«Tres meses después»
POV: ANTONY.
Dalia sale de la oficina hecha una fiera, no soy de aguantar berrinches de mujeres, ella sabe perfectamente que lo nuestro es sólo carnal, por ende no hay nada que reclamar, uno de los motivos por lo que no me interesa una relación es esas discusiones y toxicidades.
—¿Por qué sigues con ella? ¿No puedes conseguirte otra amante? Digo, otra dama de compañía —dice mi amigo mirándome mal.
Me acomodo en mi asiento, y dejo caer ambos brazos sobre el escritorio.
—Nunca te agradó, sabes que no soy de estar con una mujer cada noche, además ella es muy eficiente con la empresa —le explico.
—Anto, creo que le das demasiada confianza, las personas hacen todo por ambición, por cierto, ¿sigues preocupado por ella?
Llevo ambas manos a mi rostro bufando.
—No sabes cuánto me arrepiento de haberle prometido a mi hermano cuidar de ella, no sale de mi cabeza bro —palmeo mi frente.
—Uyyy —sube y baja sus cejas pícaramente. —. ¿Crees que esté bien? Amar de verdad y perder a esa persona no es cualquier cosa.
Jugueteo con mi barba de tres días, pensativo. Lo sé, ya no me cabe duda cuánto ella ama y amó a mi hermano.
—Antes la detestaba, una parte de mí, pero no me cabe duda hermano, ella de verdad lo amaba.
—¿Me la presentas?—acomoda el cuello de su camisa. —. Yo podría…
—Ni de coña —gruño rápidamente, y me sorprendo de la molestia que siento al él decir eso.
—¿Qué? Es realmente hermosa, en algún momento tendrá que rehacer su vida, y me apuntaré en la lista —pega su espalda al asiento acomodándose como si estuviera en su casa.
—Sigue soñando —ruedo los ojos.
Hacer ése gesto me recuerda a mi hermano, sacudo la cabeza para alejar ése pensamiento. Lo extraño tanto, por eso quiero estar lo más lejos posible de ella, cada vez que la miro recuerdo a mi hermano, porque ver la tristeza en sus ojos me recuerda la dura realidad.
El zumbido de mi celular me saca de mis pensamientos, lo tomo sobre una carpeta y miro la pantalla.
«Mami»
—Puede ser la madre más grandiosa pero a veces se vuelve irritante —comento medio bufando, y con un dedo deslizo hacia contestar.
Mi amigo hace un gesto de cerrar su boca y río.
—Hola, ma —saludo suspirando.
—Anto —murmura con su melosa voz, pero hay algo en ella que no me cuadra.
—¿Ahora qué pasó?
—María…
Ruedo los ojos, ésta vez con cierta molestia.
—Sí, claro, tenía que ser ella —digo sarcástico.
—La necesitamos, Anto, y no sólo por eso.
No entiendo a qué se refiere pero no pregunto, quiero saber que pasó ésta vez.
—¿Qué tiene?
—Intentó suicidarse, ¡se estaba cortando las venas!
Me quedo en shock por varios minutos, no esperaba algo así, aunque una vez percibí como lo intentaba pero pensé que esa descabellada idea era temporal, que se había esfumado. Y ahora me estoy sintiendo culpable por no haber dicho nada.
—Hijo, estamos en el mismo hospital de siempre.
Conociendo lo sensible que es mi madre, debe estar llorando, aunque no sea familia suya, tal vez eso viene de que siempre quiso ser doctora, pero sus padres no la dejaron escoger su carrera.
—Está bien, ya voy —cuelgo, y me paro al instante tomando mi saco sobre el respaldo de la silla.
—¿Qué pasa?—pregunta Hugo, parándose al instante también.
Levanto la mano en puño, y suelto un sonoro bufido.
—Intentó suicidarse —logro objetar. No entiendo porque eso me molesta tanto, por eso me odio de haberle prometido tal cosa a mi hermano, no puedo dejar de repetirlo. Me frustra, esa mujer me volverá loco.
—Te acompaño —propone el moreno acomodando el asiento en su lugar.
—No tienes que hacerlo —aclaro caminando hacia la puerta.
—Pero quiero —me alcanza y logra palmear mi hombro. —. Igual quiero conocerla.
Le doy un codazo y lo dejo atrás retorciéndose. No pierdo tiempo en avisarle a Dalia que saldré, como está molesta.
Hugo decide manejar, con la excusa de que estoy nervioso, y eso sólo me recuerda al accidente de mi hermano, no hemos hecho público nada, estamos dejando que profesionales investiguen en secreto.
Cuando llegamos al hospital la tensión reina el lugar, escuchamos gritos dentro de la habitación donde está la susodicha, mi madre está que se come las unas mientras mira fijamente a la puerta.
—No debería de estar gritándole cuando recién ha pasado por algo así.
—Es su única hija —dice mi madre defendiéndola.
—Yo ya no soporto esto, además de esto, ella no sabe que no fue un accidente, y pienso decírselo —digo con seguridad.
—No te corresponde —contracta mi madre.
Pasan algunos minutos y la señora Veleria sale de la habitación roja del llanto y con algo de enojo.
—Necesito tomar aire —su voz es ronca y muy aguda debido a sus gritos y supongo que también a su llanto.
—Te acompaño —propone mi madre yéndose con ella al ella asentir con la cabeza.
No puedo evitar soltar un suspiro, siento que he estado tenso desde que llegué y hasta ahora me estoy relajando aunque no completamente, desgraciadamente tengo que admitir que hasta no verla no estaré aliviado completamente.
Pienso tomar el asiento vacío que ocupaba mi madre pero alguien me da un empujón haciendo que quede frente a la puerta de la habitación.
—Entra ya —me ordena un Hugo desafiante. Sabe como me siento.
No protesto y me adentro a la habitación.
—¿Tú que estás haciendo aquí? También vienes a regañarme, vienes a decirme que tu hermano no quería esto.
Ok, alguien además de destrozada está furiosa.
—¡No quiero que nadie me venga con cosas de moral!—grita bajándose de la cama. —. ¿Qué? Yo lo único que quería era ser feliz con el hombre que amaba —lanza la bandeja que está sobre la mesita de al lado al suelo, mientras continúa gritando.
Me quedo en el mismo lugar, cerca de la puerta mirándola desahogarse. No digo nada, simplemente la observo hacer berrinche, o así lo llamo yo.
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Editado: 25.09.2024