No te hagas el difícil, nerd.

3. Aléjate de mí, barbie

Narra Noah

Sinceramente yo siempre pensé que las "mean girls" que nunca faltaban en las películas de adolescentes que veíamos desde tiempos inmemorables, realmente no existían y eran puras exageraciones para dar algo de entretenimiento a la juventud, mas cuando me di cuenta de la actitud de Amélie supe que ese tipo de personas sí que existían. Si me lo preguntan, es una lástima que su belleza cautivadora se vea marchita por su personalidad del asco.

Mi nombre completo es Noah Jacob Blake Hamilton y me acabo de mudar de la ciudad de Brooklyn, ¿por qué? Porque mis padres se divorciaron, y como mi padre era el único que trabajaba en una hamburguesería bastante conocida, mi mamá se tuvo que salir a buscar la vida por sí sola, sin estudios ni nada que la respalde, lastimosamente. La verdad es que yo no extraño nada a ese maldito, cuando era niño, recuerdo que era bastante bueno conmigo y a pesar de que teníamos bajos recursos siempre hallábamos la manera de divertirnos y pasarla bien con lo que tuviéramos, salíamos a los parques cerca a nuestra pequeña casa y nos poníamos a jugar en la lluvia, yo me deslizaba en los toboganes que se encontraban allí y recuerdo que mi papá me empujaba para balancearme en los columpios, a mí y a mi hermana Matilde, 5 años menor que yo, también de cabello castaño y rizado y ojos oscuros, cómo odio que ella también haya pasado por todo esto, viendo como nuestra familia poquito a poco sin que quedara nada. Empezaron a haber peleas, yo quería convencerme de que eran normales en una pareja y que ya se les pasaría, por lo menos así también trataba de consolar a Matilde cuando lloraba en mi hombro, pero fue todo lo contrario, las peleas por el manejo del dinero y posibles infidelidades no hicieron más que aumentar en los últimos años hasta que se convirtieron en golpes, todavía recuerdo cuando me encontraba sentado apoyado del lado de mi cama y mi hermana de tan solo 7 años jugando sola a la cocinita con los pocos juguetes que tenía, escuchábamos los gritos diarios de nuestros padres hasta que escuchamos el sonido de una cachetada y paramos en seco, impactados. Yo estaba segura de que había sido mi padre, pues escuché el sonido de exclamación de mamá, yo no lo podía creer, simplemente no podía creer que hubiésemos llegado hasta este punto, quería salir de la habitación y darle un puñetazo en la cara, había rebasado los límites y eso no lo podía permitir, menos aún que mi hermanita lo presencie. Ella no.

Pero cuando me quise levantar para plantarle cara a ese desgraciado que no reconocía como mi padre de hace años atrás, él me miró burlón antes de acercarme completamente a él.

— ¿Qué? ¿Vienes a defender a mami después de que me haya puesto el cuerno? — preguntaba cínico

— Si quieres pégame a mí, pero a él lo dejas en paz, desgraciado. — respondió mi madre antes de que se le ocurriera hacerme algo. Yo solo me quedé pasmado sin saber qué hacer. Inútil.

— Claro, te conviene que nadie sepa que eres una zorra. Mira nada más como andas vestida. — la observó de arriba a abajo — No debería sorprenderme.

Esta vez es mi mamá quien le tira una cachetada, doy un respingo. — Me das asco, lárgate de la casa. —.

— Mi casa, querrás decir, porque tú eres una buena para nada aquí que no aporta ni un centavo, si quieres nos divorciamos pero que sepas que tú y ellos — señala a mí y a mi hermana a lo lejos — no tienen ni dónde caerse muertos.

Aunque ese asqueroso me causara tanta repulsión y odio, tenía razón, mi abuelo materno había fallecido hace años a causa de cáncer y mi abuela vivía en otro país, no tendríamos ni cómo llegar ahí, mi padre podía pasarle la pensión a mi madre mas eso no nos proporcionaría un techo. Esa era la razón por la que tardamos 4 años en mudarnos. Soportamos un tiempo más con ese desgraciado insultando y pegando a mi mamá cada que le daba la gana (y yo la defendía cuando podía, a pesar de que mi madre casi siempre se metía entre los dos para que él no me hiciera nada puesto a que obviamente tenía más fuerza que yo, aunque menos mal logré pegarle en sus partes bajas un par de veces y se sintió bastante bien). Por suerte ahora mi mamá logró conseguir un empleo fijo de cajera acá así que ya podríamos vivir con limitaciones, claro, pero más tranquilos y sin gritos que se escucharan por toda la casa. Admiraba mucho a mi mamá por cómo a pesar de todo por lo que había tenido que pasar, buscó la forma de sacarnos adelante a mí y a Matilde. Y vaya que le costó ya que sus estudios eran algo escasos y no había entrado a ninguna universidad.

Cuando estaba en escuelas del gobierno en Manhattan, no me llevaba mal con mis compañeros ni me hacían nada ya que prácticamente todos teníamos la misma situación económica y teníamos muchas carencias. Sin embargo, como cerca de mi escuela se encontraba una de las más prestigiosas de la ciudad, algunas veces me tocó escuchar comentarios de gente riquilla que a pesar de tener todo lo que pueden desear, no se conforman con eso y disfrutan de molestar y hacerle la vida imposible a los demás, juro que nunca lo entendería. Yo nunca me dejé de ellos y siempre les contestaba, no iba a permitir que nadie me pisoteara ni se sintiera más que yo por el simple hecho de tener más dinero. Qué estupidez.

Cuando vi por primera vez a Amélie no fue cuando nos me presenté por primera vez en el salón, con la directora a mi costado, sino cuando salía de dirección, ella estaba hablando con una chica de cabello oscuro y ojos azules, también linda, pero indiscutiblemente la que llamó mi atención fue Amélie, sus ojos grandes y claros, y su pelo castaño claro ligeramente ondeado cayendo sobre sus hombros, sus largas pestañas perfectamente rizadas, su forma tan segura de ser y hablar y... en fin, aunque me cueste aceptarlo quedé hipnotizado y me le quedé viendo largos segundos, antes de que la directora me volviese a llamar. Sin embargo lo que me dijeron después sobre ella me dejó decepcionado, claro, no todo podía ser perfecto.




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