchame sea como sea estás aquí y Lady arp… Digo Thundarot con sus dos hijas esperan para que les hagas todas sus necesidades —me paré enojada de la silla, eso sí que no, ni loca.

– Claro que no –respondí– Que ellas no hagan, para eso tienen brazos y piernas. Si tienen hambre que no me molesten. Voy a encontrar una forma de regresar a mi casa, porque esto no es mi vida y punto. Nada ni nadie va a hacerme cambiar de opinión –concluí cruzándome de brazos, mirando a Bali muy seria.

Al final Bali me obligó a ir a atender a las mujeres, que supuestamente son mi ¿familia?, lo único que me mencionó que debía ir vestida como empleada. El vestido es bonito, no lo niego, ya que me recuerda un poco al vestido que usé en una fiesta de disfraces: un vestido medieval con cordones rojos, que combinan con parte de la falda. Aun así, me molesta, por el hecho de que significa que tendré que tomar un papel algo incomodo.

                                                                                                                                                                              

Llegué a la sala en donde tomaban el desayuno, que según Bali lo hacían para demostrar la elegancia que me faltaba. Es ridículo, pero al final sé que este lugar por derecho me pertenece, por lo que sí me llegaran a humillar, les sacaría en cara.

– Tranquila Lea -me dije– Tú puedes –toque la puerta, con cuidado con la bandeja de plata, en donde llevaba el desayuno. Escuché un pase, avisándome que ingresará.

 

– Veo que estás arreglada el día de hoy, Cenicienta –dijo una joven no mayor a los dieciocho, con sus cabellos castaños y ojos azules, con un vestido rosado y blanco. Era bonita, no voy a negarlo y si no me falla la memoria es Mary Thundarot, la hija mayor.

– Yo digo que tal vez se cayó de la cama y se dijo que era mejor arreglarse –dijo una joven de quince años, ojos azules, al igual que su hermana y cabellos rubios. Con un vestido verde y algunas flores. Es Greta Thundarot, la menor. Creo que es algo buena– Pero adivina que Cenicienta, aunque te arregles sigues siendo fea y horrible, hasta tal vez ni consigas marido o un amigo que no sea ese pajarraco con el que te ves todas las mañanas –olviden lo que dije, esa mocosa es el demonio en persona.

 

– Greta –dijo una voz aterciopelada. Era una mujer, sentada en el sillón rojo, con unos cabellos que era el mismo de su hija mayor, exceptuando los ojos, que no los compartía con sus hijas, pues eran negros, sin contar que estaba con una bata negra.-- Qué clase de comportamiento es ese, recuerda que a ella no le gusta que le hablen así. —va a decir algo peor— Perdónala Cenicienta, ya sabes como son cuando tienen una madre que las mima demasiado. Oh, no lo olvide –se los dije– Eres huérfana, por lo que no sabes como es eso –las tres se rieron por el comentario. Suficiente, les dejaré esa bandeja y me retiraré, antes de que muera alguien, porque si mencionan algo más, no me importará darles un buen golpe.

 

– Lady Thundarot –vieja maldita– Aquí está su desayuno – traté de guardar la calma, mientras colocaba la comida en la mesita del centro, porque oh sorpresa, les gusta comer ahí y no en la mesa del comedor. ¿¡Qué ridículo!?-- ¿Desean algo más? –matarlas tal vez?

– No deseamos nada más –dijo Mary, con una sonrisa en el rostro

– Solo lárgate –mencionó Greta o demonio– Nos arruinas nuestro desayuno con tu presencia

– Ya las escuchaste — dijo su madre, genial– Vete antes de que me den ganas de hacerte limpiar toda la cocina –termino sin mirarme. <<¡Qué educada!>> pensé sarcásticamente

 

– Sí, me retiro señoritas –hice una reverencia y di media vuelta. Mientras me dirigía a la puerta escuché a Greta

– Mamita querida, adivina. El rey va a planear un baile este viernes para su hijo, por su cumpleaños. Lo importante es que….¡¡¡¡Va a elegir una esposa!!!!

 

Ahora sí mátenme.



 

 

 




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