*Jaime*
No sé cómo pude permitir que las cosas se salieran de control / ¿Cómo? / siento que por mi culpa la señorita se encuentra en mal estado, siempre me ha dicho que odia las fiestas por esos motivos, y yo en vez de continuar haciéndole caso como es debido, me pongo a hacerle caso a una extraña; - No sé cómo saldremos de esta, si a la niña le pasa algo; - le digo a Martha que me observa acongojada sentada a mi lado en la silla del hospital.
- El señor ya está por llegar, - me informa Artur, el piloto que estaba conmigo al momento de regresar de la junta de negocios que tenía en la sucursal de Miami.
Cuando se va los chicos vuelven después de ir a decirles a sus padres que se quedarían, y es en ese momento cuando me doy cuenta por que la niña los ha ayudado y los quiere ayudar.
Unos cuantos se quedan y otros se van a buscar café, en eso llega Jey; quien salvo a mi hija, porque es como si verdaderamente lo fuera.
- ¿Cómo está? – pregunta una vez está frente a mí. – ¿Qué han dicho? – vuelve a cuestionar frente a mí. Y sé que estoy hecho un desastre cuando me mira como si no viera a ese hombre con porte y temple que ve todos los días. / pero como tener temple cuando Hope está mal /
- Aún no despierta, le están haciendo análisis para ver el nivel de intoxicación que tiene en la sangre, el alcohol es como veneno para ella, imagínate lo que haría la mezcla que le dieron. – dice Martha con lágrimas saliendo de sus ojos, y yo quiero abrazarla para darle consuelo.
Las puertas del ascensor de pronto se abren y empiezan a salir a los de seguridad de Artur, / esto se está complicando /, Martha y yo miramos a los chicos y ellos como nosotros ven atónitos a los guardaespaldas entrar; Margaret entiende el panorama y se lleva a los chicos.
- ¿Chicos? - Margaret llama su atención, - vamos a la cafetería a comer algo, aun no tendremos noticias. – les dice y sale detrás de ellos.
Estoy consciente de que Artur sabe sobre Margaret, pero en estas circunstancias no sé de qué forma reaccionara al verla. Mi compañera y yo nos levantamos de las sillas y caminamos hacia el ascensor, sé que él nos espera dentro ya que no expondrá a Hope, ama demasiado a su hija como para hacerle algún daño.
Una vez estamos frente a él nos mira a ambos, y sus ojos hay furia, pero su rostro muestra que se siente asustado, y es primera vez que lo veo así, tan indefenso y débil.
- ¿Qué diablos sucedió, Jaime? – pregunta mirándonos a los ojos. – ¿Martha?
- Señor, nosotros… - y rompe a llorar, él se acerca y la abraza sorprendiéndonos a ambos por ese gesto. – La… la ni-ña aun no des-pierta. – dice sollozando mientras se limpia las lágrimas.
Yo oprimo el botón para cerrar las puertas y le doy al botón que deja el ascensor suspendido sin avanzar, para que podamos hablar.
- Es mi culpa Artur – hablo por primera vez. – Dejamos a la señorita organizar una fiesta para un grupo pequeño, pero Hope estaba negada y nosotros queríamos que ella tuviera más oportunidad de compartir y conocer más a esos chicos que está ayudando.
- ¿Los chicos que me has informado que son sus amigos? – cuestiona aun abrazando a Martha. – y ¿Cómo es que mi hija, mi primogénita, una parte de mi todo, termino en esta situación?
- Es culpa de un chico, - digo, su ceño se frunce y me mira furico.
- ¿Qué chico es ese? – pregunta. – Quiero nombre, quiero saber quién es. – grita alejando un poco a Martha quien ya está más calmada. – Lo refundiré en la cárcel, por eso, dime cada cosa que paso y no omitas nada.
- Eso no será posible, hay más en juego de lo que crees. – sus ojos se abren como platos al oír mis palabras.
- ¿Qué mierdas estas diciendo? – cuestiona. – Que seas el secretario de Hope, no te da derecho, ella es mi hija no tuya.
Siento un balde de agua fría caer sobre mí al escuchar esas palabras salir de su boca. – Es como si lo fuera, somos amigos desde la infancia; a pesar de que mis padres trabajaron para los tuyos tu y yo nos criamos como hermanos, - le digo sin alzar la voz, estamos en un hospital y no debemos levantar la voz. – estuve contigo en su nacimiento, la sujete con apenas horas de nacida, y la he acompañado desde entonces; confía en mí, y porque la conozco sé que no estará de acuerdo en que intervengas; - sé que es muy duro lo que le digo y lo noto en su rostro.
- Por favor cálmense, se están dejando llevar por la situación, - dice Martha secándose las lágrimas. – Señor Krofort por favor, la niña nos necesita juntos no peleando. – dice y ambos asentimos con la cabeza.
- Podrías decirme entonces qué harías en este caso, para que esta situación no se vuelva a repetir. – dice para luego quedarse en silencio.