No te mires al espejo.

Prólogo.

— Virginia... ¿Dónde estás?

Me tapé la boca, intentando contener la respiración mientras espiaba por la hendija del closet, podía sentir como comenzaba a orinarme en los pantalones en cuanto los pasos se volvían más sonoros.

— Virginia... No puedes escapar de papá...

Cerré los ojos con fuerza, estaba temblando, completamente aterrada.

— ¡TE ENCONTRÉ!

Abrió la puerta del armario y...

Desperté cubierta de sudor y con el corazón latiéndome aceleradamente. Miré el reloj en mi mesita de noche, eran las 4 AM.

Fruncí el ceño, hasta que sentí mi almohada vibrar y me di cuenta que tenía cinco llamadas perdidas de mi prima Josette.

— ¿Qué pasó? —inquirí con voz ronca, en cuanto ella atendió el teléfono.

— El abuelo... —dijo entre sollozos—. Me llamó el Sheriff Brown, dijo que el viejo Hall tuvo un ataque cardíaco.

La noticia fue como un baldazo de agua fría.

Habían pasado diez años desde que había visto a mi abuelo por última vez, en el momento en el que deje atrás aquel pueblo que me había regalado momentos alegres de juegos y paseos, y otros momentos no tan agradables, no volví a visitarlo.

Siempre habíamos tenido una buena relación, me encantaba ir a su mansión durante el verano y recorrer el enorme laberinto de césped que tenía en el jardín. Por las noches, él me regalaba un chocolate que disfrutábamos en la chimenea mientras me leía un cuento de su extensa biblioteca.

Y aunque físicamente no habíamos estado cerca, él me llamaba todos los jueves por la noche para contarme su semana y los rumores que se enteraba en aquel pueblo de pocos habitantes donde se conocían entre todos.

Mi prima seguía llorando al teléfono pero mis pensamientos estaban en otra parte, no podía creer lo sucedido.

Aún recordaba la última llamada que habíamos tenido el jueves pasado, me había hablado de su testamento, diciéndome que en unos meses o el próximo año debía acercarme al pueblo para hablar con el escribano y que pudiera dejarme sus cuentas bancarias.

Sabía que iba a aplazar ese trámite, evitando volver a aquél lugar, pero ahora parecía que, por un giro inesperado y retorcido del destino, no tenía otra opción.

Colgué el teléfono y suspiré, buscando mi laptop para comprar el primer vuelo que encontrara a aquella ciudad en medio del campo alejada de la civilización.

La linterna parpadeó varias veces así que la apagué, volviendo mis ojos azules hacia la laptop y preparándome mentalmente para lo que estaba por venir...




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