No estoy avergonzada, más bien ahora estoy muy asustada. Mi corazón bombardea sin parar contra mi pecho, si fuera posible ya no estaría dentro de mí.
—Relájate —me pide con la voz ronca.
Asiento sin aliento. Remojo mis labios mirándolo, esperando por el momento, preparándome mentalmente para no gritar, y soportar el dolor, si en realidad es como he oído.
A veces tenemos una idea tan descabellada de esto.
Besa castamente mis labios, acerca sus labios a mi oído, proporcionándome su caliente aroma.
—No te aprietes —ronronea, sosteniéndome con más firmeza de la cintura. —. No quiero hacerte daño, sólo vívelo.
Cierro los ojos con fuerza, muerde levemente mi oreja y hace un camino de besos de mis hombros a mis pezones. Todo el tiempo que pasé preparándome es en vano, ya que cuando por fin se hunde dentro de mí, es inesperado, supo como alejar mi mente de aquello por un momento.
Mis uñas se clavan en su espalda, sus ojos no dejan de buscar los míos en ningún momento, preguntándome si estoy bien, casi ni lo escucho por la aturdida que me siento, pero luego me recompongo del fugaz dolor.
Su manera de tocarme me hace sentir como si estuviera conteniéndose, observo su cuerpo desnudo sobre el mío, sus venas resaltan tanto de sus brazos como de su cuello.
Subo mi mano de su espalda a su rostro, haciendo que me mire a los ojos.
—Estoy bien —murmuro, algo ronca. —. No tengas miedo de tocarme —le digo en voz baja, paseando mi dedo sobre su rostro.
—Sabes que sólo he… soy un…
Se traba al no encontrar como expresarse, pero yo lo entiendo, entiendo lo que quiere decirme.
—Lo sé, ahora termina lo que empezaste —me incorporo, quedando casi sentaba sobre él, mientras sigue dentro de mí. Fijo mis ojos en los suyos, y sonriendo asiento con la cabeza
Sus manos viajan a mi espalda desnuda, mientras funde su cabeza en mi cuello, se retira dentro de mí para volver a hundirse dentro de mí, pero más seguidamente.
Mis gemidos no se hacen esperar, trato de callarlos, pero es casi imposible.
[…]
Despierto, sintiendo mi cuerpo pegado al de alguien, y unos brazos rodeando mi cintura. Giro lentamente para mirar sobre mi hombro y me encuentro con Antony durmiendo tranquilamente detrás de mí.
Miro hacia la ventana de donde pequeños rayos del sol intentan atravesar las cortinas para alumbrar mi habitación.
Aprieto con fuerza la sábana que cubre mi cuerpo desnudo, lágrimas empiezan a descender de mi mejilla al caer en cuenta de lo que ha pasado.
Dios, esto no tiene nombre. ¿Qué rayos acababa de hacer? ¿Por qué me estoy sintiendo culpable? Tapo mi rostro frustrada mientras lloro, reprimo mis sollozos para no despertarlo, aunque de todos modos no puedo evitarlo.
No quiero un interrogatorio.
Siento como su brazo se aferra más a mi cintura, y detengo rápidamente mi llanto.
—Mary —su voz suena preocupado. —. ¿Estás bien?
No me atrevo a voltear a verlo, no puedo.
—Mary mírame —pide, intentando hacer que gire. —. ¿Te hice daño? ¿Te sientes mal?
—No —logro objetar agudamente, siento un nudo inmenso en la garganta.
No dice nada más, lo siento moverse detrás se mí pero no digo nada, de repente logra hacer que gire para verme a los ojos.
—Él —no es una pregunta, tampoco una duda, es una afirmación. —. No te preocupes, no me voy a molestar, de acuerdo a mis consecuencias ¿Recuerdas?
—Antony… no es lo que estás pensando, te prometo que no estuve pensando en él —farfullo, preocupada por como se haya tomado las cosas. —. No hice el amor contigo pensando en él —agacho la cabeza. —. Es sólo que no dejo de sentirme una… una traidora por así decirlo.
—¿Estás segura?—pregunta, y en su voz siento la rabia. —. Si me dices la verdad no pasará nada, yo empecé esto, sabiendo todas las posibilidades.
—Te digo que no —replico empezando a molestarme. —. Ya te dije que… —me paro de la cama con la sábana alrededor, inmediatamente que mis pies tocan el suelo gimo del dolor que siento.
Hasta ahora no había sentido nada, nada a parte del profundo dolor en mi pecho.
—¿Estás bien?—pregunta rápidamente, ya a mi lado.
Sólo asiento, y al querer dar un paso lo dudo por el terrible dolor que sentí, lo hago rápidamente y me siento sobre la cama.
Él pasa a sentarse casi al borde de la cama, dándome la espalda, sólo tiene puesto su pantaloncillo.
—Sólo dime si te arrepientes o si fue un error —no me mira, mantiene su cabeza agachada.
—No lo sé.
Digo la verdad, porque en realidad no lo sé, sé que lo estoy lastimando, pero prefiero decirle la verdad, que cerrarle los ojos ante algo tan inseguro.
—Yo… esperaba que fuera como en las películas, amanecer junto a ti, encontrar una sonrisa en tus labios y no que estuvieras llorando, si esto te hace daño paremos —bufa, sostiene con fuerza su mechón, ojalá pudiera saber que rayos está pasando por su cabeza.
—El problema soy yo —hablo entre cortada. —. Que siento que estoy traicionando a tu hermano, Dios, cuando te pones a pensar es tan descabellado.
—¿A quién estás traicionando?—pregunta parándose de la cama, dándome la cara al fin. —. Si ya no está, más bien creo que lo que estás creando en tu mente es lo descabellado.
—Lo siento, no es como que quisiera pensar que engaño a alguien que está muerto, si pudiera desaparecer ése sentimiento te prometo que lo haría —exclamo, mirándolo con mis ojos hechos unos posos de agua.
No quiero seguir discutiendo, nadie lo entiende, no me estoy creando ningún mundo en la cabeza, es simplemente algo que siento, no es como si pudiera evitarlo, si fuera así lo eliminaría de mí.
Bajo las piernas de la cama para bajar de la cama e ir al baño pero unas manos me lo impiden.
—No, creo que deberías quedarte —acomoda mis piernas sobre la cama nuevamente. Pasa a sentarse a mi lado, y coloca su mano en mi espalda baja subiendo y bajando su mano dándome caricias. —. Lo siento —susurra.
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Editado: 25.09.2024