No Te Enamores De MÍ

Parte III: 

PARTE III: LA PALABRA CUCHILLO

Fue en la primera o segunda semana cuando Lola lo presentó a sus amigas formalmente.

Estaban en la cafetería, ese espacio donde los estudiantes se aglomeraban como peces en un acuario, y Lola estaba en la mitad de un grupo de cuatro personas. Tino normalmente no se habría acercado—el territorio social de Lola era un universo del que él era, en el mejor de los casos, una luna orbitante—pero ella lo vio y lo llamó.

"¡Tino! Ven acá."

Él vino. Por supuesto que vino.

"Chicas, este es Tino. Va en mi clase de cálculo. Es inteligente. Muy inteligente." Ella decía esto como quien otorga un certificado oficial. "Y es tan dulce."

La palabra quedó suspendida en el aire como un insecto atravesado en ámbar.

Dulce.

No era "interesante" o "divertido" o "atractivo". Era dulce. El tipo de palabra que usabas para describir a un cachorro. El tipo de palabra que significaba inofensivo. Útil. Un acompañamiento agradable pero no esencial.

Tino sintió algo quebrarse en su pecho, pero no se le notó en la cara. Aprendió rápido que eso era mejor. Aprendió que podía sonreír mientras algo en su interior se desmoronaba, y que nadie lo sabría.

"Gracias por el voto de confianza," dijo, e inmediatamente supo que eso sonaba raro, pero Lola ya se había girado para presentarlo a las demás amigas, y uno de los chicos estaba haciendo una broma, y el momento pasó como pasan todos los momentos que se suponen que cambian tu vida pero que en realidad solo te cambian a ti.

Una de las amigas—la que observaba más de lo que hablaba, con ojos que parecían catálogos de información—lo miraba con una expresión que Tino no podía descifrar. No era hostil. Era simplemente observadora. Como si estuviera viendo algo que no era evidente para otros.

Esa era Chelo.




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