POV: ANTONY.
Sigilosamente me despegue de su cuerpo, todo su cuerpo decía que no estaba bien, y además lo sentía, su respiración estuvo agitada por un buen tiempo, y estuvo removiéndose toda la noche.
Decidí no despertarla porque suponía que estaba mal, siempre despertaba temprano, si no lo hacía era porque no estaba bien, al menos eso suponía ésta mañana.
Revisando documentos que tomé ésta mañana en mi oficina, me encuentro con una hoja que inmediatamente que la vi supe que era, registros.
Frunzo el ceño al leer el nombre de Dalia ahí subrayada en rojo, ruedo la silla hasta mi escritorio nuevamente y anoto la fecha para asegurarme de que no es nada falsificado.
Y aparece exactamente como en el papel, en ninguna de esas fechas se hizo compra, ¿Por qué están registradas? Guardo los papeles en el cajón de mi escritorio y llamo a mi asistente.
Ella entra apresurada, parece tener mucho trabajo y sé la razón, pues Mary no está, y ella suele encargarse hasta de lo que no es su trabajo.
—Dígame señor.
—Todas éstas fechas, necesito que investigues con los de seguridad para que te muestren los vídeos a ver si aquí llegaron mercancías esos días —ella se coloca a mi lado para mirar la pantalla del computador.
Anota rápidamente y regresa su mirada a mí.
—¿Para qué si ha pasado tanto tiempo? ¿No deberíamos estudiar lo reciente?—pregunta.
Niego.
—Esto es otra cosa, también quiero saber el porcentaje de cuánto gastamos antes de estos siete meses y el porcentaje de ahora, es importante, si es posible entrégame todo eso el lunes por favor —pido mirándole.
Ella asiente haciendo un gesto de reverencia con la cabeza, es la más pequeña del equipo pero demuestra eficiencia como trabajadora.
—Sí señor, por cierto ¿y su esposa?—no me sorprende que pregunte, Mary se lleva bien con todos menos con Dalia.
—No se siente bien —le respondo con una sonrisa.
—De seguro cosas de mujeres —sonríe mostrando los dientes, y se retira.
Conozco a Dalia desde hace mucho, y confío en ella, siempre me ha apoyado, siempre estuvo dispuesta a quedarse horas extras conmigo, pero, ¿y si Mary tiene razón? ¿Y si era puro interés?
—¿Vamos el viernes?—su voz me saca de mis pensamientos.
Busco su mirada y me encuentro con su radiante rostro, bajo la mirada y no me sorprende que vista un ajustado vestido corto modelando esas piernas que una vez toqué.
—Sí —desvío la mirada, regresándola a mi escritorio.
—Supongo que vas con tu esposa, pero igual iré —avanza y se coloca detrás de mí como de costumbre, extrañamente su presencia me molesta, ¿será por lo que vi? —. De hecho quería preguntarte ¿Cómo sabes que ella aún no ama a tu hermano?
Esa pregunta logra tensar todo mi cuerpo, me quedo en blanco, nunca pensé en eso, es que ¿Por qué preocuparme cuando está muerto? Sé que si estuviera vivo nada de eso hubiera pasado, y no me molesta de haber sido así.
Pero… si ella no me amara no se entregaría a mí, responde a mis caricias y aunque no me respondió a mi confesión de amor siento que me quiere, y no pienso presionarla, ella ha pasado por mucho, y quiero ser una excepción en su vida.
—Lo sé.
—¿Cómo? Y ¿Por qué estarías tan seguro?—siento sus manos sobar mis hombros, y los sacudo molesto.
—Déjate Dalia —gruño molesto. —. ¿Quieres que te dé explicaciones? Déjame ¿quieres?
—Desde que la trajiste sólo me tratas mal —refunfuña como una niña pequeña y se va de la oficina.
Suspiro sonoramente aliviado, pero aún pensando en lo que me dijo.
POV: MARÍA JOSÉ.
Empiezo a servir la mesa aunque no recuerdo cuando fue siquiera la primera vez que la utilizamos.
Unos pasos me hacen detenerme para ver de quién se trata, él pasa de largo un poco apurado, arrugo mi frente confundida. Él no actúa así, ni siquiera me saludó.
¿Qué habrá pasado?
Me alejo de la cocina, y dando zancadas voy hasta la habitación. Entro y lo veo tumbado de espaldas, es raro, siento como si por primera vez él actuara como un adolescente, lo digo porque es muy serio y eso.
Me lanzo a la cama junto a él, y lo miro.
—¿Qué sucede?—pregunto al ver que no dice nada.
Gira su cabeza de lado para mirarme.
—¿Tú me quieres? —pregunta, clavándome sus ojos.
Trago grueso. ¿Por qué pregunta eso?
—¿A qué viene eso?
—Sólo contesta —su voz se escucha molesto, cosa que me preocupa, Dalia está jugando muy sucio últimamente.
—¿Por qué? Cada cosa que te diga ella vendrás a hacerme show a mí, yo no sé si te he demostrado lo contrario a lo que me estás preguntando pero te digo que no es justo.
—No se trata de ella, no la metas —exclama molesto.
Suelto una carcajada sarcástica parándome de la cama.
—Claro, defiéndela como siempre.
—No la estoy defendiendo, sólo que no tienes que meterla en nuestros problemas, asume tus cosas —exclama incorporándose.
—¿Qué? ¿Cómo no meterla si es la fuente de todo esto? No sabes como me desquicia que siempre la defiendas —alzo la voz ya fuera de mis casillas.
—No la estoy defendiendo —repite. —. Esto es entre tú y yo.
Parpadeo varias veces para no llorar.
—¡Si tanto confías en ella te hubieras casado con ella!—grito llena de cólera. Salgo de la habitación azotando la puerta, me meto a la mía lanzándome a la cama inmediatamente.
¿No le bastó el hecho de que me entregué a él? ¿Acaso no le he demostrado con acciones cuanto lo quiero? Sé que no he pronunciado esa palabra que de seguro él tanto espera, pero eso no es motivo de dudar o ¿si?
¿Por qué no puede simplemente confiar en mí? Yo no le dije que se enamorara de mí, yo no propuse empezar esto.
—¡Maldita seas Antony!—grito hundiendo mi cabeza en la almohada. —. Con Antonio todo fue tan diferente, ambos sabíamos que esto no iba a funcionar, nada de esto hubiese sido así si él estuviese vivo.
¿Qué estoy haciendo? Dalia tiene que ser la culpable de todo esto, ella está aprovechando que él confía en ella, como quisiera pegarle hasta mandarla al hospital.
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Editado: 25.09.2024