Ella hizo lo posible por no toparse conmigo, me hice el loco para que se sintiera segura y sorprenderla en el momento menos esperado.
Sé que debe estar malinterpretando las cosas con Dalia ya que está se mantuvo tal como dije: colgada de mí, pero me aliviada saber que pronto podría explicarle todo.
La observo echarse aire con las manos un poco incómoda, está extraña, sólo espero que no sea producto de su salud, o tal vez en aquella discusión por el pique que hizo le haya subido demasiado la presión.
Hugo hizo su parte de llevarse a Carmen, ahora me toca a mí. No me sorprende que esté en el jardín, a ella le gustan las flores, más los girasoles, sus favoritas.
Con pasos lentos, pero determinados avanzo hacia ella, está de espaldas a mí por lo que no me ve. Me cuelo detrás de ella sin que se de cuenta, aspiro el aroma de su melena y suelto un fuerte respiro lleno de sentimiento.
Sé que el cosquilleo de mi respiración la alarmado, y espero pacientemente a que se voltee a verme.
—¿Qué haces aquí?—pregunta sin voltear.
—Vine a admirarte de cerca —respondo con seguridad.
Voltea, dándome la cara, seria y determinada como la mujer que siempre ha sido.
—¿Listo?
—No —intento acercarme pero alza su palma deteniéndome.
—Vine por el cariño que le tengo a tus padres —aclara. —. Y no quiero decirles yo, así que hazlo y firma el divorcio.
La jalo de la cintura levemente provocándole un jadeo de la impresión.
—Aún eres mi esposa —declaro. —. Eres mía, mary —acerco mi rostro más al suyo.
Ella se mantiene quieta, cuidando sus movimientos y que su cuerpo no se pegue al mío.
—Tal vez, pero pronto no —escupe con frialdad.
Pego mi frente al de ella, manteniendo mi compostura para no devorarla con mis labios.
—Te extraño muchísimo, y sé que tu también aunque no me lo digas —acerco mi boca a la suya, sintiendo su respiración contra mi rostro. —. Sé que también deseas con todo poder besarme —ronroneo muy cerca de sus labios, me impulso para besarla pero ella se aleja, echándose hacia atrás.
—Puede ser, pero me resigno porque no me mereces —su frialdad duele, más aún con aquellas palabras, son como una daga que te clavan una tras otra.
—Lo sé —la atraigo a mí nuevamente pegando nuestras frentes. —. Pero eres consciente de que te amo, como a nada.
Sus ojos se clavan en los míos intensamente, jugueteo con mi pulgar en su cadera.
—Detente—pide casi sin voz. Se aleja nuevamente y revisa su bolso de mano. —. Ábrelo en casa —me pide, entregándome un sobre.
Tomo el sobre confundido, ella se aleja y lo guardo en mi bolsillo izquierdo.
POV: MARÍA JOSÉ.
Verla colgada de su brazo fue irritante, estaba que tenía que empuñar mis manos para poder manejar mi ira. Él seguía con ella normal, como si no pasaba nada, y tenía el descaro de decirme que ella quería separarnos, si lo sabía ¿Por qué seguía tan pegada a ella?
Tuve que tranquilizarme por el bien del bebé que llevaba, cosa que me tenía muy emocionada aunque no lo había planeado, no quería tener hijos, no por ahora pero ahora que ya estaba en mi vientre lo amaba desde ya.
Mi vientre no es tan notable pero está redondito y creciendo por lo que preferí usar un vestido liso, uno ajustado me hubiera delatado por los pequeños cambios de mi diminuto cuerpo.
—¿Hablaron?—me pregunta Carmen.
—Se rehúsa a hablar del divorcio, pero le entregué el sobre, sé que con eso mucho menos querrá dejarme, pero no sé si pueda alejarlo cuando llevo algo que también es suyo dentro de mí —digo, con el corazón en la mano, hasta ahora no sabía que ya amaba tanto a ése hombre.
—También porque lo amas —me reclama mi amiga.
Levanto la mirada para verla a los ojos.
—Lo consiguió —encojo ligeramente los hombros. —. Todos los González son unos conquistadores de corazones de una manera rápida y única, no importó lo franca que fui, o cuántas veces le aclaré que amaba a su hermano.
—A ellos les gusta lo difícil.
—Vámonos de aquí —pido, tomándola de la mano, no quiero llorar. De sólo pensar que otra vez perdía a alguien que amaba me dolía el pecho.
Inmediatamente que nos encontramos con mis padres, ni siquiera tuve que hablar, simplemente se despidieron y nos fuimos a casa.
Y como algunas noches Carmen me hizo compañía, contándome sus cosas con Hugo.
—No estoy lista pero cada vez nos besamos pierdo el control, y se supone que… había terminado.
—Pero él te quiere —le reprocho.
—Sí —murmura incómoda. —. Pero es complicado, mis padres, mis sueños y sobre todo su estúpida ex.
Sonrío por su cometario. Giro de lado para estar cara a cara con ella, mueve su mano para seguir acariciando mi vientre.
—Puedes con eso —aclaro. —. Y ya deja mi vientre en paz.
—Quiero que me conozca desde ahora —sonríe tiernamente. —. A veces siento que soy muy joven para el amor, no estoy preparada para estar llorando y lidiando con eso.
Suelto una carcajada.
—El amor no te pregunta querida, no es pensamiento ni razonamiento, son invisibles emociones.
Al día siguiente estuve esperando a que Antony viniera, pues suponía que ya sabía de mi embarazo, pero nunca apareció. No le importaba, claro, olvidé que en sus planes no estaba el tener una familia, tal vez volvió a ser el mismo.
Al segundo día tampoco vino, había preparado mis ideas, de cómo resolveríamos nuestro inconveniente, pero eso desapareció al entender que él no vendría, que no le importaba para nada mi embarazo.
Así decía que me amaba, la próxima vez que lo diga le daré una buena bofetada, si es que vuelvo a verlo.
—Quería escucharlo porque Hugo me dijo que él tenía una razón muy fuerte por todo lo que estaba pasando, pero ya no quiero saber nada de él, que ni se atreva a venir.
—Bueno, Hugo me dijo que se trataba de Dalia, pero no quiso decirme nada porque si lo hacía tendría que decirle a Antony lo del embarazo en su momento, y yo tendría que decirte lo que él me dijo —me dice Carmen confundiéndome.
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Editado: 25.09.2024