—Aún no estoy seguro de dejarte sola.
—No te preocupes, estoy bien, además los hombres están cuidando la casa —repito nuevamente.
Menea la cabeza dudoso.
—Bueno, está bien pero piensa en lo que te dije —asiento. Besa mi mejilla y se va.
Debo admitir que Antony tiene un gran amigo, por cariño a él, se sentía en la obligación de traerme a salvo y eso hizo.
Sonrío con tristeza, tal vez el hecho de que Hugo y la bruja de Dalia fueran sus únicos amigos de verdad es la razón por la que se rehúsa a ver la verdad.
Saludo a los chicos de seguridad, y me encierro en mi habitación con seguro, me cambio y me acuesto de espaldas mirando el techo.
Pienso en Carmen y recuerdo que olvidé tratar de quitarle alguna información a Hugo. De hecho ahora que pienso en ella, recuerdo lo de la prueba de embarazo, no me tomé ninguna pastilla por si acaso.
Me incorporo de golpe, asustada por donde me lleva esos pensamientos. Todos esos malestares, ése desmayo.
¿¡Estaré embarazada!?
Unos golpes en la puerta interrumpen mis pensamientos, miro hacia allí frunciendo el ceño.
—Mary abre, por favor —pide sin dejar de tocar.
Suspiro hondamente, siento un nudo en la garganta, sólo deben ser ideas mías, de sólo pensar en eso se me cae el mundo. Yo no sé nada de ser mamá, para colmo ahora estoy llorando a menudo.
—Cariño por favor ábreme —suplica insistiendo.
—Lárgate —pido casi sin voz.
—¿Estás bien?—pregunta, forzando el pómulo de la puerta, lo sé por el ruido.
—Déjame en paz —exclamo entre cortada.
Me levanto de la cama y me tranco en el baño. Me miro en el espejo detenidamente, según Carmen el cuerpo de una mujer embarazada cambia y sus hormonas.
¿Será por eso que estoy llorando de nada? No suelo llorar a menos que sea por algo grave.
Salgo del baño dispuesta a llamar a Carmen pero siento que él sigue en la puerta.
—¿En serio sigues ahí?—me cruzo de brazos mirando la puerta.
—Sigo esperando a que abras.
Permanezco parada sin saber que hacer, estoy muy dolida con él, por otra parte está que tal vez esté embarazada.
—Estoy bien, puedes dejarme sola.
—Yo quiero verte —insiste.
Remuevo mi cabellera dando vueltas por la habitación.
—¿Eres tóxico o qué? ¿O ya olvidaste que aún amo a tu hermano? ¿Qué sigue? Qué estoy contigo por diversión, por dinero.
—Si vamos a discutir al menos hagámoslo cara a cara.
Eso no va a pasar, tendrás que pasar la noche sin saber nada de mí.
—Fui paciente porque entendía que era tu única amiga, pero te pasaste Antony, ahora déjame dormir.
Me tumbo en la cama ignorando sus toques, pasa un largo rato y siento que al fin se marchó. Suspiro aliviada y hundo mi cabeza en la almohada.
[…]
Con cada pequeño detalle, la duda crece en mí, unos nervios tremendo se han apoderado de mí desde que sentí éstas náuseas, ojalá pudiera compartirlo con Antony, tengo presente que dijo que quería todo conmigo, pero yo sólo le he pedido una cosa, creer en mí.
Sobre salto al sentir unas manos sobre mis hombros, giro de golpe, y mi cabeza aterriza en su pecho.
—¿Cómo entraste?—pregunto alejándome.
—Shhh —susurra atrayéndome a su cuerpo, y sobando mi espalda.
Ahora ¿Qué le pasa?
—Lo siento, no sabía que tenía que enojarte para escuchar aquello.
Frunzo el ceño despegándome de él.
—¿Te he pedido mucho? Sólo que creas en mí, aunque sea una mostaza.
—Creo en ti —rodea mi cintura.
—No —niego. —. Tú no crees en mí, sí, de que me quieres estoy segura, pero eso no.
—Sólo perdóname, por favor, los detectives están investigando, lo dije porque estaba dolido, no quiero perder esto por nadie —suplica, juntando nuestras frentes.
Rozando el calor de su respiración sobre mis labios.
—¿Ni por ella?
—¿No lo he demostrado?—inquiere mirándome a los ojos.
—Buen punto Antony —le devuelvo la mirada. —. ¿Te he demostrado que tu hermano sigue en mi mente? ¿Acaso desde el inicio no fui sincera contigo? Me tomé mi tiempo porque no quería lastimarte, y me di cuenta de que sí quería esto, pero si no te diste cuenta me has estado lastimando muchísimo con no creer en mí, y me duele más porque soy tu esposa, yo si creo en ti.
Unas traicioneras lágrimas descienden por mis mejillas.
—Aunque tú no en mí.
—No llores, por favor, no me hagas esto —toma mi rostro entre sus manos limpiando mis mejillas. —. Perdón.
Limpio mis mejillas rápidamente, conteniendo mis ganas de llorar.
—No puedo llorar —sollozo.
—Lo estás haciendo.
«Y tal vez le esté haciendo daño a un bebé dentro de mí»
—Te voy a perdonar, pero no tan rápido, somos un matrimonio y eso es sagrado, al menos eso aprendí de mis padres.
—Mientras lo haces —baja a sus manos para tomar las mías. —. Mantente lejos de Dalia, por favor, no me perdonaría si te pasara algo.
Arrugo las cejas.
—¿Por qué?
—No es nada, sólo hazlo por mí ¿si?—besa mi cien. —. Quédate en casa si no te sientes bien, te amo.
Me quedo tiesa en mi lugar, su calor abandona mi cintura y lo extraño.
«Te amo»
Miro hacia la puerta del baño, toco mi pecho sintiendo como late desenfrenadamente. Dios, me siento como una recién enamorada, pensé que jamás volvería a sentir esto.
Por otro lado. ¿Sabrá algo? ¿Por qué me pide alejarme?
Sin darme cuenta, me encontraba acariciando mi vientre, creo que me estoy volviendo loca.
Salgo del baño pensando en pedirle a uno de los chicos que me compre una prueba pero decido primero hacer un experimento, si vuelvo a vomitar en el resto del día, me haré la prueba.
Luego de desayunar, pienso en ponerme a trabajar cuando veo que mi suegra se presenta de sorpresa.
—¡Hola!—y vaya que ánimo. Tiene más ánimos que yo.
Me envuelve en sus brazos y le devuelvo el gesto.
—Hola —respondo cariñosa.
—Mi hijo me dijo que estabas mal y decidí venir a verte —se separa de mí, y me sonríe. —. Siempre estás tan bella.
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Editado: 25.09.2024