Narra Noah
— ¿Qué hora es? — inquiero asustado.
Ella saca el celular de su bolsillo y lo revisa.
— Casi las 7 — se lleva las manos a la cara, frustrada.
Respiro pesado — No sé cómo pero vamos a salir de acá.
— ¿Cómo? Admítelo, ahora nos vamos a tener que quedar aquí hasta mañana, y dormir en medio de toda esta pila de porquerías, mi cabello se va a poner todo tieso y horrible, mi uniforme…
— ¡Las ventanas! — corro hacia ellas, apenas las advierto.
Amélie me sigue el paso.
— ¿Y si las rompemos? — inquiero.
Suelta una risa nasal, atónita — ¿El nerd queriendo romper las reglas? Luego nos las harán pagar.
— Y nosotros les diremos que fue porque nos quedamos encerrados.
Entrecierra los ojos — Bien, pues hazlo — se encoje de hombros con los brazos cruzados.
Fijo mi mirada en una silla.
Sin dudarlo ni esperar un segundo más, cojo una silla que se encontraba a mi lado y la estampo fuertemente contra el vidrio, no pensaba quedarme aquí a dormir.
Pero sorprendentemente esta permanece inmune, sin un solo rasguño, ¿de qué material se supone que era? Madre mía. Me quedo estupefacto al darme cuenta de que si ni las ventanas podrían romperse, estábamos condenados a quedarnos a dormir aquí.
Sin embargo, la risa de Amélie me desconcentra de mis pensamientos paranoicos.
— ¿D-de qué te ries? Amélie, ahora si no habrá nada que nos pueda sacar de aquí, ¿si lo entiendes? — suelto exasperado.
Pero ella solo se seguía riendo, tapándose la boca.
— Perdón, es que no puedo evitarlo al ver tu expresión despavorida, con todas tus ilusiones rotas.
— ¿Sabes lo que significa despavorido? — inquiero juguetón.
Ella deja de reír, para observarme seria y con una ceja alzada.
— Idiota
— Bueno, por lo menos yo intenté algo para sacarnos de aquí.
— Sí, y fracasaste, porque sorpresa, los vidrios son blindados, lo que quiere decir que son exageradamente resistentes, y ni con un sillazo que le de un niñato se van a siquiera rasguñar, de nada.
Entrecierro los ojos — Pudiste habérmelo dicho antes. — gruño.
— Pero entonces no hubiera sido tan divertido ver tu cara — sonríe burlona.
— Bien — me rindo — ¿Entonces tú tienes algún plan?
— Claro, mi nuevo plan es sentarme a esperar pacientemente mientras leo mi revista a que venga alguien, sin estresarme.
Ruedo los ojos — ¿En serio eso es lo que planeas hacer en todo el rato? ¿Y qué pasa con tus padres que te esperan en casa?
— Mi padre anda muy ocupado con su trabajo y mi mamá aunque no me suele hacer caso si seguramente me regañe, pero ahora que lo pienso me vale, lo tomaré como una forma de protesta. Y tampoco tengo perro, ni hermanos, así que sin prisas. — suelta antes de volver a sentarse nuevamente en la silla del profesor, y cruzarse de piernas sobre la carpeta.
— Espero que te caigas — espeto.
— Yo espero que te caiga pero el ventilador del techo, a ver si así dejas de ser tan gruñón y disfrutas un poco de lo que pueden ser las últimas horas de tu vida, ricitos.
— Eres insoportable — resoplo.
— Por lo menos yo no soy tan ridícula como para intentar romper un vidrio blindado.
— ¿Y cómo iba a saber yo que era prácticamente irrompible? — refunfuño.
Ella solo me responde encogiéndose de hombros, pasando la página de su revista.
Exhalo, antes de dejarme caer sentado en el piso, apoyándome a una pared. Menos mal que ya habíamos terminado de limpiar, sino ahora mismo tendría toda mi espalda embarrada.
— ¿Cansado, ricitos? — inquiere sin verme.
— Sí, pero todo sería mejor si tú no estuvieras conmigo.
Rueda los ojos — Claro que sí, por eso corriste conmigo para venir aquí.
— Yo no pensaba que nos quedaríamos encerrados tantas horas.
Porque si, ya habían pasado aproximadamente dos horas desde que nos quedamos atascados en esta pocilga, y por si fuera poco, con comida podrida encima.
— ¿Cuánto tiempo más piensas seguir fingiendo?
— ¿Fingir qué?
Ella deja su revista en la carpeta, quita sus piernas y camina hacia mí, sentándose a mi lado.
— Que no te gusto.
Ladeo la cabeza, soltando una risa nasal. Esta chica era increíble, y no me refiero a en el buen sentido.
— ¿Tan soberbia eres que crees eso, cuando si por mí fuera, no pasaría ni un segundo más cerca de ti?
Noto como desvía la mirada, y si no estoy viendo mal, creería que estaba algo dolida.
— Según tú me odias, pero no creas que no percibo tus miraditas en clase o cuando estoy practicando con las porristas.
—Eso no quiere decir nada.
— Quiere decir todo, te atraigo pero no quieres aceptarlo, admítelo. — se encoge de hombros.
— Bien, pero que me parezcas linda no quiere decir que me gustes, porque es algo meramente físico.
— Oh, ¿así que te parezco linda?
Suspiro, ya va a empezar.
— ¿Y qué más da si no cambias tu forma de ser?
— No me has respondido.
— ¡Bien! Sí, me pareces preciosa, ¿okey?
Ella forma una sonrisa estoica antes de responder — Vaya, hasta que por fin te liberaste, ricitos. Y respecto a lo anterior, ya te dije que estoy tratando de convertirme en una mejor persona ¿si? Pero no puede ser de un día a otro, necesito tiempo.
Tómate el tiempo que quieras porque no tengo prisa, pero no pretendas salir conmigo cuando sigues intimidando a la gente cada que puedes.
— ¿Perdón? Me parece que te estás confundiendo con Jade.
— ¿Entonces no has vuelto a meterte con la clase social de nadie?
— Claro que no, ya no se me hace divertido.
— Ya
— Te lo digo en serio — alza la voz — pero parece que por más que me esfuerce tú nunca vas a confiar en mí.
— Amélie, no es que no pueda confiar en ti, es que… con el tipo de amistades que tienes, veo difícil que cambies realmente.