POV: MARÍA JOSÉ.
No entiendo porque insiste en darme una explicación, pero me limito a escucharlo.
—Me encontraba frustrado, me pasé de tragos y amanecí junto a ella, pero no volverá a pasar.
Dudo por unos segundos si soltar la pregunta que tengo molestándome en la punta de mi lengua.
Me decido por soltarlo.
—¿Y si queda embarazada?
Él abre los ojos sorprendido por mi pregunta pero niega con la cabeza rápidamente.
—Imposible, me encargué de eso —farfulla con seguridad.
—¿No quieres tener hijos?—pregunto frunciendo el ceño.
—No —contesta de golpe. —. Es que, debería tenerlo contigo claramente…
—Entiendo —lo interrumpo. —. Opino que deberías relajarte, tal vez tomar unas vacaciones, estás muy estresado, lo de Antonio, la empresa, yo estoy tratando de juntar los trozos de mi corazón, él no volverá, y deberé hacer mi vida, tarde o temprano, me duela o no —le hablo mientras lo miro fijamente a los ojos.
—Espero poder superar ésta etapa rápido, no soy de sentirme así —aparta la mirada. —. Por otra parte, no quiero darle de hablar a los reporteros, respetaré nuestro matrimonio y tú también, disculpa por lo que pasó.
—Ya te dije que no importa —repito, e inconscientemente inclino mi mano colocándolo sobre la suya.
A pesar de lo diferentes que son, es muy notable que la educación que recibieron la misma educación y que muchas de sus acciones son medidas por cómo los educaron sus padres.
Alejo mi mano un poco incómoda de la suya.
—Prepararé algo de comer —me paro del asiento.
—Gracias —murmura. Y creo que ya no ve la necesidad de ocultar sus emociones conmigo, a fin de cuentas vivimos juntos, de todos modos en algún momento lo vería vulnerable.
—No tenías porque hacerlo y aún así lo hiciste, y estoy muy agradecido contigo —levanta la mirada y me penetra con ése gris puro de sus ojos.
Su rostro por sí sólo crea un aspecto muy serio, los años se le nota en todo, en el hablar y lo grande y alto que es.
Sólo me lleva cuatro años, Antonio me llevaba sólo dos, a veces la edad tiene que ver, Antonio era súper divertido, ahora entiendo porque decía que su hermano era un amargado que se exigía a sí mismo excelencia, y bueno, alguien tenía que hacerse cargo de la empresa.
Sé que debe de tener su lucha interna, sé que debe estar sufriendo mucho detrás de esa máscara de serio, estoy segura de que se aísla en el trabajo, pero eso no es suficiente para calmar su dolor. Él pasó toda su vida junto a él, yo sólo tenía dos años con él, nunca tuve un hermano pero es entendible lo doloroso que es perder a uno.
Si antes creía que nadie me entendía, ahora pienso lo contrario. Creo que ambos sentimos lo mismo, sólo con diferentes condiciones.
—No fue nada.
Le sonrío tristemente, quisiera que fuera otra sonrisa, pero es esa, no puedo fingir, ocultar el dolor es muy complicado, más cuando éste se ha apoderado completamente de ti.
De todos modos no tenía rumbo, para mí la única salida era morir también, pero esos eran mis planes de Dios, aunque me lo quitó, como dijo Antony, esa es la cruel realidad de la vida. Hay que aceptarla.
Como un equipo, la pasamos trabajando junto hasta muy tarde, yo por mi parte tenía dos cosas más en la cabeza aparte de la empresa, el culpable de la muerte de Antonio, y descubrir si Dalia se había robado ese medio millón que supuestamente se gastó en mercancía.
[…]
Antony me ha pedido que lo acompañe hacia la cabaña, la estaban despojando y él iría por las cosas importantes.
Baja del jeep, y lo imito, desde la ventanilla ya empezaba a ver a los hombres que sacaban cosas de la cabaña. Tengo tanto miedo, con cada paso que doy un dolor se intensifica en mi pecho, ése dolor que se instaló desde que el chofer estacionó en aquel lugar, aquel histórico lugar.
Nuestras risas retumban en mi cabeza, la playa, el frío del agua, los amaneceres junto a él, porque todo me abruma así, aquí hice las sesiones fotográficas con Hugo, y nada de esto pasó, ¿Por qué ahora? ¿Qué había cambiado?
Un jadeo involuntario escapa de mi boca y llevo una mano a mi pecho al no soportar el dolor que siento en éste, como se hunde y se estruja. Cuando creo que mis piernas me van a fallar, unas manos me sostienen con fuerza de los brazos.
—¿Estás bien? Lo siento, no tienes que hacerlo —farfulla. Puedo sentir su aliento cerca de mi rostro pero aún así lo escucho lejos y débilmente, no quiero alucinar, era mi mayor miedo, conformarme con él pensando en él, él no era él, y no podía confundir mis sentimientos.
Si me enamoraba de él por lo idénticos que eran, me volvía a enamorar de Antonio, no de él, ¿tiene lógica? No lo sé pero es más o menos como debería ser ¿no?
—Mary, ¡Mary!
—Estoy bien, estoy bien —exclamo sacudiendo la cabeza.
Me quedo afuera para relajarme un poco, no puedo soportar tanto, decido entrar cuando me siento lista.
El lugar sigue igual, sólo la falta de algunas cosas que ya quitaron, él está en medio de la sala con unos retratos en manos y una caja al lado sobre una mesita.
Siento miedo, en cualquier momento él tal vez pierda la cordura, y no soporte más, porque por alguna razón siento que él no ha dejado salir eso, eso que se acumula dentro de él, dañándolo más. No del todo.
—Ah… —un jadeo sale de sus labios y tapa su rostro llorando.
Lo sabía.
Era su sangre, su primer amigo tal vez, compañero, equipo, y sobre todo su hermano.
Me siento como una tonta, debería de poder consolarlo, pero yo también estoy rota.
«Él lo hizo una vez estando roto»
Me recuerdo a mí misma.
Me armo de valor, doy leves pasos hacia él y cuando ya estoy cerca, lo abrazo. No tengo mucho que decir, sólo puedo rodearlo con mis brazos para que sepa que alguien está aquí, ambos sufrimos pero vale la pena seguir viviendo.
Él se tensa mucho, no me sorprende, no se lo esperaba, pero luego se relaja y me aprieta contra él con fuerza, y deja salir eso, eso que se estaba consumiendo dentro de él. Lo sé, porque lo viví.
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Editado: 25.09.2024