No soy Él

Capítulo #32 Una nueva relación

—Creo que es mejor no provocarla, ella actuará de otra manera y no sabemos cómo, la considero muy peligrosa, Mary —dice Hugo, mientras pasea por la oficina.

Frunzo el ceño confundida.

—¿Por qué?

—Si fue capaz de manipular los registros de la empresa ¿no crees que algo grande busca? —se detiene frente a mi escritorio.

—Bueno tienes razón, ¿Qué propones?

—Que le digas lo que descubriste a Antony —dice serio, dándome una mirada de que no hay otra opción.

Eso no…

—Hugo —murmuro no tan convencida. Tengo miedo de arruinar lo que recién estamos construyendo.

—No importa como él actué, sólo ten presente que se lo has dicho y que al menos él levantará sospechas, pero sino le decimos ella estará en ventajas

Suspiro hondamente, esto no me gusta, por alguna razón siento que esto sólo nos alejará cuando recién nos estamos uniendo. ¿Por qué de repente siento miedo de que él pueda lastimarme? ¿Por qué estoy temiendo perderle?

—Lo intentaré —me paro de mi escritorio, y salgo de la oficina.

“Diga lo que diga no te enojes, él confía en ella, a ti recién te está tomando confianza”

Entro a su oficina, y trato de poner mi mejor cara, estoy angustiada ¿Qué rayos me estaba haciendo él? ¿Por qué de repente tengo tanto miedo a que la tal Dalia puedo arrancarlo de mis brazos?

—Hola.

—¿Estás bien?—pregunta, alejando su mirada de la computadora.

—Escúchame y luego me dices o te exaltes —pido.

Frunciendo el ceño se para de su asiento, y avanza hacia mí.

—Dalia está manipulando información de la empresa —suelto.

Rueda los ojos bufando.

No me sorprende.

—¿Es en serio?

—Anto te prometo que no te estoy mintiendo, por favor abre los ojos —suplico molesta, no entiendo por qué rayos confía tanto en ella.

—No creí que fuera verdad —suspira. —. No me interesa Dalia, no tienes que deshacerte de ella.

¿Qué?

Eso me llena de cólera, ¿Cómo se atreve a pensar eso? Me calmo empuñando mis manos para no estallar.

—¿Y no te parece que podría ser al revés?—pregunto sarcástica, sacudiendo las manos.

—Ella no…

—¡Ella nada!—grito cansada. —. Para ti ella es una santa que no hace absolutamente nada, confías tanto en ella que ni por algo tan valioso como la empresa la pones en duda, ¿Qué rayos te hizo esa mujer?

—La conozco desde…

—¡¿Por qué no puedes creerme?! Antony es la empresa de tus padres, yo no necesito un centavo de lo tuyo —exclamo mortificada, por primera vez tengo ganas de llorar porque alguien no me cree. —. ¡¿Por qué?!

—No soy él, María José, por lo tanto, no puedo creer en ti a ciegas como él —exclama, no tan alto, pero fuerte y claro.

Eso me llega como una bofetada, es cierto, él no es Antonio, a Antonio no tenía que prometerle ni jurarle.

Pensaba mostrarle pruebas pero ahora que me soltó eso, no pienso hacerlo.

—Entiendo —parpadeo para no derramar las lágrimas que me están amenazando. —. Espero que cuando creas ciegamente o tengas confianza en mí, no sea muy tarde, por el bien de la empresa y de nuestro matrimonio.

Abandono su oficina, y cuando estoy fuera pienso en sus palabras, ahora tengo tantas dudas.

¿A qué se refería? No creyó que fuera verdad ¿con qué cuento le había ido Dalia?

Siento el zumbido de mi celular y lo saco del bolsillo de mi pantalón, mientras contesto entro a mi oficina, mi mirada le dice todo a Hugo, sólo suspira y me deja a solas.

—No es necesario, yo te alcanzo —digo, y cuelgo.

Guardo mis cosas, y cierro con seguro mi oficina, pienso ponerle una copia de los registros para que vea él mismo de que hablo.

Al salir de la empresa, veo la camioneta, y me monto, le doy la dirección al chofer y como de costumbre me lleva en silencio. Me extraña no ver al otro, casi siempre andan juntos, me pregunto si todo esto del asesinato de Antonio le afectará a mis padres.

Se meten con ellos y ahí si que no respondo por lo que haga.

Al llegar al restaurante donde me citó el detective, nos sentamos sin pedir nada, él como siempre es muy amable y caballeroso pero por extraña razón siento que me citó sólo para verme.

Me cuenta sobre todo lo que ha hecho, de seguir al hombre del vídeo, entre otras cosas.

Me quedo perdida mirando por el ventanal del hermoso restaurante mientras el detective hace varias llamadas para confirmar informaciones.

¿Por qué Antony no me cree? ¿Por qué esto me mortifica tanto?

Pongo ambas manos debajo de mi barbilla mirando como las personas se mueven de un lado a otro por las calles. De repente siento como alguien toca mi brazo cariñosamente.

—Ya le prometí que lo encontraremos —me sonríe y le devuelvo la sonrisa.

—Buenas noches —su ronca voz se hace presente entre nosotros, giro a verlo cara a cara y no puedo ni suspirar, parece haber estado aguantándose unas ganas muy grandes.

—¿Qué haces aquí?—le pregunto sin ganas, y él lo nota.

—¿Podemos ir a casa? —pregunta, dedicándole una mirada de pocos amigos al detective, aparte de que no lo soporta, está celoso. —. Por favor —pide.

—Está bien —asiento.

Me despido del detective y salgo junto a él del restaurante, sintiendo su mano en mi espalda baja, ya empiezo a conocer su lado autoritario.

En todo el camino no decimos nada, no hasta que llagamos a casa.

—Si querías darme celos lo lograste, ¿Por qué te fuiste así?—pregunta, cruzándose de brazos parado en la sala.

Río.

—¿Celos? Como si no conocieras al detective —replico seca. —. Me fui así porque no quería molestarte.

Él suspira hondo.

—Lo siento —se disculpa apenado. —. Dalia me dijo unas cosas y no pensé bien, pensé que de verdad me estabas usando para molestarla.

—¿En serio? Tú perfectamente sabes como empezó esto y aún así te dejas manipular. ¿Qué hay de que no me crees? Lo estoy ignorando y primero que nada ¿a qué rayos se refería Dalia con qué aprovechó mi ausencia?—pregunto, llevando ambas manos a mi cadera al lanzar mi cartera sobre uno de los sofás.




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