No soy Él

Capítulo #8 Fría y cruel verdad

POV: MARÍA JOSÉ.

El dolor que siento cubre el odio que estoy sintiendo ahora mismo hacia Antony, ¿Por qué no podía ser como su hermano? Paciente, amable y cariñoso, él era todo lo contrario.

Salgo de la casa corriendo, quiero verlo, es la única manera para desaparecer las esperanzas, esperanzas de que esto sea una broma de mal gusto.

Él me mira por la ventanilla y parece estar sorprendido, no tengo tiempo para pensar en mi aspecto, sólo sé que quiero verlo.

Subo a la camioneta con torpeza, coloco mis manos sobre mis rodillas, mis manos están sudando y temblando, suspiro, bufo, trato por todos los medios calmarme, él maneja concentrado mientras yo trato de manejar que estoy a punto de perder la cordura.

Muerdo mi labio inferior ahogando un sollozo, pero luego se me vuelve inevitable y termino en ése llanto desgarrador.

—No me puedes dejar Antonio, por favor píntame el mundo que me dibujaste, no dejes que otro lo haga, te lo suplico, Dios, ¿por qué me haces esto?

—Ésta es la fría y cruel realidad de la vida.

Sus palabras no ayudan, supongo que lo sabe, pero él parece ya haberlo asimilado. Yo no puedo.

Sé que si él estuviera aquí, haría todo por calmar esto que siento, porque soy víctima de su amor.

¿Cómo puedo yo vivir con eso? ¿Cómo podría vivir sin él? No puedo ni siquiera imaginarlo porque duele, entonces, no podría esperar lo peor porque moriría de la desilusión.

¿Hay algo que duele más que esto? Lo dudo muchísimo, nada duele como esperar a tu amado y que en vez de llegar él, llega una muy mala noticia.

Me sorprende ver que Antony me extienda la mano para bajar, la acepto y casi sintiendo mi cuerpo muerto bajo del auto.

El frío de sus dedos desaparece cuando me suelta, miro el hospital y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. No estoy lista, ahora que lo pienso no tengo el valor, la duda es mejor que la realidad.

Intento retroceder pero él me toma muy bruscamente del brazo.

—¡Maldita sea!—exclama molesto arrastrándome detrás de él.

Llego a entender su molestia cuando unos reporteros intentan acercarse a nosotros, agacho la cabeza y dejo que me lleve arrastras detrás de él.

Al entrar él suspira, los dos grandullones en la puerta les clausura el paso a los periodistas.

Me quedo analizando alrededor cuando siento como suelta mi mano con algo de incomodidad.

«¿Tanto le incomodo?»

Lo sigo en silencio, y me detengo al ver a su madre quien está destrozada, su rostro está rojo y su nariz por igual.

Cuando sus ojos se encuentran con los míos, es como si me compartiera su dolor, y eso sólo aumenta el mío. Niego con la cabeza porque nada me hará creer que él ya no está, no hasta que lo vea.

Ella no dice nada, sólo avanza hacia mí y me envuelve en sus brazos.

—Ay chiquita…

—Él está bien, él sabe que si le pasa algo yo me muero —aferro mis brazos fuertemente alrededor de ella, siento que me están arrancando un pedazo de mi corazón, y no me están dejando nada.

—Estuvo toda la noche contándonos sobre ti, la ilusión en sus ojos, lo siento mucho hija —su voz es un completo desastre, pero ambas tratamos de entendernos.

Ella se separa de mí para secarme las lágrimas.

—Mamá, ¿por qué sigues aquí? —la voz de su hijo nos interrumpe.

—Hay que dar una explicación —comenta la señora limpiando sus mejillas.

—No es momento de pensar en eso mamá —le reclama su hijo.

—Como aún no lo haz visto puedes entrar, los esperaré aquí —se sienta en una de las sillas pegadas a las paredes.

Levanto la mirada y los ojos grises de Antony me reciben, si Antonio estaba muerto tendría que sobrevivir a la tortura de verlo en los ojos de su hermano.

Lo sigo hacia el fondo de un pasillo, le muestra su identificación a un hombre en la puerta y nos dejan pasar.

El lugar es espacioso, está completamente de blanco, en medio hay una cama y un cuerpo cubierto por una manta blanca.

Mis manos empiezan a temblar, mi cuerpo se tensa al punto de que siento que me duele todo. Avanzo como una tortuga, pero yo siento que he llegado demasiado rápido hacia el cuerpo, inclino mi mano y con un miedo que jamás había experimentado bajo lentamente la manta.

Un sollozo escapa de mis labios cuando veo su rostro, sus labios, me detengo ahí porque no puedo más.

—¡Noooo!

Tengo que gritar, si me lo guardo me dolerá más, y ya siento que me duele demasiado.

—¡Antonio tú no! —hundo mi cabeza sobre él gritando. —. No me puedes dejar, por favor —levanto la cabeza y tomo su rostro entre mis manos. —. Por favor amor, cariño estoy aquí, no me dejes, prometiste que nos casaríamos, háblame mi amor, por favor.

Lágrimas de mis ojos empiezan a mojarlo, paseo mis pulgares sobre sus pómulos, inclino mi rostro y beso sus labios resecos, duros y fríos.

Escucho un ruido detrás pero no me interesa, me interesa él.

Alguien me aleja bruscamente del cuerpo.

—No puede tocarlo.

—¡No! ¡Déjeme! ¡Suélteme!—me sacudo entre los brazos que me aprietan. —. ¡Que me suelte!—grito tan fuerte que hace eco, zapateo.

—Señorita, cálmese…

—Déjala —la aguda voz de Antony nos interrumpe. —. ¡Déjela!

El hombre me suelta y de un paso llego hacia el cuerpo. Me hinco de rodillas ante la cama y lloro.

—Te amo demasiado Antonio, Dios, ¿por qué me haces esto? ¡Vuelve!—uso mis puños para golpear la cama. —. ¡Vuelveeee! ¡¡Ahhhhh!!

—Ya deben retirarse.

Siento los pasos de alguien aproximarse pero no me inmuto, quiero que él vuelva, al menos quisiera despedirme.

—Detente —alguien apresa mis muñecas.

—Ni siquiera pude despedirme —sollozo. —. Regresa mi amor, despídete de mí al menos.

—Vámonos —ordena Antony con la voz ronca, suena como si tuviera algo en la garganta ahogándolo.

—Déjame —trato de liberarme pero él es tan fuerte.

Suelta mis muñecas y apresa mi cintura empezando a alejarme de ahí.




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