No soy Él

Capítulo #40 Muy lejos

Avergonzada, y con miedo de que ella sospeche algo trato de contener las ganas, pero al no poder, salgo disparada a la cocina.

¿Sospechará?

Cualquiera vomita, y es la primera vez que me ve haciéndolo así que no hay motivos de dudas.

—¿Habrá sido algo que comiste?—pregunta sobando mi espalda.

—Tal vez —murmuro incómoda.

—Puedo hacerte algo, algún té —propone mirándome preocupada.

—No, tranquila, estoy bien, vamos.

Nos servimos algo de beber y continuamos nuestra charla.

Ya para cuando vino Antony tenía la cena lista, aunque quería dormir entre sus brazos, mantuve la cordura.

[...]

Entro a la oficina de Dalia acomodando mi vestido, Antony no se rinde, está empeñado a toda costa lograr que lo perdone antes.

—Hola —saludo con una sonrisa. —. Aquí estoy, pude notar que aprovechaste muy bien mi ausencia —lanzo el folio a su escritorio. —. Pero ya volví, así que espero que sepas cual es tu lugar.

—¿Terminaste?—pregunta parándose de su asiento.

—Que sepa tú y yo no somos amigas, sólo era eso.

Se aleja de su escritorio para avanzar a mí.

—No somos amigas porque eres una casa fortunas, roba parejas.

Río sarcástica.

—¿En serio? ¿Por eso le estuviste metiendo ideas en la cabeza? Desgraciadamente mi esposo ya es, y no te lo puedo regalar —me doy la vuelta para abandonar su oficina.

—Tu esposo, y calienta mi cama —exclama riendo con ironía. —. Te dije que eras muy pequeña para jugar éste juego querida.

Giro sobre mis talones para mirarla.

—¿Qué dijiste?

—Que tu esposo calienta mi cama, querida —se deja caer sobre su asiento mirándome con gracia.

—Claro —meneo la cabeza.

—Haber, pregúntale y verás, pensé que te lo había dicho, ¡UPS! Es que no confía en ti —doy un paso furiosa, pero retrocedo calmándome a mí misma.

—Tan poca cosa eres que te gusta ser la amante —escupo llena de cólera, y salgo de la oficina.

Entro a mi oficina y tomo mi cartera, la abro y miro la prueba de embarazo, aún no me he atrevido a hacerla. Paso mis manos debajo de mis ojos para asegurarme de no tener rastros de lágrimas, no sé si no estoy embarazada, y no quiero hacerle daño aunque sólo sea imaginación mía.

Saco mi teléfono de ahí viendo un mensaje de Antony.

“¿Dónde estás?”

Lo guardo nuevamente sin contestar, y salgo de la oficina cerrando con seguro.

Tomo el ascensor para bajar, me estoy cuidando cuando ni sé si estoy o no embarazada, pero es mejor prevenir que lamentar.

La puerta de la camioneta está abierta, subo y él ya está dentro, siento su mirada pero no digo nada, solo me limito a mirar por la ventanilla mientras Leonardo pone la camioneta en marcha.

—¿Sucede algo?

—Hablamos en casa —murmuro a duras penas.

¿Será verdad?

Dios mío, no lo creo capaz de haberme hecho algo así, ni mucho menos por como están las cosas.

Pego mi cabeza a la ventanilla con ganas de llorar. Si es cierto mi pobre corazón sufrirá otro golpe, no podré soportarlo, eso sí que no podré perdonárselo.

Se mueve hasta quedar a mi lado.

—¿Estás bien?—inquiere.

Lo miro de reojo por un momento.

—Eso dependerá de ti.

Él suspira, y no insiste más, cosa que le agradezco.

Ya con esto tengo menos ganas de hacerme la prueba, ¿y si estoy embarazada? ¿Y si él se acostó con ella? Dios, ¿acaso me estás castigando?

Bajo de la camioneta al Leonardo abrir la puerta, entro a la casa junto a él y nos detenemos en la sala.

—Te lo voy a preguntar una sola vez, eso significa que no me puedes mentir —advierto, dejando mi cartera en uno de los sofás.

Levanto la mirada, y me preparo mentalmente.

—¿Te acostaste con ella?

—¡¿Qué?!

No digo nada, mantengo mis ojos en los suyos esperando por él. Desvía la mirada y eso ya me es suficiente, pero quiero oírlo de sus labios.

Tapa su rostro y me da la espalda.

—Diablos —gruñe zapateando.

Parpadeo esperando a que se voltee a verme nuevamente.

—Te acostaste con ella.

Voltea a verme, sus ojos me miran con tristeza pero eso es lo de menos, menea la cabeza sin saber qué decir.

—Fue algo que pasó cuando te fuiste, porque no entiendes que ella quiere separarnos.

Se me escapa el aire al oír su eso, quiero llorar, mi cuerpo se muere de ganas de dejar salir todo eso que estoy acumulando pero siempre recuerdo la duda sobre si estoy embarazada.

—Y me lo ocultaste, me mentiste —exclamo, sintiendo como me abren en dos el corazón. —. Por si no te has dado cuenta, ya estamos separados, quiero el divorcio.

—¿Qué? Mary… No, por favor. Mary escúchame —se aproxima hacia mí. —. Mary… Por favor.

—¡¿Por favor?! ¿Ahora sabes que ella quiere separarnos? Al menos yo tomé mi tiempo para no lastimarte, tú simplemente te diste el lujo Antony —junto mis manos llevándolas a mis labios, las lágrimas empiezan a descender de mis mejillas sin parar.

Él intenta aproximarse más, inclina su mano para tocarme pero niego con la cabeza.

—¡No!—grito. —. ¡No te me acerques! ¡No quiero que me toques! ¡Guarda tus manos para ella!

Patea la mesita maldiciendo.

—¡Mary escúchame! —grita eufórico, con ambas manos a los costados de su cabeza. —. ¡Las cosas no pasaron como estás pensando! Por favor, he sido de lo más sincero contigo, te lo juro, como nunca lo he sido con nadie.

Sollozo dando varios pasos hacia atrás.

—No parece ser así. ¿Por qué me conquistaste si tu intención era lastimarme?—tapo mi rostro casi chillando como una niña, le doy la espalda tratando de calmarme.

La rabia que siento es tan grande, ojalá y fuera con otra, no con ella, ¡Dalia! Por Dios, como la detesto, al final tuvo razón, yo no estaba lista para su juego.

Siento sus manos en mis hombros, y los sacudo.

—Mary yo te amo, por favor déjame explicártelo.

Giro bruscamente para enfrentarlo.

—¿En serio? ¡En serio!—grito golpeando su pecho con fuerza. —. ¡Te quiero lejos de mí a partir de hoy Antony! ¡Muy lejos!—lanzo que otro puñetazo contra su pecho.




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