Me quedo sin palabra sin saber qué decir, no lo veo conveniente soltar la realidad de repente cuando él parece estar ilusionado, no puedo culparlo, claramente era su primera vez en esto de los “sentimientos” y no quiero decepcionarlo, no sé como pasé de querer fastidiarlo a no querer lastimarlo.
¡Dios! ¿Tan así tenía que cambiar mi vida? Si alguien me preguntase como imaginaba mi vida hace varios meses atrás tenía la respuesta clara: casada con Antonio González, y luego de un año u dos, nuestro primer bebé, trabajar juntos y final feliz.
Pero, sólo sueños. Sueños rotos, pero cosas mejores siempre vienen, supongo que eso tal vez sea Antony, evitaré recalcar que eso “bueno” es su hermano.
—Te hice el desayuno.
Regreso a la tierra al escuchar su tierna voz, ¿desde cuando usaba ése tono? Su tono de voz casi siempre era autoritario, bajito muchas veces, pero ronca.
—¿Es en serio?—dejo salir de mis labios. —. Pensé que sólo sabías sentarte detrás de tu escritorio y teclear tu computador y…
Él se echa a reír a carcajadas enérgicamente, por alguna razón su risa se me hace tierna, lo miro sonriendo de labios sellados, me alegra que en vez de enojarse le haya parecido gracioso. De hecho no sé cuando lo vi reír así, ¿él había sido feliz? Ahora que me lo pregunto, me siento mal por todas las veces que pensé sólo en mí.
—¿Y…?—me pregunta con picardía, mientras deja la bandeja que ha tomado sobre la mesita de al lado sobre mis piernas.
—Dar placer —comento bajito, llevando un pedazo de frutas a mis labios.
—Mírame —pide.
Niego con la cabeza.
—No.
—En ése caso, seguiré hablando de ése tema vergonzoso para ti —lo siento moverse a mi lado, y giro la cabeza de golpe para verlo.
Se ha acostado de espaldas, con ambas manos detrás de su cabeza, resaltando los músculos de sus brazos y ése pecho desnudo que es capaz de hacerme babear.
Me mira con una sonrisita divertida oculta en sus labios.
—¿Qué?—pregunto girando completamente y sentándome como indio a su lado.
—Me preguntaba cómo es que te a vergüenzas conmigo cuando te he escuchado gritar de…
Inclino mi mano y tapo su boca rápidamente, empieza a hacerme cosquillas con sus labios por lo que alejo mi mano, mientras ríe sonoramente.
—Pensé que sería imposible lograr que te sonrojaras conmigo —comenta.
—¿Por qué?—pregunto, terminando las frutas y pasando a lo salado. Saboreo el queso derretido sobre la yaroa mientras soporto su mirada de depredador, como si me comiera con la mirada.
—Pues porque nunca te has sonrojado por verme sin camisa, ni por otras cosas, y eso es muy interesante para tu piel tan pálida.
—Y yo nunca pensé verte sonreír de ésa manera, es como si te hubieran flechado de repente —digo arrugando mi frente, tomo una cucharada de la yaroa y le doy un bocado. —. Está rico.
Relame sus labios cerrando los ojos.
—No más que tú.
Sonrío.
—Eres ése flechazo repentino, que llegó como un reto, por cierto ¿Qué eran esos documentos? —pregunta, más serio.
No pensé que lo preguntaría, ahora ¿Qué le decía?
—Sólo registros de la empresa —contesto sin ganas esperando a que no pregunte más.
—Mmm —murmura pensativo. —. ¿Por qué no terminaste tu carrera de arquitectura?
Llevo un bocado a mis labios mirando el plato algo frustrada. Trago con dificultad, y me decido a contestar, creo que ésta conversación es más bien para conocer uno al otro, un poco más.
—Además de que mis padres querían que trabajara para la empresa, quería complacer a tu hermano —agacho la cabeza.
—¿Qué?—se reincorpora de golpe.
—Él tenía razón, soy mujer y es peligroso…
—No lo justifiques que yo su hermano no lo estoy haciendo —exclama molesto. —. ¿Acaso no era tu sueño? Eso se respeta sobre todas las cosas.
Tomo la manta blanca y dejo la bandeja sobre la mesita para cubrir la comida con ello.
—No lo sé, tal vez el hecho de trabajar con mi padre en la empresa me desanimó, además de que fui a Estados Unidos a estudiar idiomas para hacer negocios, relaciones entre otros países, cosas así…
Él suspira, hondo y profundamente.
—Siento que éste tema te molesta, pero quiero que me lo cuentes, para poder saber como reconfortarte, como ser un verdadero hombro como esposo —río por ése comentario y siento como una lágrima brota de mi mejilla.
La limpio pero se me escapa otra.
—Creo que el amor hacia mis padres o el hecho de querer complacerlos por ser la única hija, no me permitió disfrutar de cosas que quería, y ahora ni sé lo que quise o lo que quiero, no lo , yo fui la que no supo luchar por lo que quería.
De momento a otro, de una lágrima paso a un montón de lágrimas que no se dignan a parar.
—No llores —pide, limpiando mis mejillas. —. Por favor, eres joven, y tal vez no supiste ponerte primero que todas otras cosas o personas, no importa cuanto ames a alguien, siempre debes ser tu prioridad, tu primera prioridad, luego esa persona, eso me lo enseñó mi madre.
—Ahora hablas como un hombre maduro —digo entre cortada, sorbiendo mi nariz.
—Lo soy, tal vez me perdí de la experiencia de estar enamorado pero no de las de la vida; a pesar de que estoy enamorado hasta la locura de ti, si me hiciera daño ése sentimiento, no hablo de esos daños que son piedras en un amor verdadero, hablo de algo que ya no sea parte de un amor, me alejaría, porque uno se ama primero y luego al resto.
Como ése supuesto amor que Dalia tiene hacia ti —pienso.
—En cuánto a tus padres, ellos ya vivieron, te toca a ti vivir, ellos tomaron sus decisiones, te toca tomar las tuyas, resumido tomar las riendas de tu vida, no es comparando, pero mira que tipo de vida tenía y mis padres nunca se interpusieron, pero si me aconsejaban, es que ya uno tiene la capacidad de elegir acorde a sus consecuencias las cosas, y aunque suene cruel, sabemos que en el estatus de nuestras familias lo primordial es eso, el estatus.
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Editado: 25.09.2024