Mi padre aún no dice palabra alguna, y eso me aterra. Mi madre me mira fijamente con asombro, niega con la cabeza como si quisiera borrar algo de su mente.
—No van a decir nada —comento al no obtener más que suspiros departe de ellos.
—¿Por qué?—pregunta mi madre frunciendo el ceño.
—Tenía miedo mamá…
—¿Miedo de nosotros?—indaga mi padre.
—Lo siento —agacho la cabeza.
Nos piden que nos retiremos para ellos discutir sobre el tema, llevo a Antonio a mi habitación donde nos encerramos a esperar mientras tanto.
—¿Qué crees que harán?
—Lo importante de todo esto, son las empresas, les conviene nuestra boda —me acorrala poniendo sus manos alrededor del escritorio. —. Ya lo saben y eso me hace feliz, podré presumirte donde sea.
Sonrío, me apoyo bien al escritorio y rodeo su cuello con mis brazos.
Me quedo mirándolo fijamente a los ojos sin decir nada, no puedo creer que esto me esté pasando a mí, siento que estoy en un sueño.
—En serio vas a mirarme así cuando estamos solos en tu habitación —dice sacándome de mis pensamientos y río.
Se une a mi risa sin dejar de verme, si tan sólo se viera desde mis ojos.
—Si tan sólo tú te vieras desde mis ojos —repite mis palabras, y quiero golpearme la cabeza por haber pensado en voz alta.
Siento sus manos pasarse en mi cintura, corta la pequeña distancia entre nosotros y une nuestros labios, no me sorprende sentir el sabor a café de sus labios, sus manos aprietan mi cintura, sus manos me queman, es ése fuego que se incendia en esas brazas que lo aman.
Supongo que esas cosas pasan cuando realmente estás enmarada.
El beso se vuelve hambriento, sus manos acarician mi cuerpo sin límite alguno, hago un puño con su cabello detrás de su cabeza, y gimo dentro de su boca, introduce su lengua y juguetea con la mía.
Mis piernas se vuelven gelatina mientras más se intensifica el beso, me sostiene fuertemente del trasero evitando que me tambalee, de un movimiento rápido siento mi trasero sobre mi escritorio y él queda entre mis piernas.
Sus manos recorren mis muslos desnudándolos, toca mi trasero por encima de mis bragas mientras su boca devora la mía.
Me separo con algo de brusquedad al mis pulmones no soportar más, respiro jadeante cerca de sus labios hinchados y rojos al igual que los míos. Ataca mi cuello y me veo obligada a echar la cabeza hacia atrás dándole más espacio.
Mis padres tal vez estén planeando nuestra boda y nosotros aquí.
«Mis padres»
—Antonio —mi voz sale en un gemido bajito.
Me levanta del escritorio y por puro instinto rodeo su cintura con mis piernas.
—Me estás volviendo loco, María, deberé mantener mis manos lejos de ti hasta la boda —gruñe, entre cortada y bajito. Delinea mi barbilla y vuelve a mis labios.
—Sabes que no me importa —digo contra sus labios, bajo mis manos a su pecho y lentamente empiezo por el primer botón. Alejo mi boca de la suya, y lo miro a los ojos. —. Hazme tuya —pido. —. Tal vez no exista un mañana, amor.
Sé que lo estoy poniendo en una situación difícil, no quiere tocarme pero está loco por hacerlo a la vez, se ha contenido por mucho tiempo pero ahora, las cosas están cada vez más intensos entre nosotros, nuestros cuerpos piden más.
Lo que hace a continuación me deja claro que ya no aguanta más, siento mi espalda en la cama, al instante que me incorporo él atrapa mis labios, sus manos suben mi vestido para quitármelo pero…
Ése pero que siempre tiene que aparecer, el zumbido de su celular nos interrumpe, y seguido tres golpes en la puerta.
Cierro los ojos fuertemente, trato de calmarme porque ganas no me faltan de matar quien esté detrás de esa puerta.
Él se aleja para ir a abrir, no deja pasar al susodicho y deja la puerta semi-abierta. Me reincorporo y acomodo mi vestido, arreglo mi cabello, bajo de la cama y reviso mi cuello en el espejo.
Había olvidado que abajo estaban mis padres y mis suegros.
—Debemos bajar —rodea mi cintura por detrás.
—A ver que decidieron —murmuro haciendo una mueca.
Bajamos tomados de las manos, nos sentamos en el sofá desocupado y nerviosos esperamos por ellos.
—Mañana en la noche nuestro hijo vendrá pedirá su mano como se debe y lo haremos oficial.
—Debido al caso de Antonio no quiero que hagamos gran cosa, que sean sólo familiares —comenta mi padre. —. Y ni se preocupe, el deber era de mi hija no de Antonio —me mira lo el rabillo del ojo. —. Con quién tendré una charla.
Antonio se dispone a decir algo pero aprieto su mano, y le sonrío.
Mi papá tiene razón, era mi deber.
Mueve sus dedos y entrelaza nuestras manos, quisiera que nos quedáramos un rato más pero, después de haberle confesado algo así a mi padre, no es buena idea.
Después de marcharse, luego de una cena medio incómoda, me siento pequeña ante mis padres, no digo nada sólo acepto sus regaños porque sé que tienen la razón.
—Acepto mi error, sólo quiero que sepan que lo amo y que él me ama a mí.
Ambos suspiran y comparten una mirada rápida.
—Eso lo pudimos ver —murmura mi padre.
—¿Tengo su permiso?
—Al fin de cuentas tu felicidad es lo importante para nosotros —papá se encoge de hombros.
Salto de mi sofá para ir a abrazarlo.
—Les prometo que no lo volveré a hacer y que tendrán nietos —los tres reímos.
Mis padres como muchas veces han salido a sentarse en el patio para observar las estrellas juntos, yo subo a mi habitación para chatear con Antonio.
No se hizo a esperar y publicó varias fotos de nosotros, seremos historia por largo tiempo en la boca de todos.
“Tenía está joya escondida en lo más profundo de mi alma, por medio a perderla, pero ahora es oficialmente mía”
Río al leer aquello, omitió el hecho de aún no soy oficialmente suya, no legalmente, porque siempre he sido suya.
[…]
Como no fue algo planeado, más bien fue algo de último momento no hubo celebridad, da igual, lo importante para nosotros es que estamos juntos y que pronto estaríamos casados ante Dios y la ley.
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trianglo amoroso, matrimonio por contrato, embarazo insperado
Editado: 25.09.2024